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EJEMPLO III
ОглавлениеDel salto que fizo el rey Richalte de Inglaterra en la mar contra losmoros.
Un día se apartó el Conde Lucanor con Patronio, su consejero, et dijol así:
—Patronio, yo fío mucho en el vuestro entendimiento, et sé que lo que vos non entendiéredes o a lo que vos non pudiéredes dar consejo, que non ha ningún otro homne que lo pudiese acertar; e por ende, vos ruego que me consejedes lo mejor que vos entendierdes en lo que agora vos diré: Vos sabedes muy bien, que yo non so ya muy mancebo, et acaesciome así, que desde que fuy nascido fasta agora, que siempre me crié et visque en muy grandes guerras, a veces con cristianos et a veces con moros, et lo demás siempre lo hobe con reys, mis señores et mis vecinos. Et cuando lo hobe con cristianos, siempre me guardé que non se levantase ninguna guerra a mi culpa, pero non se podía escusar de tomar grant daño muchos que lo non merescieron. Et lo uno por esto, et por otros yerros que yo fiz contra nuestro Señor Dios, et otrosí, porque veo que por homne del mundo, nin por ninguna manera, non puedo un día solo ser seguro de la muerte, et so cierto que naturalmente segund la mi edat non puedo vevir muy luengamente, et sé que he de ir ante Dios que es tal juez de que non me puedo escusar por palabras, nin por otra manera, nin puedo ser juzgado sinón por las buenas obras o malas que hobiere fecho; et sé, que si por mi desaventura fuere fallado en cosa por que Dios con derecho haya de ser contra mí, so cierto, que en ninguna manera non pudíe escusar de ir a las penas del infierno en que sin fin habré a fincar, et cosa del mundo non me podría tener pro; et si Dios me ficiere tanta merced por que él falle en mi tal merescimiento, por que me deba escoger para ser compañero de los sus siervos et ganar el paraíso; sé cierto, que a este bien, et a este placer, et a esta gloria, non se puede comparar ningún otro placer del mundo. Et pues este bien et este mal tan grande non se cobra sinón por las obras, ruégovos que segund el estado que yo tengo, que cuidedes et me consejedes la manera mejor que entendiéredes que pueda facer enmienda a Dios de los yerros que contra El fiz, et pueda haber la su gracia.
—Señor conde Lucanor—dijo Patronio—mucho me place de todas estas razones que habedes dicho, et señaladamente, porque me dijiestes que en todo esto vos consejase segund el estado que vos tenedes, ca si de otra guisa me lo dijiéredes por me probar segund la prueba que el rey fizo a su priuado, que vos conté el otro día en el ejemplo que vos dije; mas pláceme mucho porque decides que queredes facer emienda a Dios de los yerros que ficiestes, guardando vuestro estado et vuestra honra; ca ciertamente, señor conde Lucanor, si vos quisiéredes dejar vuestro estado et tomar vida de orden o de otro apartamiento, non podríades escusar que vos non acaesciesen dos cosas: la primera, que seríades muy mal judgado de todas las gentes, ca todos dirían que lo facíades con mengua de corazón et vos despagábades de vevir entre los buenos; et la otra es, que sería muy grant maravilla, si pudiésedes sofrir las asperezas de la orden, et si después la hobiésedes a dejar o vevir en ella non la guardando como debíades, seervos hía muy grant daño paral alma et grant vergüenza et grant denuesto paral cuerpo et para la fama. Mas pues esto, bien queredes facer, placerme hía que sopiésedes lo que mostró Dios a un ermitaño muy sancto de lo que había de contecer a él et al rey Richalte de Englaterra.
E el conde Lucanor le rogó quel dijiese que como fuera aquello.
—Señor conde Lucanor—dijo Patronio—un ermitaño era homne de muy buena vida, et facía mucho bien, et sufría grandes trabajos por ganar la gracia de Dios. Et por ende, fizol Dios tanta merced quel prometió et le aseguró que habría la gloria de paraíso: e el ermitaño gradesció esto mucho a Dios; et seyendo ya desto seguro, pidió a Dios por merced quel mostrase quien había de seer su compañero en paraíso. Et como quier que el Nuestro Señor le enviase decir algunas veces con el ángel que non facía bien en le demandar tal cosa, pero tanto se afincó en su petición, que tovo por bien Nuestro Señor Dios del responder et enviole decir con su angel que el rey Richalte de Inglaterra et él serian compañeros en paraiso.
E desta razón non plogo mucho al ermitaño, ca él conoscía muy bien al rey et sabía que era homne muy guerrero et que había muertos, et robados, et desheredados muchas gentes, et siempre le viera facer vida muy contralla de la suya et aún, que parescía muy alongado de la carrera de salvación: et por esto estaba el ermitaño de muy mal talante.
Et desque Nuestro Señor Dios lo vió asi estar, enviol decir con el su angel; que non se quejase nin se maravillase de lo quel dijiera, ca cierto fuese que más servicio ficiera a Dios et más meresciera el rey Richalte en un salto que saltara, que el ermitaño en cuantas buenas obras ficiera en su vida.
E el ermitaño se maravilló ende mucho, et preguntol como podia esto seer.
Et el angel le dijo: que sopiese que el rey de Francia, et el rey de Inglaterra et el rey de Navarra pasaron a Ultramar. Et el día que llegaron al puerto, yendo todos armados para tomar tierra, vieron en la ribera tanta muchedumbre de moros que tomaron dubda si podrían salir a tierra. E estonce el rey de Francia envió decir al rey de Inglaterra que viniese a aquella nave a do él estaba et que acordarían como habían de hacer. Et el rey de Inglaterra que estaba en su caballo cuando esto oyó, dijo al mandadero del rey de Francia, quel dijiese de su parte, que bien sabía que él había fecho a Dios muchos enojos et muchos pesares en este mundo et que siempre le pidiera merced quel trajiese a tiempo quel ficiese emienda por el su cuerpo, et que, loado a Dios, que veía el día que él deseaba mucho; ca si allí muriese, pues había fecho la emienda que pidiera ante que de su tierra se partiese, et estaba en verdadera penitencia, que era cierto quel habría Dios merced al alma, et que, si los moros fuesen vencidos, que tomaría Dios mucho servicio, et serían todos muy de buena ventura.
Et de que esta razón hobo dicha, acomendó el cuerpo et el alma a Dios et pidiol merced quel acorriese, et signose del signo de la santa cruz et mandó a los suyos quel ayudasen. Et luego dió de las espuelas al caballo et saltó en la mar contra la ribera do estaban los moros. Et como quiera que estaban cerca del puerto, non era la mar tan baja que el rey et el caballo non se metiesen todos so el agua, en guisa que non paresció dellos ninguna cosa; pero Dios, así como Señor tan piadoso et de tan grant poder, et acordándose de lo que dijo en el Evangelio; que non quiere la muerte del pecador sinón que se convierta et viva, acorrió entonce al rey de Inglaterra et librol de muerte para este mundo et diol vida perdurable para siempre et escapol de aquel peligro del agua. Et enderezó a los moros.
Et cuando los ingleses vieron facer esto a su Señor, saltaron todos en la mar en pos dél et enderezaron todos a los moros. E cuando los franceses vieron esto, tovieron que les era mengua grande, lo que ellos nunca solían sofrir, et saltaron luego todos en la mar contra los moros. Et desque los vieron venir contra sí, et vieron que non dubdaban la muerte, et que vinían contra ellos tan buenamente, non los osaron asperar et dejáronles el puerto de la mar et comenzaron a fuir. Et desque los cristianos llegaron al puerto mataron muchos de los que pudieron alcanzar et fueron muy bien andantes, et ficieron dese camino mucho servicio a Dios. Et todo esto bien vino por aquel salto que fizo el rey Richalte de Inglaterra.
Et cuando el ermitaño esto oyó, plogol ende mucho et entendió quel facía Dios muy grant merced en querer que fuese él compañón en paraíso de homne que tal servicio ficiera a Dios, et tanto ensalzamiento en la fe católica.
Et vos, señor conde Lucanor, si queredes servir a Dios et facerle emienda de los enojos quel habedes fecho, guisat que ante que partades de vuestra tierra, emendedes lo que habedes fecho a aquellos que entendedes que feciestes algun daño. Et faced penitencia de vuestros pecados et non paredes mientes al ufana del mundo sin pro, et que es toda vanidat nin creades a muchos que vos dirán que fagades mucho por la valía, e esta valía dicen ellos por mantener muchas gentes et non catan si han de que lo pueden complir, et non paran mientes como acabaron o cuantos fincaron de los que non cataron sinón por esta que ellos llaman grant valía o como son poblados los sus solares. Et vos, señor conde Lucanor, pues decides que queredes servir a Dios et facerle emienda de los enojos quel feciestes non querades seguir esta carrera que es de ufana et llena de vanidat. Mas, pues Dios vos pobló en tierra quel podades servir contra los moros tan bien en mar como por tierra, facet vuestro poder por que seades seguro de lo que dejades en vuestra tierra. Et esto fincando seguro, et habiendo fecho emienda a Dios de los yerros que ficiestes, por que estedes en verdadera penitencia, por que de los bienes que fecierdes hayades de todos merescimiento, et faciendo esto podedes dejar todo lo al, et estar siempre en servicio de Dios et acabar así vuestra vida. Et faciendo esto, tengo, que ésta es la mejor manera que vos podedes tomar para salvar el alma guardando vuestro estado et vuestra honra. Et debedes crer que por estar en servicio de Dios non morredes ante, nin vivredes más por estar en vuestra tierra. Et si muriéredes en servicio de Dios, viviendo en la manera que vos yo he dicho, seredes martir et muy bien aventurado, et aunque non murades por armas, la buena voluntat et las buenas obras vos farán martir, et aun los que mal quisieren decir, non podrían; ca ya todos veien que non dejades nada de lo que debedes facer de Caballería, mas que queredes seer caballero de Dios et dejades de ser caballero del diablo et de la ufana del mundo que es fallescedera. E agora, señor conde, vos he dicho el mio consejo segund me lo pidiestes, de lo que entiendo como podedes mejor salvar el alma segund el estado que tenedes. Et semejaredes a lo que fizo el rey Richalte de Inglaterra en el salto e buen fecho que fizo.
E al conde Lucanor, plogo mucho del consejo que Patronio le dió, et rogó a Dios quel guisase que lo pudiese facer como él dicía et como el conde lo tenía en corazon.
Et veyendo don Johan, que este ejemplo era bueno, mandolo poner en este libro, et fizo estos viesos en que se entiende abreviadamente todo el enjiemplo. Et estos viesos dicen así:
Qui por caballero se toviere,
Mas debe desear este salto,
Que non si en la orden se metiere,
O se encerrase tras muro alto[9].
[9] El modo de iniciarse el cuento, y lo que constituye su fondo ideal, es muy semejante al tema que Tirso de Molina desarrolló en su Condenado por desconfiado. (Vid. sobre los orígenes de esta obra capital del Teatro español, el discurso de recepción en la Real Academia Española de don Ramón Menéndez Pidal, 1902); según Menéndez y Pelayo, «Don Juan Manuel trató el tema a lo caballeresco, Tirso a lo teológico». Las raíces del cuento están en Egipto, y una de las versiones más antiguas y completas es la leyenda de S. Pafnucio, uno de los padres del yermo.
La cruzada en que sucede este hecho que cuenta Patronio fué la tercera; constó de dos expediciones, una por tierra, de Federico I Barbarroja, emperador de Alemania, en 1189; marítima otra, en 1190, mandada por Felipe Augusto de Francia y por Ricardo Corazón de León, de Inglaterra. Nárrase por extenso esta cruzada en los capítulos CXCIV y ss. del Libro IV de La gran Conquista de Ultramar (tomo XLIV de la Bb. de AA. EE.), obra seguramente muy leída por Don Juan Manuel; pero en ella no encuentro referencia del salto del Rey de Inglaterra.
El núcleo del cuento, tomado de una antigua narración, De saltu Templarii. Según Knust.