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HACIA UNA NUEVA CONCEPTUALIZACIÓN DEL SER HUMANO

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En un texto aparecido en la Nouvelle encyclopédie du XXe siècle10, uno de nosotros ha propuesto que la práctica de la psiquiatría infanto-juvenil encerraba en germen una nueva conceptualización del ser humano, cualesquiera que sean las diferencias teóricas e ideológicas de sus actores.

Como hemos visto, el campo del intersector es completo, puesto que es, a la vez, el del sujeto y el de su familia, donde el cliente es el niño mismo, que no se reduce a su enfermedad.

La dimensión psicológica individual se completa con las dimensiones socioeconómica y política, tanto en lo que concierne a los trastornos como a su tratamiento. Gran parte del trabajo se efectúa con los maestros, con los trabajadores sociales, con los responsables administrativos y judiciales, con el personal de las guarderías infantiles, etc.

La acción incluye la terapéutica misma en todo el proyecto preventivo; se propone como meta la salud colectiva e individual, donde el tratamiento de la enfermedad constituye un aspecto, así como el hospital es un polo de un conjunto. Las actividades de prevención primaria (en forma de intervenciones en la colectividad sin relación precisa con un enfermo designado) toman un tercio del tiempo de trabajo.

El psiquiatra está en interacción constante en el mismo servicio con otros cuidantes con aproximaciones variadas y complementarias. Todos deben inventar, además, las configuraciones curativas para cada niño particular, teniendo en cuenta que ninguna técnica reglamentada ni ningún corpus teórico pueden resumir la acción proteiforme multidisciplinaria. La jerarquía no se plantea ya de la misma manera a partir del momento en que todos son iguales ante la indicación terapéutica que puede proponer tanto un enfermero como un ortofonista, tanto un psiquiatra como el cuidante principal del niño, pues cada uno interviene según una personalidad y una competencia propias.

El dinamismo evolutivo de cada niño permite una variabilidad del cuadro, y modificaciones nosográficas que terminan con frecuencia en curaciones.

Los actores de la psiquiatría infanto-juvenil de sector, solicitados en lo más profundo en su función reparadora de la infancia, han quebrado el collar férreo del cronicismo. Demandas exigentes los obligan a inventar respuestas adecuadas al margen de toda ideología teórica que pudiera justificar una práctica unisistematizada.

El cuerpo de conocimiento es insuficiente para dar cuenta de todos los aspectos de la práctica sectorial de la psiquiatría infanto-juvenil. Dicha práctica trabaja con datos de tal complejidad que es preciso, quiérase o no, tomar, aquí y allá, una pizca de psicología, otro poco de sociología, algo de medicina, algunos datos de etología, y no poco de filosofía, de ética, de lingüística y de antropología, para forjar una elaboración personal.

Sin duda, esos actores se apoyan en los conceptos que están vigentes, pero van más allá, a veces, en forma difusa; otras veces, al contrario, distinguiendo registros y, siempre, en la interacción, descubriendo el entrecruzamiento de aquello que hasta entonces parecía distinto. Por ejemplo, la conceptualización misma de la noción de individuo, provenga del modelo medical o psicoanalítico, no es invalidada, pero revela ser una manera operativa de ver, de la misma manera que el cálculo aritmético que hemos aprendido en la escuela es relativizado como un cálculo de base 10 entre otros de base distinta. Es una figura de un conjunto que no la niega, sino que la integra: el proyector agranda su círculo, pero continúa centrado sobre el mismo punto, o bien forma una elipse por la adjunción de otro centro, o bien permanece informe, poco importa: el espacio primero queda comprendido en su interior.

Incluso aunque cada uno de los cuidantes esté vinculado a referencias teórico-prácticas precisas, tiene que dialectizar ese compromiso personal con otros prácticos del mismo equipo del intersector, que a su vez ha de insertarse en el conjunto social.

Las mismas formas se responden y se acoplan: el niño es un individuo que se constituye como sujeto, pero es también miembro de una familia, lo cual no es en absoluto antinómico. Creer que debe liberarse de esa pertenencia para convertirse en una persona es no comprender la compatibilidad, la coexistencia no exclusiva de las dos dimensiones. Él es, a la vez, el todo y la parte de otro todo, la familia. La complejidad de las relaciones de inclusión del niño en su familia puede verse también en su relación con la institución escolar, con la enfermedad, con el cuidante, en la relación del cuidante con un equipo diversificado, en la de la terapia con un proyecto global, en la del hospital con la estructura de cuidados, todo esto con una evolución que trastrueca los marcos tradicionales cuyos elementos reorganiza.

Lo más notable es que todo eso se hace no en una especulación, sino en una práctica que reclama menos una teoría nueva, una más, que una conceptualización más amplia.

Psiquiatría de la elipse

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