Читать книгу Psiquiatría de la elipse - Ivan Darrault-Harris - Страница 36
UN LABORATORIO NATURAL
ОглавлениеLa terapia, o más precisamente la sesión de terapia, se impone inmediatamente como un notable laboratorio natural:
– El marco-espacio temporal de la sesión está estrictamente delimitado, así como los sujetos en interacción.
– Las producciones comportamentales, consideradas como discurso, pueden ir desde lo patológico más agravado (depresión profunda, debilidad grave, psicosis o autismo, por ejemplo) hasta lo paranormal o lo normal (neurosis, dificultades transitorias).
– Las producciones en sesión pueden ser de una diversidad bastante grande, ya que los sujetos en presencia recurren a un gran número de sistemas semióticos que pueden ser movilizados: lenguaje oral y escrito, gestualidad, proxémica, dibujo, modelaje, arquitectura (construcción de espacios provisionales), música, mimo, etc.
Frente a la riqueza, la complejidad y la heterogeneidad de los significantes manifestados —el comportamiento-discurso es permanentemente de naturaleza sincrética— se abre una alternativa metodológica. O bien consideramos los significantes un poco a la manera de los instrumentos de una orquesta, en la que cada uno de ellos representa un pentagrama, y comenzamos a describir, una a una, las producciones del sujeto de acuerdo con los sistemas semióticos movilizados: lenguaje oral o escrito, mímicas, posturas, desplazamientos, etc. O bien buscamos de entrada un plano más profundo, que tenemos que construir, y que pueda ser considerado como el nivel que confiere una coherencia al conjunto de los significantes, surgidos de sustancias heterogéneas y movilizados en la superficie perceptible del comportamiento-discurso.
Solo la segunda solución puede ser elegida si se admite que el discurso comportamental del sujeto no es un puzzle, un agregado de microdiscursos yuxtapuestos, sino más bien una reverberación que surge de una orquestación que se va a construir por el análisis. Ya se ve que con esto hemos tomado un itinerario muy diferente del que trazó en algún momento la cinésica americana, la cual no planteó la hipótesis de dicho nivel, con la consecuencia principal de la fragmentación de las descripciones de la gestualidad humana: el estudio, incluso refinado, de los movimientos de las cejas hace pensar inevitablemente en los microanálisis lingüísticos que siguen desconociendo la dimensión global del discurso.
Ese nivel «latente» que hay que construir fue, en un primer momento, el de las estructuras semionarrativas solamente, y seguimos pensando que el comportamiento humano, en su globalidad, moviliza la narratividad (la cual sostiene todos los discursos verbales y no verbales): una teoría semiótica unificada de la acción sigue siendo de actualidad.
Los trabajos de J.-C. Coquet en el marco de la semiótica subjetal nos han proporcionado un indispensable nivel, diferente y complementario: el de la identidad del sujeto. Porque si el comportamiento-discurso remite, según nuestro punto de vista, a un plano generador de coherencia y de inteligibilidad, no puede ser asignado a un sujeto estático y único. La enunciación es un proceso en devenir, una continuidad cambiante, y, además, no es raro, como lo muestra la descripción de casos clínicos, que la fuente enunciante esté constituida por varias instancias subjetivas copresentes, caracterizada por una inestabilidad moviente.
Finalmente, el último y considerable problema: el comportamiento-discurso se desarrolla en el marco conversacional, en la intersubjetividad. Se trata siempre del encuentro, del choque de discursos y de la movilización de todas las dimensiones de la comunicación: fática (dimensión del contacto), informativa y sobre todo manipulatoria (en el sentido neutro, en el de hacer-hacer o hacer-creer algo a otro). Y veremos que los sujetos en presencia pueden llegar a veces a una suerte de fusión subjetal (dos sujetos que realizan conjuntamente el mismo acto), logrando una enunciación común.