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Blasón y fragmentación
ОглавлениеUno de los blasones más conocidos de Maurice Scève nos permitirá mostrar cómo los desarrollos que estamos proponiendo de la noción de isotopía autorizan un conocimiento más preciso de la elaboración del sentido como totalidad.
El término blasón designaba en la Edad Media una descripción, un discurso sobre un tema determinado; en el siglo XVI, esa misma acepción se especializa para designar un discurso que alaba o critica sin dejar de describir. Más técnicamente, en esa misma perspectiva, designa un género altamente apreciado por los poetas de corte, puesto que da pie a competiciones entre “blasonarios”. Maurice Scève fue uno de los laureados de esos concursos de ingeniosidad retórica con el Blasón de la ceja. El tema más conocido es el de los “blasones del cuerpo femenino”; cada poema se esfuerza por alabar una parte del cuerpo.
La crítica literaria ha recogido sobre todo esa propensión a la fragmentación del cuerpo: tendencias fetichistas, incapacidad para asumir un deseo global de la persona, tales son algunos de los comentarios que dicha fragmentación ha inspirado. Pero ante todo debemos tratar de comprender el sentido y las consecuencias de las restricciones que se impone el poeta.
El fragmento corporal es aislado por focalización; en La garganta, la reducción del campo visual está indicada por medio de dos alusiones: la primera, a un lugar más eminente (literalmente: el rostro o, como dice más adelante, la cara), y la segunda, a un blanco estómago, las cuales, al reducir el campo a la garganta, permiten señalar las partes vecinas. No se trata, pues, de una parte separada del todo, sino de una parte focalizada, gracias a un esfuerzo de acomodación perceptiva y cognitiva, al cual el objeto se resiste a veces, y continúa hasta la cara, o se amplía hasta el estómago. Por consiguiente, la restricción impuesta es ante todo una limitación del campo perceptivo y discursivo, es decir, del punto de vista (cf. capítulo siguiente).
Justamente, si no olvidamos que el discurso sobre el objeto participa de una enunciación más general, que es la del intercambio amoroso, ese punto de vista particular es al mismo tiempo el de la distancia íntima y el de la dominación del observador enamorado por la dama, en la medida en que el primero no llega jamás a una visión de conjunto y a un control cognitivo de la segunda. Esa posición limitada (un querer cuyo campo está reducido por un no poder hacer) determina la dependencia del sujeto del discurso en relación con la posición de aquella de quien hace la alabanza. El género mismo comporta una cláusula que concierne a la buena distancia entre el sujeto y su objeto, que se traduce en una restricción del campo visual del sujeto de enunciación.