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La axiología de la distancia

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Diversos índices señalan, como lo hemos adelantado, la presencia de una evaluación de las distintas estructuras encontradas: por un lado, todos los dispositivos que dependen del esquema de la prueba conducen al fracaso del amante y a la victoria de la dama; por otro lado, todos los dispositivos que dependen del esquema del don conducen a un éxito compartido. Se puede al menos sacar como conclusión provisional que, para identificar la axiología que nos ocupa, es preciso colocarse en el punto de vista de la dama, que es la que decide acerca del valor y la que selecciona los buenos y los malos comportamientos, mientras que, por otro lado, el punto de vista perceptivo es el del amante.

Además, hemos observado que las organizaciones temáticas que dependen del esquema de la prueba tratan todas a la garganta como un instrumento o como un ayudante (tablero, escudo, púlpito), es decir, como un objeto únicamente modal, el cual no está investido por el valor principal ni es directamente puesto en la mira por el programa narrativo de base del amante.

En cambio, las temáticas que dependen del don hacen de la garganta el objeto de valor principal, objeto de construcción y de contemplación (segmento 1), modelo que igualar (segmento 8), sitio sagrado sobre el cual y al cual se rinde culto (segmento 2).

El criterio decisivo parece ser la manera como el cuerpo es valorado: en relación con la contemplación y con la devoción, es valorado en cuanto tal, como objeto de valor principal. En relación con el conflicto y con la persuasión, solamente es instrumentalizado y no directamente valorizado. Ese aspecto de la cuestión nos autoriza a sugerir que este blasón comporta aquí una dimensión meta-discursiva, es decir, una puesta en escena crítica del proceso de valorización, característico de un discurso de alabanza. Pero esto nos devuelve a la observación precedente: la instancia de discurso, que, por definición, propone o garantiza los sistemas de valores en curso, no adopta el punto de vista del sujeto masculino de la percepción; al contrario, cuando toma posición, es para adoptar la posición de la dama, de suerte que el punto de vista perceptivo que funda aparentemente la posición de enunciación, se encuentra, en relación con la posición de la instancia de discurso, en desajuste permanente.

La confrontación entre esos dos conjuntos de observaciones nos lleva a una última hipótesis, que compromete el último reducto en la búsqueda de la coherencia discursiva: desde el punto de vista de la dama, lo que vale o no vale es el rol asignado a su garganta, y, por tanto, el rol que el amante se atribuye en relación con ella:


Si se confrontan esas evaluaciones con la problemática general del género, a saber, la loa de las partes del cuerpo femenino, que impone una fragmentación previa de ese cuerpo, y que exige una posición de observación íntima, reciben un esclarecimiento singular:

1. Solamente son evaluados positivamente los recorridos figurativos y temáticos (contemplación, devoción) que, desde el punto de vista del amante, son compatibles con el programa de enunciación esperado (la alabanza) y principalmente con el rol que cumple esa parte del cuerpo: objeto de valor principal.

2. Como la distancia de observación íntima es constante, se completa con una variación de la distancia actancial —más precisamente: intersubjetiva—, sometida a su vez a una distancia axiológica, en el sentido en que la proximidad física no garantiza el respeto por la “buena distancia” modal, pasional y axiológica.

A partir de eso, el sistema de evaluación se organiza según una axiología de la distancia intersubjetiva. La producción/contemplación estéticas instalan, afirman y confirman la “buena distancia”; la devoción a lo sagrado la presupone, la admite o la acepta como implícita y ya establecida; la confrontación polémica la rechaza y hasta se esfuerza por reducirla a la nada; finalmente, la comunicación persuasiva la olvida, la ignora porque, sin combatirla frontalmente, trata de reducirla de cualquier modo.

Se puede apreciar de inmediato que esas diferentes modulaciones de la distancia intersubjetiva tienen un correlato figurativo: la contemplación es explícitamente descrita como una manera de no aproximación, de ponerse frente a frente sin entrar en contacto; la devoción conduce a numerosos contactos pero siempre indirectos y nunca físicos (lágrimas, gemidos, llantos, cantos, suspiros); todas las demás temáticas buscan, más o menos brutalmente, el contacto físico, guerrero o sexual. Lo que quiere decir que dicha axiología, dada la posición de intimidad requerida, es la que funda la retención del contacto, retención que se instala como una tensión indefinidamente mantenida y contenida, hasta que [la] dama muera. Tal retención, que consiste en diferir indefinidamente un proceso de aproximación, es estrictamente homólogo del aspecto terminativoralentizado” que caracterizaba el proceso estético: he aquí una feliz congruencia entre el enunciado y la enunciación.

Con respecto a la instancia de discurso y a sus relaciones con el sujeto de la percepción, podemos comprender ahora por qué hemos logrado advertir tal desajuste: el punto de vista del sujeto de la percepción y la posición de la instancia de discurso no pueden confundirse, puesto que, justamente, la axiología preconiza una cierta distancia.

El esquema propuesto anteriormente puede ser completado ahora con las modulaciones de la distancia, que fundan la evaluación axiológica:


Semiótica y literatura

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