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2. La devoción a lo sagrado

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Concierne únicamente a la isotopía religiosa, presente bajo tres facetas diferentes. Se requieren también un destinador y un destinatario, pero esta vez la relación de comunicación se invierte: en lugar de que sea el destinador el que ofrezca el don de la belleza a un destinatario-contemplador, es el destinatario en oración el que propone un contra-don ritual a su destinador: devoción, sacrificio, oblación son tres nombres diferentes para la misma acción, y el amor/fuego, las lágrimas/agua bendita, los gemidos/flores, los suspiros/incienso son los diferentes nombres de ese contra-don.

El valor de la parte alabada, con respecto a esta segunda temática, ha de medirse con el valor del contra-don; y en ese caso, el valor es definido a la vez por la cantidad y por la aspectualidad. Como el contra-don está caracterizado principalmente por el número (los plurales) y la acumulación (la enumeración), podemos suponer, en efecto, que su valor depende de su cantidad, de su multiplicidad, y, además, del carácter iterativo del proceso de devoción.7

La noción de contra-don permite comprender mejor la puesta en escena final, en el último segmento: a un don ofrecido por el destinador a la contemplación del destinatario (la imagen), el destinatario responde allí también con un contra-don, esta vez con el de una enunciación, con un testimonio, que es literalmente colocado delante del don mismo. Solo así se explica el encabalgamiento que se observa entre las dos isotopías (contemplación y devoción) al final del penúltimo segmento:

Me congnoissant indigne d’aprocher

Chose tant saincte, et moins de la toucher:

Mais me suffit que de loing je contemple

Si grand beaulté, qu’est félicité ample,

O belle Gorge, O précieuse ymage

La santidad (tema de la devoción) y la belleza (tema de la contemplación) son las dos caras de un mismo objeto captado en el curso de dos fases del intercambio, la del don (estético) y la del contra-don (religioso y ritual). Para terminar, el contra-don se alinea sobre la isotopía figurativa del don mismo, y, en lugar de ser de esencia religiosa y ritual (flores, incienso, etcétera), se convierte él también en estético y artístico: se intercambia entonces un poema por una imagen.

A modo de confirmación, observamos que la estructura don/contra-don se halla implicada igualmente en la metáfora de la playe ancienne [la antigua llaga], puesto que, literalmente, el poema es definido como aquello que el poeta ha dejado.

[ante ella] como testimonio… mis pour tesmoignage
de [sus] trabajos este despojo [suyo],De [ses] travaux ceste despouille [sienne]
que [le] quedó de [su] antigua llagaQui [lui] resta depues [sa] playe ancienne.

En suma, el testimonio escrito es a la llaga y al sufrimiento provocado por el amor lo que la devoción es a la contemplación: un contra-don. Se diseña aquí una serie de equivalencias [semi-simbólicas] en torno a la relación don/contra-don:


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