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Enero 25
Un corazón ardiente

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“Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía” (Éxodo 3:2)

Cuando leemos el Nuevo Testamento, especialmente el libro de Hechos nos sumergirnos en un torbellino de emociones. Es meternos de lleno en la obra del Espíritu Santo que le daba poder a la iglesia y que permitía que hombres y mujeres llenos de ese fuego espiritual fueran por todas partes obedeciendo la Palabra de Dios, predicando, enseñando, trayendo a muchos convertidos a los pies de Cristo, inundando literalmente todas las regiones con las buenas nuevas de salvación.

Y vemos una iglesia dinámica. Una iglesia encendida. Una iglesia que no se detenía ni preguntaba si había un ministerio de evangelismo, o si había alguien encargado de dirigirlos para ir de puerta en puerta, no, nada de eso, porque todos deseaban compartir con los demás aquello que llenaba sus corazones. Había poder del Espíritu, convencimiento total en lo que hacían.

Los que se convertían no iban a ningún seminario primero para estudiar las técnicas para compartir la Palabra, ni estudiaban formas de hablar con los demás.

La pasión ardía en sus corazones, la llama del Espíritu estaba siempre encendida, sabían que lo más importante estaba en juego, la salvación de las almas, así que no se detenían en su deseo de alcanzar a los perdidos.

En el Antiguo Testamento, Dios se manifiesta con un símbolo extraordinario. La zarza que no se consumía era la presencia viva de Dios que se comunicaba con Moisés para manifestarle sus propósitos de liberación para su pueblo.

Pero ahora no tenemos zarzas que ardan en el desierto o en la montaña porque la zarza que arde está en el interior de aquellos que tienen corazones que vibran ante la presencia de Dios y que no permiten que jamás se apague esta llama porque todos los días anhelan profundamente experimentar al Señor desde el mismo fondo de su ser.

Hoy El Señor quiere hablarte para despertar en ti esa pasión por aquellos que no le conocen.

¿Estás compartiendo con otros tu fe? ¿Tu corazón arde con el fuego del Espíritu y te motiva a ser partícipe de la obra divina? ¿Es tu corazón como esa zarza que no se consume?

Si no es así, este es un bien día para encender ese fuego y al experimentar de nuevo la voz del Señor, sabrás que hay un fuego dentro de ti que no se extinguirá porque es la presencia viva de Dios que ahora está en tu interior.

Oración:

Señor Jesús, hoy quiero pedirte que enciendas en mí esa llama que nadie apagará jamás. Quiero ser obediente a tu llamado. Quiero vibrar ante tu voz. Quiero escucharte cada día y seguir tus huellas. Concédeme Señor ser obediente a tu mandato de compartir el evangelio y que esa llama no se apague en mí jamás. Amén.

Una semilla para cada día

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