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Enero 30
Cegados a lo espiritual

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“Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:14)

La persona natural no puede comprender lo que El Espíritu dice, ni sabe de las cosas celestiales, y frente a las cosas de Dios es fría y apática. La persona natural, así este sentada en las bancas de la iglesia, todavía sigue dudando si Jesús es el único camino al Padre, si solo hay un camino de salvación; todavía sigue pensando que todas las formas son buenas para llegar a la salvación y que racionalmente puede aún explicar lo inexplicable.

Actualmente hay mucha gente que cree que no importa cuáles sean las creencias de una persona, con tal de que ésta sea sincera. Esta es una de las mayores mentiras del infierno.

Pero Pablo nos enseña que la sabiduría humana no es suficiente para transformar este mundo de idolatría, de maldad, de egoísmo y de materialismo. No basta con argumentos humanos o con estrategias de hombres. Necesitamos que lo sobrenatural de Dios se haga presente. Que la mano poderosa de Dios que a través de la historia ha ayudado una y otra vez a su pueblo, se haga viva para nosotros de nuevo.

¿Pero cómo lo va a hacer El Señor? Lo va a hacer con aquellos que saben escucharlo, que entienden lo que El Espíritu está hablando en estos tiempos y que saben discernir lo que está pasando alrededor, porque Dios se lo revela.

Los discípulos de Jesús no son como el azúcar que se derrite cuando caen algunas gotas de agua.

Él no puede tener verdaderos seguidores que cuando viene el fuego de la prueba, se marchitan como la hierba que no resiste el calor del sol. No se puede entregar el poder del evangelio a personas que tienen un carácter inestable y sin firmeza.

Por eso si tú tienes al Espíritu Santo morando en tu interior, si tú has venido a Cristo Jesús respondiendo a su llamado de una manera genuina, tú no tienes ahora el espíritu del mundo, tú has sido mudado en otro hombre u otra mujer, tú has recibido El Espíritu de Dios y tu vida está en sus manos.

Qué gran privilegio el que has recibido.

Oración:

Hoy te agradezco por el privilegio que tengo al haberte conocido. Fuiste tú quien me atrajiste con tu mano poderosa y tu amor inconmensurable. Fuiste tú quien te revelaste en mi vida como el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Fuiste tú quien vino a darme vida en abundancia. Todo lo has hecho tú por gracia y misericordia. Solo puedo darte gracias hoy y todos los días de mi vida. Amén.

Una semilla para cada día

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