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Economía

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La economía nos enseña que los bienes son limitados y las necesidades infinitas; esto es falso, lo que es infinito son los deseos, la codicia y las ambiciones. Las necesidades se reducen a pan, techo y abrigo. Pero la economía tiene pretensiones de ciencia exacta, como la física y las matemáticas, vana pretensión esta porque está impregnada de subjetividad y tanteos probabilísticos. Pan, techo y abrigo, esto sí que es algo concreto. El científico, el técnico, el obrero, el profesor, las dueñas de casa, los ancianos y los niños necesitan pan, techo y abrigo. Yo, tú, él y todos sus plurales estamos sometidos a las mismas necesidades, lo que varía son los apetitos; esto es, los deseos. Los deseos, al igual que la estupidez, son infinitos. El famoso manual de economía de Samuelson, que nos plantea elegir entre la producción de mantequilla o cañones, confirma lo anterior: si tuviéramos un poco más de sentido común y menos imbecilidad, jamás pensaríamos en los cañones.

El cuervo y la serpiente

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