Читать книгу El cuervo y la serpiente - Jorge Muñoz Gallardo - Страница 8

Dos hermanos

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Dicen que Esaú le cambió la primogenitura a su hermano Jacob por un plato de lentejas. Otros sostienen que fue un plato de nabos con salsa de ajo y pimienta, también hay quienes afirman que fue un pastel de langostas arrebozadas con brevas; en fin, se dicen tantas cosas. Pero, lo que cuenta la historia bíblica es que Esaú era un tipo grandote, peludo y musculoso, de carácter impulsivo que gustaba de ir al monte a cazar y a la cantina del barrio a beber con sus amigotes; esto último no lo relata la Biblia, mas parece evidente teniendo en cuenta la personalidad del sujeto. Por el contrario, Jacob era chico, flaco y temeroso, pero contaba con el apoyo incondicional de su madre, una mujer de gran astucia. Y fue precisamente esa astucia femenina la que le permitió a Jacob engañar a su padre Isaac que estaba viejo, postrado y ciego, para conseguir la bendición paterna y apoderarse de los derechos de su hermano. Cuando Esaú descubrió el engaño estalló una verdadera tormenta de insultos, amenazas, puñetazos en las paredes y patadas en las puertas; luego, abandonó la casa resoplando y jurando que mataría a su hermano. Entonces Jacob salió de su escondite, debajo de la cama de su madre y, aconsejado por ella, preparó un pequeño bolso y partió a lomo de mula hacia la casa de un tío que vivía en una aldea más o menos apartada. Allí trabajó, conoció a Raquel, una muchacha rolliza y alegre, se casó con ella y a poco andar se convirtió en un hombre próspero. Sin embargo, como advierte el refrán popular, la dicha nunca es completa y por orden del mismísimo Jehová tuvo que partir a su casa materna para reconciliarse con Esaú. Lo hizo acompañado por un criado leal y prudente. Pero lo aguardaba otra sorpresa: en una curva del sendero se le presentó la sombra de Dios y le propinó una feroz paliza, después le dijo que a partir de ese momento se llamaba Israel y desapareció. Jacob, o Israel, permaneció sentado en la arena sin saber cómo se llamaba realmente. Se disponía a preguntárselo a su criado cuando sintió una manaza que oprimía su hombro derecho, entonces alzó la cabeza y soltó un grito de horror; ahí estaba su hermano mirándolo fijamente. Mas Esaú lo ayudó a incorporarse y lo abrazó tiernamente, lo que hizo pensar a Jacob que la reconciliación había llegado. Como es lógico suponer, hay partidarios de ambos hermanos, y hay quienes consideran que la madre es la verdadera causante del conflicto. Por mi parte, prefiero no meterme en los problemas de otras familias.

El cuervo y la serpiente

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