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Relojes

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Decía Thoreau que el tiempo es la corriente donde se inclinaba a pescar; es una bella metáfora, sobre todo comparada con la tiranía del reloj. El hombre ha inventado toda clase de mecanismos para torturarse, entre ellos uno de los más terribles es el reloj, ese infernal aparato que nos hace saltar por las mañanas sin ninguna compasión. Como si eso fuera poco, el ingenio humano ha diseñado nuevos mecanismos para perfeccionar la tortura cronológica con variados sonidos artificiales que destrozan el plácido sueño del desdichado mortal que debe salir de las tibias sábanas para correr al baño, luego al desayuno, después a vestirse y salir disparado a la calle para llegar temprano a la oficina. Relojes a cuerda, relojes a pila, relojes digitales, relojes en el televisor, relojes en el computador, relojes por todas partes marcando el tiempo con sus duros martillos, luces y números. Ese tiempo inventado por el mismo hombre. Los pájaros, las mariposas, los peces y los cangrejos no necesitan relojes para despertar; las flores no usan relojes para abrir sus pétalos y exhalar su perfume; el sol no requiere ningún reloj para alumbrar por las mañanas y la semilla no necesita un reloj para convertirse en roble. Solo los hombres nos encadenamos a tiempos exactos, medidos, rítmicos, monótonos, despiadados.

El cuervo y la serpiente

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