Читать книгу Las violencias en los entornos escolares - José Claudio Carrillo Navarro - Страница 15

La comunidad y los docentes

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En un entorno escolar tan lastimado, la presencia de eventualidades y alumnos en condiciones vulnerables resulta no solo un reto, sino un enorme problema para los profesores y para la comunidad escolar en general. Respecto de la violencia que se vive en la escuela la comunidad no es ajena. Esto se manifiesta en formas diversas. A menudo la violencia está también presente al interior de los hogares. Es el caso, por ejemplo, del niño a quien en este trabajo llamaremos Carlitos (para proteger su identidad). En el ciclo escolar descrito, Carlitos sufría de violencia intrafamiliar severa, lo que lo incapacitaba cognitivamente para atender o realizar cualquier tarea escolar por un tiempo prolongado. Desde luego que en la comunidad no hay psicólogo, ni funciona ninguna oficina del sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF). De hecho no hay quien pueda llevar consuetudinariamente a Carlitos a algún lugar donde reciba la atención que necesita. El niño asiste a la escuela y los profesores no saben cómo ayudarlo:

Han tomado muchas medidas. Sinceramente yo he sido testigo de que sí: “Vamos a ponerlo a hacer cosas, para que tenga… porque él repercute mucho en el aprendizaje del salón, en todo, entonces, para que no haga esa situación de que fastidie a todos, porque no hace nada en el salón, se sienta y de repente se pone a cantar, se para, va a golpear a algún compañero, regresa, golpea a otro, sale, entra, rompe tareas, o sea, en cuanto a su formación, la verdad la escuela no le está sirviendo para nada, entonces, el maestro le ha buscado, lo ha puesto a hacer cosas extras, o que reparte hojas… por ejemplo, cuando fue el desfile, él dirigió los ejercicios, porque si no, hubiera sido imposible que saliera el cuadro, entonces él hizo como que los ejercicios, pero los niños no lo siguen, de hecho a la hora del recreo está solo, nadie juega con él (I, 23/04/2014).

No sabemos los alcances que tiene la violencia intrafamiliar entre los habitantes de esta localidad, pero lo previo pone en evidencia cómo la violencia de este tipo no en un problema que atañe solo a las familias. Lo que pasa en casa afecta a toda la comunidad escolar: en las relaciones interpersonales que a su interior se establecen, en el aprendizaje y en las emociones de sus miembros. El caso de Carlitos es particularmente grave pues el niño sufre abandono por parte de su madre. Este niño, víctima de la violencia en el seno familiar, manifiesta con su comportamiento agresivo y disruptivo el dolor que sufre en el seno de su familia.

A la fecha, ni el Estado mexicano ni ninguna otra institución ofrece alguna opción viable y digna para este niño ni para esta escuela. El problema de Carlitos se extiende también más allá de las relaciones entre compañeros y profesores.

Hay otras personas que me han comentado que al niño a veces lo han sacado de la casa, que el niño a veces ha dormido en los techos, ha dormido en la calle, con los vecinos, que antes se iba a dormir con unas tías, pero tenían muchos problemas con la mamá, porque la mamá iba y les decía:

No, es que no, si yo castigo a mi hijo no le des asilo”, y las hermanas, o sea las tías, con tal de no tener problemas, ya dejaron de hacerlo. Y sí hay una señora, la abuelita de […], que me comentó que ella en una ocasión dejó que el niño entrara en su casa porque… porque sí estaba en la calle y no había cenado. Está chico, tiene 10 años (I, 23/04/2014).

En lo previo se observa la justificación que la madre hace de la violencia en nombre de la disciplina: “Es que yo así castigo a mi hijo”. Pero en este caso los límites de la violencia se desdibujan y, al parecer, también hay que “castigar” a otras personas por conductas indeseables.

La mamá de un amigo de Carlitos nos narró que por insistencia de su hijo lo llevó a su casa a cenar, eran las 11 de la noche y el niño no había comido en todo el día. Carlitos no quería ir a su casa por temor, quería quedarse en el lugar donde le dieron leche y galletas, pero la madre de su amiguito no quería tener problemas con la mamá de Carlitos, así que llevó al niño a casa de la abuela de este. A insistencia de la señora, la abuelita recibió a Carlitos cuando era la una de la mañana, pero esto le costó a la madre del amigo de Carlitos que unos días después fuera amenazada y golpeada por la mamá, la tía y la propia abuelita de Carlitos advirtiéndole que no volviera a inmiscuirse en sus asuntos familiares.

Carlitos no es el único niño que vive maltrato tanto en la casa como en la escuela, pero es quien manifiesta el problema de manera más evidente y el que afecta más al entorno escolar. En la población hay otros niños que ante el maltrato no reaccionan con violencia sino con inseguridad.

Tengo un niño que veo… el niño es muy inseguro, es muy inseguro, de hecho su… él no tiene ningún problema, es muy inteligente, pero tiene una inseguridad tremenda […] En una ocasión cuando hablé con la mamá, le decía, que lea con su hijo, diario, así, y la mamá “Sí, sí se lo digo, pero no quiere, no entiende, el chiquito, es muy bruto, lee pero muy despacio y… hay no, no puedo”, decía. De hecho hasta me comentó la mamá que a su hijo de 15, 16 años, lo golpeaba. La otra mamá que estaba con nosotros, ya cuando se fue la señora me dijo “Es que esa señora no así es, les pega rápido, les pega a la cabeza, o sea, es muy violenta la señora”, así de plano. Ese niño por lo mismo así es muy inseguro, y sí hay muchos papás, que son muy, muy agresivos (I, 23/04/2014).

No sabemos cuántos niños viven cotidianamente este tipo de situaciones, pero sí sabemos que sus consecuencias van más allá de lo que sucede dentro de los hogares y que la escuela es el espacio perfecto para externar los síntomas de este tipo de problemas.

La comunidad, como quedo expresado páginas atrás, es una comunidad empobrecida, el dinero es muy escaso y el robo entre vecinos, entre amigos y entre parientes es también algo frecuente. Esto también llega a tocar a lo que sucede en la escuela:

Robaron unos trastes, que sobraron para el 10 de mayo, entonces quedaron unos trastes, y los niños los agarraron, estaban llevando los trastes, los descubrieron. En otra ocasión, también robaron dinero, robaron botanas que venden en la escuela […] a veces yo me doy cuenta que pasa desapercibida la violencia, como que “Ah, es un juego” y los dejan ser, los dejan que hagan. Cuando ya es más extremo, como un robo, o que se rompió el brazo… o la niña… los de primero… se lastiman o algo así, entonces es que “Ah, ya… te voy a expulsar” o que “Mando a hablar a tus papás” y al papá es al que ya le echan la… le pasan la pelotita, que “Esto hizo tu hijo, y tú a ver tu cómo lo castigas” (I, 23/04/2014).

Hay muchos elementos que pueden impulsar al robo dentro de la propia institución educativa. El hambre podría ser un motivo en el caso de Carlitos, pero la dinámica de los robos también tiene que ver con que esta escuela puede ser percibida por los niños como una instancia aversiva: los maltrata. Definitivamente es una institución que no sienten propia, no le tienen afecto. Es una escuela que no se ha ganado su respeto, que no los protege, que no los nutre, que no los escucha, que no cuida su salud y que, al parecer, no los ayuda a ser mejores personas; y el descuido tiene ya una trayectoria histórica.

Las violencias en los entornos escolares

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