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UNA BREVÍSIMA LÍNEA DE TIEMPO

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La historia del maltrato en las escuelas rebasa el contenido de la memoria social relacionada con el tema. Antonia (seudónimo), que es una joven poco común en su contexto, consiguió egresar de una licenciatura, recuerda que era frecuente que en la escuela le robaran el borrador y le rayaran la libreta. Eran también comunes los golpes y “ese tipo de cosas”. Una de las estrategias que usaba su profesora para mejorar la atención a los dos grupos con los que trabajaba era invitar a algunas de las mamás a que participaran en las actividades docentes. Antonia no recuerda muy bien, pero sabe que surgió un conflicto entre los profesores de la primaria y la comunidad, al parecer “no enseñaban bien”. Los niños no sabían leer correctamente cuando pasaban a la secundaria y los padres estaban inconformes. Algunos sacaron a sus hijos de la escuela y los inscribieron en otra comunidad que queda a 5 kilómetros, pero finalmente los maestros “se tuvieron que ir”. Luego llegó otra maestra:

Tenía un carácter muy diferente, entonces, ésa sí te regañaba y te pegaba con la regla, en que, pues… sí había momentos en que éramos muy relajistas, el grupo, ¿no? pero sí sabíamos hacer la tarea […] Había momentos en los que todos hacíamos relajo, entonces a esa maestra eso le molestaba (A, 24/04/2014).

Como se observa en el comentario previo desde donde lo ve esta integrante de la comunidad, el maltrato de los profesores parece estar justificado por el comportamiento de los estudiantes. Otra vez observamos que la violencia se justifica en nombre de la disciplina, pareciera que el argumento subyacente fuera que el ejercicio de la violencia se traduce en disciplina y cuyo fin es un mejor aprendizaje. Algunas personas de la comunidad recuerdan a otro profesor, que también creó fama en comunidades cercanas.

Es uno güero, que igual era maestro de allá, que lo mismo hacía, les jalaba las orejas a los niños, los tiraba con borrador, era lo mismo… Entonces como que siempre, igual ahí hay papás que todavía están acostumbrados, dicen: “Yo así aprendí y el así también mi hijo va a aprender”. O hay papás que también así educan a sus hijos (I, 23/04/2014).

En un contexto así, la violencia es invisible a los ojos de quienes siempre la han vivido con normalidad. No hemos explorado lo que sucede en generaciones previas, pero será una tarea a futuro el rastrear los límites inmemoriales de la violencia vinculada a esta escuela y a esta comunidad.

Las violencias en los entornos escolares

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