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Capítulo 2

Breve panorama de la muestra antológica

Carlos López Degregori

La presente antología ofrece al lector una selección de microrrelatos y prosas breves de ficción publicados por autores peruanos a lo largo de un extenso periodo de tiempo que podríamos situar en la modernidad y posmodernidad de nuestra literatura y que se extiende aproximadamente desde mediados de la década de los años cincuenta del pasado siglo hasta la actualidad. Es posible, desde nuestra perspectiva de lectores, reconocer microrrelatos en algunos autores anteriores, aunque no fue el propósito con el que fueron concebidos dichos textos. Basta considerar los casos de los Poemas en prosa de César Vallejo o muchas prosas de Xavier Abril. En ellos el lirismo coexiste al lado de un componente narrativo: la anécdota o episodio que originan el relato se representa a través de una mirada fuertemente subjetivizada y personal, a la vez que el lenguaje se convierte en protagonista fundamental del proceso de escritura.

En Vallejo véanse, por ejemplo, “La violencia de las horas”, “El momento más grave de la vida” y “Nómina de huesos”, originalmente incluidos en los Poemas en prosa, en los cuales la prosa parece alternar con el ritmo y la cadencia propias del verso. Es también notoria en estos la constante experimentación que realiza el poeta con el lenguaje —rasgo propio de las vanguardias poéticas— que Vallejo supo conducir con maestría única. En tal sentido, las prosas vallejianas ilustran una voluntad por la experimentación que trasgrede los límites establecidos por la teoría aristotélica de los géneros:

Se pedía a grandes voces:

—Que muestre las dos manos a la vez.

Y esto no fue posible.

—Que, mientras llora, le tomen la medida de sus pasos.

Y esto no fue posible.

—Que piense un pensamiento idéntico, en el tiempo en que un cero permanece inútil.

Y esto no fue posible.

—Que haga una locura.

Y esto no fue posible.

—Que entre él y otro hombre semejante a él, se interponga una muchedumbre de hombres como él.

Y esto no fue posible.

—Que le comparen consigo mismo.

Y esto no fue posible.

—Que le llamen, en fin, por su nombre.

Y esto no fue posible.

“Nómina de huesos”, Poemas humanos (Vallejo, 1983)

Situadas también en el territorio de la vanguardia pero con un sesgo netamente surrealista, las prosas de Xavier Abril se abocan a la exploración del subconsciente y el interés por temas tales como el cuerpo, el sexo, el sueño, la muerte y la locura, siempre a través de un lenguaje plagado de imágenes sorprendentes en las que se funden lo onírico y lo real. Transcribimos a continuación “Elogio de la locura”:

La locura es mi constante existencia. Vivo de mi locura. La locura es mi clima. Por todas partes yo voy a la locura.

Un caballo blanco es mi locura. La carpa de un circo a donde no llega el tiempo, es mi locura. La trompa del elefante, además de un niño con miedo cerca del elefante, es mi locura. La butaca vacía de un teatro es mi locura. Y una playa con huesos de náufragos.

Soy una manera de la locura. La libertad de la locura. El fondo, si queréis, de la locura.

Sé que me aproximo a la vida perfecta de la locura.

En Poesía soñada (Abril, 2006)

Al optar por trazar un corte transversal, tomando como base algunas de las características esenciales reconocidas por los teóricos de esta modalidad discursiva —entre ellas, la brevedad, la ficcionalidad y la narratividad, principalmente— se hace evidente el riesgo de constituir un corpus muy diverso en el que convergen las distintas poéticas desarrolladas por sus autores, los cambios operados a lo largo del tiempo dentro del sistema literario y, por último, las expectativas de los lectores de cada época: en tal sentido, creemos que a pesar de su heterogeneidad, el corpus seleccionado en esta muestra puede contribuir a brindar un panorama bastante completo de cómo va surgiendo entre nuestros escritores el interés por la forma narrativa breve (e, incluso, hiperbreve) del microrrelato1, y cómo esta va a adquiriendo un perfil definido en la producción de los autores contemporáneos.

Siguiendo un orden estrictamente cronológico, la muestra incluye a Sebastián Salazar Bondy, una de las figuras centrales de la llamada “Generación del 50”. Significativamente, al lado del realismo que acusan sus cuentos hemos podido hallar algunos testimonios iniciales de prosas breves en las que la narratividad se acompasa con el lirismo. A su lado, incluimos otras tres figuras importantes de la misma generación: Manuel Mejía Valera, Carlos Eduardo Zavaleta y Carlos Meneses. Las diferencias entre estos tres resultan notables: mientras que en el primero encontramos un discurso fuertemente subjetivizado, los relatos de Zavaleta —escritos hacia el final de su obra— presentan un universo plenamente autónomo y una conciencia muy clara del diseño y estructura de un microrrelato, algo que también podemos identificar en Meneses, narrador cuya obra empieza a ser reconocida por la crítica.

La consolidación del microrrelato como modalidad discursiva en nuestra literatura adquiere plena forma en la obra del siguiente grupo de escritores presentes en esta antología: Juan Rivera Saavedra, Antonio Gálvez Ronceros, José B. Adolph y Luis Loayza. De ellos, dos en particular han recibido plena atención de la crítica: de Loayza, por ejemplo, se ha señalado que con El avaro (1955) establece plenamente esta forma narrativa en nuestra literatura2; en Gálvez Ronceros, en cambio, se ha elogiado la originalidad de sus brevísimas narraciones ambientadas en el escenario de la comunidad rural afroperuana que traslucen una profunda crítica al carácter racista y sectario de nuestra sociedad, así como colocan en un primer plano los saberes, las prácticas y, en general, el legado de esta comunidad. Por su parte, aun cuando la temática de los relatos de Rivera Saavedra y Adolph difiere marcadamente una de otra, puede reconocerse en ellos una cierta afinidad en cuanto al empleo de la ironía y la agudeza para percibir las contradicciones del tejido social. Distinto es el caso del último exponente de la Generación del 50 incluido en esta antología, José Miguel Oviedo, quien más bien opta por una atención al entramado de la vida cotidiana para representar el vacío de la existencia que llevan sus personajes.

Agrupados en un mismo horizonte cronológico —la década de los años cuarenta—, las obras de Jorge Díaz Herrera, Julio Ortega y Harry Belevan presentan diferencias notables. De las tres, la de Belevan va adquiriendo relevancia en la medida en que representa desde sus inicios un intento de revaloración de la modalidad de lo fantástico en nuestra literatura; por otra parte, en sus microrrelatos destaca no solamente la precisión de la expresión sino el rigor con que se revela la absurda condición de algunos de sus personajes. Díaz Herrera, en cambio, apela a la ironía para cuestionar el carácter inmutable de ciertas versiones de la Historia así como esboza un mundo por momentos sórdido e implacable. Por último, los textos de Julio Ortega expresan su singularidad a partir de la reflexión acerca del significado de los vestigios de las culturas precolombinas, así como el significado de ciertos acontecimientos decisivos en la historia de nuestro país como la muerte de José María Arguedas y la tragedia de Uchuraccay.

A continuación, pertenecientes a lo que podría denominarse la Generación de los 80, se sitúan Alejandro Susti, Enrique Prochazka, Carlos Herrerra y Fernando Iwasaki. A diferencia de sus contemporáneos, Susti incursiona en el microrrelato después de haber publicado principalmente textos poéticos. La ironía, el sarcasmo, el absurdo y el lirismo aparecen representados en sus textos a través de situaciones cotidianas en las que los personajes se ven minimizados por las circunstancias que les toca vivir. Escritor que ha preferido apartarse del círculo mediático, Prochazka, por su parte, revela en sus textos un manejo muy hábil de la intertextualidad, así como la plena coherencia de un universo ficcional en el que se recrean las tribulaciones de personajes históricos como Plinio o Gandhi. Por su parte, Carlos Herrera también evidencia en sus textos un constante diálogo con la tradición literaria así como un pleno dominio del lenguaje y el diseño estructural de sus microrrelatos. Por último, los textos de Fernando Iwasaki recurren al humor en base a la relectura y actualización de ciertos tópicos literarios como el horror.

El grupo final de narradores de esta selección también se reúne en fechas muy cercanas y está conformado por José Donayre, Daniel Salvo, Ricardo Sumalavia, Alberto Benza González y Carlos Enrique Saldívar. En el caso de Donayre y Sumalavia, se trata de dos escritores que no solo han producido ya una significativa obra dentro de la ficción breve, sino que han alentado los esfuerzos de otros escritores a formar parte de este universo narrativo. En la obra de Donayre, por momentos resulta sorprendente el acopio en sus textos de referentes no únicamente humanísticos sino también científicos e, incluso, artísticos, mientras que en la de Sumalavia vemos un diseño riguroso de la anécdota así como la presencia de la paradoja en situaciones cotidianas y aparentemente intrascendentes. Daniel Salvo, por su parte, incursiona en el microrrelato trayendo consigo su experiencia con el relato de ciencia ficción —modalidad que, en nuestra literatura, despierta actualmente un interés cada vez mayor— ciñéndose siempre a formatos hiperbreves, rasgo que comparte con Alberto Benza González quien introduce en sus textos referentes absolutamente familiares en el imaginario de un lector peruano.

Referencias

Abril, X. (2006). Poesía soñada. Edición y estudio universitario de Marco Martos Carrera. Fondo Editorial de la UNMSM – Academia Peruana de la Lengua – Universidad San Martín de Porres.

Gallegos Santiago, O. (2015). El microrrelato peruano. Teoría e historia. Prólogo de Harry Belevan. Lima: Micrópolis.

Loayza, L. (1974). El avaro y otros textos. Lima: Instituto Nacional de Cultura.

Vallejo, C. (1983). Obra poética completa. Lima: Mosca Azul.

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