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Sebastián Salazar Bondy

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(1924-1965)

A lo largo de su corta pero prolífica producción literaria y periodística, Sebastián Salazar Bondy supo darse tiempo no solo para convertirse en el más importante promotor cultural de su época —a través de su labor en diarios como La Prensa, El Comercio y la revista Oiga, entre otros—, sino cultivar la mayoría de los géneros literarios: poesía, teatro, ensayo y narrativa. En este último ámbito, publicó Náufragos y sobrevivientes (1954 y 1955), Pobre gente de París (1958), El Señor Gallinazo vuelve a Lima1 (1961), Dios en el cafetín2 (1964) y dejó una novela inconclusa (Alférez Arce, Teniente Arce, Capitán Arce…) publicada póstumamente en 1969. En 1965, al inicio de su participación en el “Primer Encuentro de Narradores Peruanos”, Salazar Bondy supo esbozar el carácter temático de su narrativa:

No soy especialmente un narrador; por lo menos hasta ahora no soy especialmente un narrador. He escrito algunos cuentos que no han tenido muchos elogios, pero creo que en ellos he puesto algo que me interesaba poner: esa pequeña mitología del mundo de la clase media, ese entretejido sutil de relaciones, cosido, hilvanado con prejuicios y sentimientos muy profundos, con ideas recibidas, heredadas y aceptadas irracionalmente y con aspiraciones incumplidas, con esperanzas siempre frustradas y con terrores al hundimiento en la masa anónima del proletariado. (Casa de la Cultura, 1969, p. 62)

Estas breves palabras, sin embargo, eluden el hecho de que en sus relatos el autor abordó realidades que hasta ese entonces habían permanecido al margen de las preocupaciones de los narradores peruanos: una de ellas, quizá la principal, se vincula con la condición social de la mujer (piénsese, por ejemplo, en los cuentos “Soy sentimental”, “Recuperada”, “Volver al pasado” y “Pájaros”, todos incluidos en Náufragos y sobrevivientes).

Por otro lado, si bien la opción por una narrativa de corte realista está claramente representada en los relatos de Salazar Bondy, también es cierto que existen algunos testimonios —pocos, es cierto— de un interés tangencial por el modo de lo fantástico, tal como se expresa en el microrrelato “Visita a mi propia estatua” que apareció originalmente en el primer y único número de Cuadernos de Composición en 19553. A él hemos agregado dos que fueran publicados en la desaparecida revista Mar del Sur en 1949, cuyo acercamiento a un cierto lirismo y acento subjetivo los vincula al poema en prosa, pero en los cuales también puede reconocerse un componente narrativo. Por último, el hallazgo probablemente más valioso sean cuatro textos inéditos del archivo personal del autor, testimonios que pueden contribuir a completar la figura de uno de los escritores peruanos más importantes del siglo XX.

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