Читать книгу Terapia de la posesión espiritual - José Luis Cabouli - Страница 14
¿Por qué un alma que ha desencarnado se convierte en un alma perdida?
ОглавлениеLa primera razón por la cual el alma de una persona en trance de morir se convierte en un alma perdida es porque no hay consciencia del momento de la muerte. En este proceso de desprendimiento, que habitualmente comienza con la agonía y puede extenderse hasta varios días después de la muerte, puede ocurrir que el alma, la conciencia, no se dé cuenta de que el cuerpo se murió y permanezca entonces con la ilusión de que todavía posee el cuerpo físico. Esta ausencia de consciencia de la muerte impide que el alma complete su transición a la dimensión espiritual, porque sencillamente el difunto no se dio cuenta de que su cuerpo se murió. Hay dos situaciones básicas en las que puede ocurrir esto:
1 Obnubilación o pérdida de la consciencia antes de que se produzca la muerte.
2 Muertes imprevistas y violentas
a) Obnubilación o pérdida de la consciencia
Todo estado de confusión previo a la muerte impide que el alma que está desencarnando complete satisfactoriamente su proceso de ir hacia la luz. La obnubilación o pérdida de la consciencia antes de que se produzca la muerte puede ocurrir, entre otras cosas, por sobredosis de drogas, envenenamiento, alcohol, anestesia general, coma, muerte por congelamiento —la persona se queda dormida antes de morir—, agonía por hambre —se produce un estado ilusorio— e intoxicación y asfixia por gases. Todo aquello que implique la pérdida de la consciencia antes de que se produzca la muerte provoca confusión en el estado post mortem inmediato. Cuando la conciencia despierta en la realidad espiritual no sabe dónde está ni recuerda lo que pasó. Sólo se recuerda lo inmediatamente anterior a la pérdida de la consciencia. Es lo que sucede, por ejemplo, cuando una persona muere durante el transcurso de una intervención quirúrgica bajo anestesia general. La persona es anestesiada antes de que comience la operación, lo que significa que, al momento de iniciarse la intervención, ya está dormida. Si la muerte se produce durante la operación, la persona se habrá muerto sin recuperarse del sueño anestésico. Cuando la conciencia despierta en el plano espiritual, el cuerpo ya está muerto, pero el individuo no sabe lo que sucedió; sólo recuerda lo inmediatamente anterior a que se le efectuara la anestesia Como además, al dejar el cuerpo, el alma tiene la apariencia exacta del cuerpo físico, esto mantiene la ilusión de que se está vivo. Como consecuencia de esto, el alma permanecerá aquí, en la atmósfera terrestre, confundida y desorientada, sin entender muy bien lo que está sucediendo, dado que ella puede ver y oír a los seres vivos, pero éstos no pueden verla ni escucharla.
b) Muertes imprevistas y violentas
Ya vimos en el estudio de Korotkov que, en las muertes imprevistas y violentas como suicidio y asesinato, había una gran actividad energética post mortem, lo que implica que el alma sigue unida al cuerpo todavía después de varios días de haberse producido la muerte. En este tipo de muertes no hay pérdida de la consciencia, pero por lo general tampoco hay consciencia del momento de la muerte. Esto puede ocurrir también en los accidentes fatales con muerte instantánea. Todo es tan rápido y sorpresivo que el alma no alcanza a reaccionar y comprender lo que está sucediendo. Es como que en un segundo yo estoy caminando dentro de este cuerpo y un cuarto de segundo después estoy fuera de éste. Aquí no hay transición como en la muerte natural, aquí no hay un desprendimiento progresivo. El cordón de energía que une el alma con el cuerpo ha sido cortado de improviso y violentamente. De pronto, yo estoy aquí, de pie, pero hay un tipo que es un doble de mí mismo y que está tirado en el suelo. ¿Qué está pasando acá? Yo me sigo moviendo en este otro cuerpo —el espiritual— que para mí es tan sólido y real como el cuerpo físico y no se entiende lo que está pasando. Ese que está ahí, tirado, es un doble de mí, ¿de dónde salió ese tipo? No hay consciencia del momento de la muerte. Todo es tan rápido, todo es tan veloz, que uno pasa de la vida en el cuerpo físico a la dimensión espiritual en forma repentina e inesperada, sin transición y esto es lo que provoca la confusión. El alma, en realidad la conciencia o el principio consciente, no entiende lo que está sucediendo; está desorientada y puede pasar mucho tiempo así. Las películas Ghost, Sexto sentido y Los otros están muy bien realizadas y son un buen ejemplo de las consecuencias para el alma de una muerte imprevista. Con el tiempo, el episodio traumático se borra o se olvida. El alma cree que sigue viva en su cuerpo y continúa realizando —ilusoriamente— sus tareas habituales sin darse cuenta de lo que ha sucedido. Es frecuente que cuando yo le explico al alma perdida que su cuerpo está muerto me conteste: Vos estás loco, si estoy hablando con vos no puedo estar muerto, estoy vivo.
La falta de una práctica espiritual durante la vida física es otra de las razones por las cuales el alma se puede extraviar luego de producida la muerte. Para la persona que no cree en la vida después de la muerte, que ignora la realidad de la vida espiritual, las muertes imprevistas y accidentales acrecientan la confusión. Es lo que puede ocurrirle al suicida. Éste se quita la vida en la creencia de que con la muerte se termina todo, pero resulta que luego de pegarse el tiro sigue vivo. A veces, el suicida se da cuenta de lo sucedido, pero también puede creer que falló en el intento. En este caso, procurará repetir el acto y es probable que se pegue a una persona con tendencia depresiva o suicida y la obsesione impulsándola a suicidarse.
Es posible que el alma perdida sepa perfectamente que se murió. Pero hay otras razones para permanecer en el plano físico y éstas son: miedos y creencias, preocupaciones, atrapamiento en el cuerpo físico, adicciones y apegos.
Las creencias durante la vida física pueden afectar al alma en su posterior evolución. Por ejemplo, si el sujeto cree que hay un castigo en el más allá y, en el instante de morir, siente remordimiento por sus errores y malas acciones o siente culpa por algún evento en particular, puede rehusar ir a la Luz por miedo a ser castigado. Es frecuente que el alma perdida se exprese en estos términos: “no me van a recibir porque fui muy malo”, “me van a retar” o “me van a castigar; mejor me quedo acá”. Por eso es muy importante la figura del sacerdote brindando la absolución en los instantes previos a la muerte, cuando el individuo todavía está consciente, ya que esto libera a la conciencia de ese temor.
Luego de dejar el cuerpo, el alma puede estar preocupada porque siente que dejó algo sin hacer, porque tiene que continuar con su misión o completar una obra que quedó inconclusa. Esto puede llevarla a procurarse un instrumento adecuado para cumplir con su tarea, adhiriéndose a una persona viva con características similares. Quizás tenga miedo de que sus hijos despilfarren la fortuna que les dejó. Otra razón muy poderosa para quedarse es porque tal vez ha dejado a sus hijos pequeñitos y quiere cuidarlos o porque quiere ver crecer a su nieto que no pudo ver o, ¿por qué no?, para vengarse de una persona en particular.
El atrapamiento en el cuerpo físico es otra causa de retención del alma en la atmósfera física. Sobre todo si la persona es joven y más aún si está aferrada al cuerpo o a la belleza del cuerpo físico. Los instantes previos a la muerte suelen ser decisivos en estos casos. Esto es algo que muy frecuentemente puede observarse en el trabajo con la experiencia de la muerte en TVP. Tal vez se trate de una joven hermosa que está muriendo y, mientras está en agonía, puede pensar: “no me quiero morir”, “soy demasiado joven y bella para morir” o “no me voy a ir, me voy a quedar aquí”. Mientras está luchando para no morir ocurre lo que ya hemos dicho; de pronto, el cuerpo se muere, pero como la conciencia sigue luchando por sobrevivir, no se da cuenta de que el cuerpo se ha muerto y, así, puede pasar una eternidad atrapada en ese instante.
Finalmente, las adicciones y los apegos también mantienen al alma en el plano terrenal por el simple deseo de seguir experimentando los placeres de la materia o por la frustración de no haber podido satisfacerlos. Ya sea por experimentar el placer del alcohol, drogas, sexo, tabaco o comida, un alma perdida puede adherirse a una persona viva porque a través del campo vibratorio de ésta puede satisfacer sus deseos. Más aún, un alma perdida puede estimular a una persona viva a continuar con el hábito adictivo para así poder satisfacer su propia adicción. El apego a un lugar en particular o el deseo de permanecer junto a la persona amada también pueden impedir que el alma ascienda a la Luz. Recuerden la enseñanza de Jesús: Donde está tu tesoro, está tu corazón. Si el tesoro está aquí, en la tierra, el alma permanecerá aquí.
Repasemos entonces las causas más frecuentes de retención del alma en el plano físico:
Obnubilación o pérdida de la consciencia antes de que se produzca la muerte.
Muertes imprevistas y violentas.
Falta de práctica espiritual consciente durante la vida física.
Miedos y creencias.
Preocupaciones.
Atrapamiento en el cuerpo físico.
Adicciones y apegos.