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Efectos y síntomas de la influencia de las almas perdidas sobre las personas vivas

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Desde el instante mismo en que un alma perdida se ha adherido al campo vibratorio de una persona comienza a ejercer su influencia sobre ésta, sin olvidar que esta influencia puede experimentarse aun estando la entidad fuera del aura de la persona. Es probable que, inicialmente, el alma perdida se adhiera al aura de una persona viva y que el proceso de invasión lleve su tiempo. Los hallazgos con la bioelectrografía sugieren que cuanto más penetre una energía intrusa en el campo bioeléctrico de una persona, mayor será su influencia sobre ésta y, cuanto más se prolongue en el tiempo el accionar del alma perdida, mayor será su penetración en el campo vibratorio de la persona.

La mayoría de las almas perdidas no provoca esta influencia adrede, al menos inicialmente. Frecuentemente, la influencia y sus efectos se producen sin que el alma perdida tenga noción siquiera de lo que está ocurriendo, pero como la energía de la entidad se comporta como un campo interferente, inevitablemente provocará alteraciones en el campo energético de la persona. La sola presencia de un alma perdida en nuestro campo vibratorio producirá efectos indeseables en nosotros. Es como si provocara un corto circuito en nuestra dinámica energética.

Una vez que el alma perdida se ha instalado en el aura de una persona, ésta comienza a tener sensaciones, emociones, pensamientos y conductas o actitudes que no le pertenecen. Algunas personas se dan cuenta de que está sucediendo algo extraño, pero no lo dicen por temor a ser tomadas por locas. Así, es común que, al plantear su problema en la consulta, digan cosas por el estilo:

 A veces escucho como una voz dentro de mí que me dice cosas.

 Es como si algo dentro de mí me obligara a hacer cosas que no quiero hacer.

 A veces tengo pensamientos que no son míos.

 Hay momentos en que no soy yo.

 Hay momentos en que mi esposa me dice que parezco otra persona.

 Hay momentos en que mi marido me dice que parezco un hombre.

 Hay algo dentro (o fuera) de mí que me impide hacer todo lo que me propongo.

 A veces siento como si hubiera otra voluntad dentro mí.

Como frecuentemente la adherencia del alma perdida suele suceder en la infancia, la persona crece y se desarrolla con una forma de ser que cree que le es propia, pero en realidad no es totalmente de ella. Si la invasión del aura se produce en la vida adulta, la diferencia entre el antes y el después puede ser más clara. Cuando es así, generalmente puede identificarse algún hecho o momento preciso a partir del cual se produjo el cambio en el humor o en el comportamiento de la persona. Pudo haber sido un accidente, una intervención quirúrgica, una violación o un gran dolor emocional o apenas una visita de cortesía a algún conocido hospitalizado. Luego del incidente, repentinamente la persona comienza a actuar de una manera diferente, como si fuese otra persona o puede tener síntomas físicos que antes no tenía. Como ejemplo, es posible que tenga actitudes agresivas hacia una persona con la cual previamente no tenía problemas o puede que de improviso surja alguna adicción o incluso es posible que se alteren sus hábitos sexuales.

Lo que sucede es que el alma perdida conserva su psiquismo intacto y, por lo tanto, continúa con las mismas emociones, con las mismas sensaciones, con las mismas conductas y creencias que tenía cuando estaba en el cuerpo, las cuales se transfieren a la persona viva. Los traumas, las sensaciones, las emociones y las creencias no terminan ni se resuelven porque uno se muere; de hecho, esta es la razón de ser de la TVP. Cuando nos vamos de esta vida, nos llevamos nuestra historia a otro lado. Nadie se convierte en sabio o maestro por el solo hecho de morir. Más aún, al permanecer el alma perdida en el plano físico conserva también los dolores que tenía el cuerpo físico porque se ha quedado con esa impresión. Por eso es posible que una persona de pronto manifieste síntomas físicos que antes no tenía o se enferme sin tener signos orgánicos que lo justifiquen, porque está experimentando los dolores del alma perdida la cual sigue aferrada a la ilusión del cuerpo físico.

Básicamente, lo que ocurre entonces es que el psiquismo de la persona muerta se mezcla, a nivel subconsciente, con el psiquismo de la persona viva. De pronto, es como si hubiese dos o más voluntades en una misma persona y la verdad es que de esto se trata todo el asunto de las almas perdidas: la puja inconsciente entre dos o más voluntades. No hay demonios ni diablos ni posesión demoníaca, aunque a veces pueda parecerlo. En la mayoría de los casos, cuando se habla de posesión, lo más probable es que se trate del abuelo, del bisabuelo o de algún conocido fallecido de la persona afectada. Lo que tradicionalmente llamamos demonios es en realidad un tipo particular de entidades que tienen el propósito concreto de perjudicar a una persona y a las cuales veremos en acción más adelante.

Como habitualmente no hay consciencia de lo que está ocurriendo, el psiquismo del alma perdida se interpenetra en forma insensible con el de la persona viva de manera tal que es muy difícil poder discriminar a quién pertenecen realmente las sensaciones, emociones y pensamientos. En realidad, ni siquiera se sospecha lo que ha ocurrido. El desconocimiento de la realidad espiritual, el escepticismo, el cientificismo y las creencias culturales y religiosas facilitan el accionar de estas energías intrusas e impiden que una persona pueda tomar consciencia de la influencia de estos seres en su vida.

Al común de la gente ni siquiera se le ocurre pensar de que algunos de sus pensamientos y su forma de actuar o de reaccionar no le son propios. Una persona puede pasarse toda su vida así sin sospechar jamás que ha tenido conviviendo con ella un inquilino que probablemente le causó cientos de inconvenientes y que, además, nunca pagó el alquiler. Es posible que creamos que estamos haciendo lo que queremos hacer cuando en realidad estamos haciendo lo que quiere hacer otra voluntad. Tal vez esto se exprese como una ambivalencia o como una lucha interior entre que queremos hacer algo y, al mismo tiempo, sentimos un freno o un impedimento interior para llevarlo a cabo. A veces sentimos un bloqueo que nos impide concretar determinados proyectos o dilatamos el inicio de una tarea y, entonces, hablamos de sabotaje inconsciente o decimos que nos boicoteamos, cuando en realidad lo que está ocurriendo es que alguien más, dentro de nosotros, se encarga de frenarnos en nuestros impulsos vitales. También puede ocurrir lo contrario; una persona puede sentir una fuerza imperiosa y urgente que la impulsa a sobrecargarse de tareas y asumir responsabilidades que no le corresponden. Entonces hablamos de mandatos familiares, de exceso de responsabilidad o de temor a fallar cuando lo que puede estar sucediendo es que hay allí un alma perdida que no completó su tarea y procura realizarla a través de un instrumento idóneo.

En ocasiones es posible que alguien quiera relacionarse con nosotros, pero quien está en nuestra aura lo rechaza. Puede suceder entonces que cada vez que esa persona se nos aproxima nos sintamos mal, cuando en realidad el malestar, la molestia y el fastidio son del otro. Más de una vez, algún padre celoso de su hija le ha espantado, desde el más allá, a cada uno de sus pretendientes y una suegra entrometida, con su presencia invisible, ha provocado más de un conflicto en el matrimonio de una pareja. Porque cuando estamos a solas, en la intimidad de la pareja, ¿quién nos asegura de que estamos realmente solos? ¿Cómo es hacer el amor cuando hay dos o más presencias invisibles de cada lado? Pronto tendrán un par de ejemplos de lo que estamos hablando donde comprenderán mejor hasta dónde puede llegar esta influencia. Las almas perdidas pueden llegar a provocar tensión y distancia en las relaciones de pareja y a menudo son la causa de la confusión acerca de la identidad sexual. En su experiencia clínica, Edith Fiore encontró que una de las causas de la homosexualidad es la posesión por espíritus del sexo opuesto. Si la posesión tuvo lugar antes de la pubertad, el desarrollo sexual se veía desde entonces desorganizado y el poseído crecía creyendo que él deseaba parejas sexuales del mismo sexo cuando en realidad eran los entes los que estaban haciendo la elección.

La presencia de más de una voluntad en el subconsciente de una persona nos da pautas para entender mejor el caso de las personalidades múltiples. Un psicótico, ¿es verdaderamente un psicótico o hay alguien más allí que está interfiriendo con los procesos mentales de esa persona? No tengo experiencia en psiquiatría para poder profundizar más en este punto, pero si una persona con el diagnóstico de psicosis ha tenido un trauma severo en su infancia, es seguro de que ha perdido una parte de su alma o de su energía vital y eso significa que tiene una brecha en su campo vibratorio por la cual pueden entrar todo tipo de energías. Desde el momento en que en una misma sesión terapéutica pueden manifestarse en una persona varias entidades diferentes, cada una con su propia historia, modalidad de expresión, lenguaje, emociones y sensaciones, la posibilidad de perder la cordura está al alcance de cualquiera. Aquí conocerán algunas historias que los harán reflexionar sobre esta posibilidad.

Cuando hablamos de la presencia de más de una voluntad, ¿cuántas almas perdidas puede albergar el campo vibratorio de una persona? Seguramente se van a sorprender con la respuesta, pero la verdad es que puede haber cientos de ellas en la atmósfera energética de una persona. Al principio de mi práctica yo me sorprendía cuando, en una misma sesión, llegaban a manifestarse hasta cinco voluntades diferentes en un paciente y me hacía a mí mismo la pregunta que acabo de formular. Con el tiempo, me di cuenta de que, tal como lo afirmaba Edith Fiore, podía llegar a haber hasta decenas de entidades en una persona. Confieso que yo estaba bastante perplejo con esto. ¿Cómo era posible que esto sucediera? Resolví la incógnita cuando comprendí que el alma es un campo de energía que puede fragmentarse o disociarse y que un fragmento, por pequeño que sea, contiene toda la información del campo original. La pista final me la dio una entidad que habitaba junto con otras en el plexo solar de un paciente formando una colonia. Al manifestarse en la sesión terapéutica a través del paciente que parasitaba me dijo: Para nosotros, el plexo solar de una persona es como el sistema solar para ustedes. Aquí podemos caber miles sin siquiera tener relación unos con otros. La explicación me pareció coherente con los postulados de la física cuántica, con la evidencia clínica de los pacientes y el hallazgo de partículas intrusas por decenas en las bioelectrografías.

Los síntomas que puede presentar una persona sujeta a una influencia espiritual pueden ser tan variados como los motivos que llevan a un paciente a consultar con un terapeuta. Al fin y al cabo, muchas de las sensaciones que aquejan al consultante en estas condiciones pertenecen al alma perdida que las arrastra de su vida en el cuerpo físico. Veamos pues, sin pretender agotarla, una lista de las manifestaciones clínicas más comunes que una persona puede padecer cuando se encuentra bajo la influencia de almas perdidas o energías extrañas:

 Escuchar voces que hablan dentro de la cabeza o fuera de ella

 Pensamientos extraños y obsesivos

 Trastornos compulsivos

 Obsesiones de todo tipo

 Personalidad múltiple

 Cambios repentinos en la personalidad o en el humor

 Confusión mental

 Falta de voluntad

 Somnolencia fuera de los horarios habituales del sueño

 Cansancio o fatiga crónica

 Dolores o síntomas físicos en ausencia de patología orgánica

 Enfermedades psicosomáticas

 Fobias y miedos

 Ideas de suicidio

 Agresividad repentina

 Conflictos vinculares

 Conflictos afectivos

 Conflictos de pareja

 Trastornos o cambios en la esfera sexual

 Adicciones

 Depresión, angustia o ansiedad

 Obesidad

 Anorexia

 Dificultades que se presentan sistemáticamente al emprender ciertas tareas

Como pueden apreciar, estos son síntomas o trastornos que pueden deberse a otras causas y que no son específicos de la presencia de almas perdidas. No debe sorprendernos que así sea, ya que los síntomas pertenecen, después de todo, a una persona muerta que ahora es un alma perdida. Es el momento de la aparición del síntoma lo que lleva a sospechar que éste puede deberse a la presencia de un alma perdida. Si el síntoma comienza luego del fallecimiento de un familiar o después de una intervención quirúrgica o de un accidente grave o quizás después de la visita a un cementerio existe la posibilidad cierta de que la persona ha sido invadida por una energía intrusa. Si se tratara de una personalidad múltiple o de escuchar voces invisibles que acosan a la persona, yo no dudaría un segundo en sospechar que estoy frente a un caso de influencia o acoso espiritual.

La influencia espiritual se ejerce y se padece independientemente de nuestras creencias. Todos, absolutamente todos, podemos ser objeto y sufrir las consecuencias del accionar de energías intrusas. Recuerdo una anécdota que relata Albert de Rochas en su libro Las vidas sucesivas, allá por el año 1894. En sus investigaciones sobre la regresión de memoria, Rochas se encontró con la manifestación de una entidad espiritual llamada Vincent, en Mireille, uno de sus sujetos de investigación. Vincent manifiesta ser una personalidad diferente de Mireille y le relata a Rochas, entre otras cosas, su encarnación en otro sistema solar. Rochas descree de la existencia real de Vincent, ante lo cual éste le replica: Felizmente sus dudas no me impiden existir. Las almas perdidas son una realidad natural y tanto su existencia como su accionar sobre los seres vivos no dependen de nuestras creencias.

Terapia de la posesión espiritual

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