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Murciélagos sobre Tebas

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A ratos Fausto fantaseaba con el nombre del distrito donde vivía: San Juan de Tibás. Dos partes: una española y otra indígena. Lo de San Juan, ni modo: así como nunca falta un pelo en la sopa, tampoco falta un santo en el nombre de las comunidades del país –empezando por la capital: San José, antiguamente Villa Nueva de la Boca del Monte (¿de la Boca del Lobo?)–. El niño pasaba horas en la iglesia de Tibás contemplando la pintura de Jesús bautizado en el Jordán por Juan el Bautista, el decapitado de Salomé, ubicada cerca de la puerta principal.

En cuanto a Tibás, la cosa es más interesante: término indígena que significa algo así como río caliente.

Juan bautiza a Jesús en las aguas calientes del Jordán.

Lo más curioso para Fausto era el antiguo nombre castellano de San Juan de Tibás: San Juan del Murciélago. Sin duda era la Transilvania local. Si Escazú es la Salem del país por sus brujas, Tibás es su Transilvania por sus murciélagos. En el corazón del escudo municipal se aprecia uno de esos bichos voladores, primos de los vampiros. Fausto era hijo de la noche, hermano del murciélago. Quizás por eso, uno de sus héroes predilectos era el encapuchado Batman, saltando de un edificio a otro de Ciudad Gótica con ayuda de su baticuerda.

San Juan Bautista es un vampiro que chupa la sangre de Jesús desnudo en las aguas calientes de Tibás. Sobre ellos desciende, no la luz de la paloma celestial, sino el chillido mudo del murciélago.

Pocas semanas antes de morir en el accidente, el papá de Fausto le había regalado una enciclopedia UTEHA de diez tomos, de pastas duras y moradas, la que llegó a ser manantial importante en la formación del muchacho. Una tarde en que hojeaba la letra T encontró la palabra Tebas.

Tebas/Tibás, pensó. Fausto leyó sobre la ciudad de Edipo.

Tebas/Tibás: la ciudad de San Juan el Decapitado, de Edipo el Desojado, de Fausto deshojando los libros a fuerza de tanto leer, de Fausto des(h)ojándose a sí mismo frente al poder de la letra impresa.

¿Te vas, Fausto, te irás de Tibás, para errar como San Juan en el desierto –cuando aún tenía cabeza– o como Edipo fuera de la ciudad –cuando ya no tenía ojos–?

¿Serás, Fausto, el Edipo vampiro de Tibás?

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