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2. En Buenos Aires y Luján

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El nuevo misionero se embarcó para Buenos Aires a fines de septiembre de 1871, llegando el 24 de octubre del mismo año, cuando la ciudad no lograba todavía olvidar el pavoroso recuerdo de la reciente epidemia de fiebre amarilla que la había azotado hasta paralizarla por completo, obligando a clausurar iglesias, escuelas, oficinas, centros comerciales y de recreación, colmando los cementerios de cadáveres11.

A su llegada al país, Salvaire se incorporó al cuerpo de profesores del Colegio San Luis de los Franceses12, dedicándose por algunos meses a la docencia y al aprendizaje del castellano, llegando a ser tan rápidos sus progresos13 que el 20 de mayo de 1872, pudo ser enviado a la Villa de Luján en calidad de teniente cura del padre Eusebio Fréret, pues en enero de ese mismo año el arzobispo León Federico Aneiros había confiado a los vicentinos la atención pastoral del célebre Santuario de Nuestra Señora de Luján, hasta esos momentos en manos del clero secular.

En esos años estaba al frente del Curato de Luján el canónigo honorario Luis Duteil, quien consciente que con la llegada del Ferrocarril del Oeste a la Villa y la creciente afluencia de peregrinos, el Santuario podría convertirse en un gran centro de piedad y renovación espiritual para toda la Argentina, propuso al arzobispo Aneiros confiarlo a alguna comunidad sacerdotal relativamente moderna y ya bien arraigada en el país, dispuesta a consagrar la actividad de sus miembros a una actividad pastoral mancomunada y orgánica. Tal era el caso, por ejemplo, de los grandes santuarios marianos de Europa, como Loreto, Monserrat, Einsiedeln, Lourdes, etc.

Por aquel tiempo esas posibles comunidades no eran más que dos: los Bayoneses, fundados por el Beato Miguel Gariçoits y los Sacerdotes de la Misión o Vicentinos, fundados por San Vicente de Paúl. Pero sus respectivos superiores se resistían a hacerse cargo de esta obra por carecer de personal suficiente y por tener respectivamente entre manos un colegio de segunda enseñanza (San José-San Luis) que secundaba los pocos existentes del Estado y prometía hacer mucho bien a la juventud. Además, los primeros aducían que monseñor Mariano Escalada, el anterior arzobispo, los había llamado para atender principalmente a la numerosa colectividad vasco-francesa de la capital y sus alrededores, y que por lo tanto no debían alejarse mucho del centro de su acción.

Entre tanto, dos acontecimientos del año 1871 terminaron por convencer a los Vicentinos de aceptar el ofrecimiento del Arzobispo: la terrible epidemia de fiebre amarilla, que desorganizó completamente el personal docente del Colegio San Luis14; y la “Primera Peregrinación General” a Luján del 3 de diciembre de 1871, que puso de manifiesto la necesidad que el Santuario tenía de un grupo de sacerdotes homogéneo, dispuesto a incrementar estas grandes manifestaciones populares.

El primer contacto de Salvaire con el Santuario ocurrió precisamente en ocasión de dicha Peregrinación, decretada por monseñor León Federico Aneiros, por entonces Obispo Titular de Aulón y Vicario Capitular de la Arquidióceis15.

Entre los numerosos peregrinos que vinieron entonces a Luján, estaba Salvaire con un grupo de alumnos que concurrían en representación del Colegio San Luis Rey de Francia de la capital. Sobre las impresiones de esta primera visita y sus futuros alcances, A. Scarella comenta:

“Desde un principio el P. Salvaire con su entusiasmo juvenil, su genio artístico, su vasta preparación y su profunda piedad, quedó gratamente impresionado y enamorado de la Virgencita de Luján, sin sospechar siquiera el importante papel que debía desempeñar un día en el desarrollo del culto de la misma y en la construcción de la magnífica Basílica actual. Desde entonces, allá en sus adentros, le parecía que no había proporción entre una imagen tan preciosa y el Santuario que la cobijaba. Una perla tan valiosa, solía decir de regreso a Buenos Aires, merece un estuche de más valor que el que tiene en la actualidad. Dios debía darle un día la razón y ponerle en circunstancias de realizar tan hermoso pensamiento”16.

Una vez instalado en la Villa, Salvaire comenzó a colaborar estrechamente en las diversas obras emprendidas por el nuevo párroco en el intento de incrementar la atención pastoral de la parroquia y el santuario, convirtiéndose en su principal apoyo. De esta manera, el joven sacerdote se entregó con generosidad y entusiasmo a las tareas que le fueron confiadas, comenzando a cobrar así un cariño particular por la Villa y el Santuario, medio humano y religioso que le permitían desplegar con particular intensidad y éxito las primicias de su vida ministerial: clases en el colegio-seminario recién fundado17, predicación dominical, enseñanza del catecismo, pláticas especiales, visitas domiciliarias, atención de los peregrinos y enfermos, fundación de asociaciones, dirección de los trabajos de refacción general del viejo templo, etc.


5. En la fe de bautismo se lee: “L´an mil huit cent quarente sep et le sept du mais de Janvier à été baptisé André Louis George Marie, fils de Mr. Jean Jules Félix Salvaire, proffesseur, et de Dama. Marie Modette Stphanie Vazquez, mariés. Parrain, Mr. André Salvaire; Marraine, Me. Adelaide Barbaza; signés avec nous: Abeilhou, Curé...” (Parroquia Saint Jacques, Castres, Lib. Bautismos, 1847, nro. 4. Ibíd., partida de nacimiento “des Registres de l´état civil de la Commune de Castres, Tarn, 1847”, nro. 12; aquí el padre figura como “proffesseur de Belles Lettres”.

6 Carta enviada a Felisa C. Echeverría de Lobato Mulle, fechada en Abidjan, el 28 de abril de 1958, donde residía temporariamente con su esposo, Mr. Armand Josse, Senador de la Côte d´Ivoire (PSE, 59).

7. Ibíd., 59-60.

8. Sobre la pericia del P. Salvaire respecto a estas últimas disciplinas, un amigo íntimo suyo, C. R. ACHUA, refiere en carta al director de LPP, del 8 de mayo de 1943: “... 4.º Que los planos de la Basílica fueron delineados por él, pues era un gran dibujante y con tal motivo hizo un viaje a Europa y allí recorrió las principales Catedrales góticas de las que copió lo mejor y más adecuado. 5.º Que los dibujos de los notables vitreaux con sus alegorías de diversos asuntos religiosos y argentinos, fueron ideados y dibujados por él, los que más tarde se ejecutaban en las principales fábricas de Francia. 6.º Que en el Archivo de la Parroquia existen guardados los importantes álbumes pintados por él. 7.º Que el Padre Salvaire era también muy músico y había estudiado canto en el Conservatorio de París. Yo que en aquel entonces estudiaba piano, le acompañé más de una vez en el pequeño órgano de la antigua Iglesia «El Ave María de Gounod», «El Ave Verum o Pieta Signore de Stradella» y otros «motetes religiosos»; por donde se verá que el Sr. Cura de Luján, era un sacerdote ilustrado y de los que hacen honor a las Instituciones a que pertenecen” (LPP, Año 1943, 134-136).

9. Según ARTURO CHAMBON, fue precisamente su madre la que le trasmitió al futuro misionero, desde su más tierna infancia, esa profunda devoción a la Virgen María, “que es el distintivo y el honor de las Hijas de Iberia”, por cuya gloria tanto había de trabajar en el curso de su vida una vez radicado en Argentina (El Padre Salvaire. Apóstol de la devoción a la Virgen de Luján, en LPP, Año 1942-1943, 7-8).

10. En el primitivo libro de personal de la Congregación en la Argentina, se lee: “9.º G. Salvaire. Mr. Georges Marie Salvaire, fils de Felix Salvaire et de Marie Vasquez, né le 6 Janvier 1847 à Castres, diocése d´Albi; entré dans la Congrégation le 18 Juin 1866; a fait les voeux le 26 Juillet 1868; arrivé á Buenos Aires le 24 Octobre 1871. Mort 4 Fev. 1899 à Lujan” (Livre renfermant les noms des Confrères et Des Frères Coadyuteurs de la Province de Buenos-Ayres. 1859; fols.5, Archivo Casa Provincial).

11. Respecto a la comunidad sacerdotal a la que se integra Salvaire, A. CHAMBON, señala: “La comunidad Vicentina contaba en aquella época, con hombres eminentes en saber y virtud, siendo los más conocidos los PP. Lavaissiére, Maleval, Patoux, Revelliére y Tanoux [además de Fréret, George, Cabanel, Montagne y Tanoux], quienes se habían conquistado las simpatías generales del pueblo y del Gobierno con los servicios prestados a los hijos del país, ora en las ambulancias en los días de la Guerra del Paraguay, ora en la cabecera de los moribundos cuando el cólera y la fiebre amarilla diezmaron los habitantes de la Capital. Dos de ellos habían muerto a consecuencia de la fatiga [La Vaisière y Patoux], salvándose los demás por milagro”(idem., 9). En los años l869-1870, la distribución de los sacerdotes era la siguiente: los padres Eusebio Fréret, Nicolás Emilio George y Ladislao Patoux en la Casa “San Vicente” (calle Cochabamba); y Jorge Enrique Lavassiére, Emanuel Pedro Cabanel, julio Carlos Montagne y Esteban Tanoux en el Colegio “San Luis”(o.c, 7).

12. Sobre el origen de este establecimiento, el P. Jorge Enrique Révellière, informa: “[Traducción] 1866. Colegio San Luis. El P. [Santiago Luis] Lavaissiére, comprendiendo que el único medio de regenerar la sociedad en este país minado por la masonería y el liberalismo era actuar sobre la juventud mediante la enseñanza, abrió el Colegio «San Luis», con la finalidad, también, de favorecer las vocaciones al estado eclesiástico. Los alumnos acudieron numerosos, tanto que el P. Lavaissiére se vio en la necesidad de cambiar de local. Alentados por estos felices comienzos, los Superiores le concedieron más ayuda” (MPAR, fols. 4-5). Los diversos locales donde funcionó el colegio hasta su cierre en 1872, fueron: en la calle Libertad; frente al Hospital Francés; en la calle Tucumán; y en la calle Esmeralda (entre Lavalle y Tucumán, templo metodista).

13. En cuanto a la rapidez con que aprendió a hablarlo y escribirlo, hay que tener presente que no era para él una lengua totalmente desconocida, como en el caso de otros vicentinos contemporáneos, pues su madre era española y su padre “profesor de español”, como lo señalamos. Así que el terreno del aprendizaje venía abonado por algún tipo de conocimiento previo que explica sus “rápidos progresos”, más allá de sus notables capacidades personales. La abundante correspondencia y escritos son testimonio fehaciente del perfecto dominio que alcanzó del mismo.

14. En la atención de los enfermos, solo en el recinto de la ciudad, fallecieron unos sesenta sacerdotes. Entre ellos, el P. Lavaissiére, fundador del colegio, el P. Patoux, sucesor en la dirección, y varios colaboradores externos muy allegados al establecimiento.

15. Fue convocada por un doble motivo: Desagraviar a Dios por los acontecimientos políticos que se desarrollaban por entonces en Roma y demás Estados Pontificios (la llamada “Cuestión Romana” y la prisión del papa Pío IX); y dar gracias a la divina Providencia por la desaparición de la terrible epidemia de fiebre amarilla en el país.

16. Historia de la Virgen de Luján, 259.

17. El mismo debe ser considerado como continuación, bajo algún aspecto, del Colegio San Luis de la Capital, al menos en lo referente a la formación de vocaciones eclesiásticas. Confirma este parecer el Informe remitido a París el 1.° de enero de 1873 por el P. Révellière: “Nuestra Misión de Buenos Aires ha sufrido una modificación importante. El Colegio no cumplía el fin para el que se había fundado, y había pocas esperanzas que alguna vez pudiera merecer el nombre de Seminario, como se había creído poder darle al principio. Por otra parte, dificultades de toda clase habían sugerido a la muerte del P. Lavassiére, que era su Director, y se vacilaba sobre el partido a tomar, cuando Monseñor Aneiros, Administrador de la Diócesis, ofreció a Nuestro Muy Bien amado Padre [el Superior General] confiar a los Misioneros de Buenos Aires el célebre Santuario de Luján, pequeña Villa vecina a la Capital. Esta circunstancia providencial permitió dejar el Colegio que se entregó a una persona autorizada de la Institución y trasladarse a Luján con algunos alumnos, que, habiendo manifestado indicios de vocación religiosa, podrían ser el núcleo de un verdadero pequeño Seminario” (ACM, Tomo XXXI, 1874, 40). Esta es precisamente la finalidad primordial que persiguió el P. Fréret con su fundación.

Jorge María Salvaire, CM

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