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3. Labores apostólicas en Azul y Bragado.

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Después de conocer el sombrío panorama que aguardaba a los flamantes misioneros, volvamos a retomar el tema de las primeras actividades que emprendieron para dar comienzo a la obra que con tantas expectativas había puesto en sus manos monseñor Aneiros23. Para fijar la sede de la misión, alquilaron una pequeña casa, junto a las viviendas de los indios afincados en la población, cerca del arroyo Azul, que además de residencia personal funcionaba como oratorio y escuela. De inmediato se entrevistaron con el cacique Cipriano Catriel, que le aseguró su influencia sobre los padres de familia de la tribu para que enviaran sus hijos a la escuela; y comenzaron así a estudiar la lengua indígena con la ayuda de la vieja gramática araucana del jesuita chileno Andrés Febrés24; dieron luego comienzo a las clases de catecismo para niños y adultos; visitaron las familias residentes en los toldos cercanos (Arroyo Nievas); y con la ayuda de una preceptora india abrieron la escuela de niñas, mientras ellos se ocupaban de los varones, hasta tanto consiguieran “un mozo indio regular” que los supliera.

Mientras tanto, Salvaire asumió directamente la predicación de una misión y la realización de un aventurado viaje de insospechadas consecuencias para el futuro de su vida. Aprovechando los meses del invierno de 1874 y la ausencia de buena parte de los varones de la tribu de Catriel, ocupados en la caza y las boleadas, misionó entre los meses de julio y septiembre de ese año la tribu pacificada del cacique José María Railef en las cercanías de la actual ciudad de Bragado (Olascoaga - Laguna “La Barrancosa”), junto con el P. Enrique Cescas, bayonés.

Ante todo, tengamos en cuenta que en el presente caso se trataba de una misión volante, eminentemente religiosa, o sea, presencia temporaria de los sacerdotes en el lugar, enseñanza del catecismo y administración de los sacramentos; y no de una misión estable, es decir, radicación permanente de los mismos en el medio e incorporación de objetivos destinados a promover una auténtica promoción humana de las comunidades indígenas (educación, iglesia, viviendas, pautas sanitarias, fomento de la agricultura y cría de ganado, impulso de las artesanías, etc.), tal como se intentaba hacerlo en el Azul, por esos mismos días, o como más tarde procurará concretarlo otro vicentino, Emilio Savino, en medio de los Coliqueo. Por lo tanto, en algún momento esta debía concluir; si bien no quedaba cerrada la posibilidad de reanudarla o estabilizarla más adelante, siempre y cuando se consiguieran fondos y personal.

La misión comenzó el 22 de julio; y se extendió, sin pausa alguna, hasta mediados de septiembre, cuando debió interrumpirse a causa de la “Revolución Mitrista”, cuyos efectos también se hicieron sentir en Bragado, al igual que en Azul, y toda la campaña bonaerense. Un momento clave de la misma fue el día en que el cacique y su esposa, Bernarda, recibieron el bautismo y celebraron el casamiento, realizando poco después la primera comunión, manifestando ambos el ferviente deseo de abrazar el cristianismo.

Tras el ejemplar bautismo del cacique, los misioneros continuaron visitando los ranchos de los indios y de algunos vecinos cercanos. Con ello perseguían un doble propósito: respecto a los primeros, proseguir con la catequesis en orden a la celebración de nuevos bautismos; y en cuanto a los segundos, ya cristianos, procurar su casamiento, pues llevaban una “vida poco moral y religiosa”. Con el correr de los días recibieron el bautismo 56 personas más (37 adultos, 5 adolescentes y 14 niños); y se casaron 14 parejas. Además, algunos indígenas pudieron recibir los sacramentos de la penitencia y de la eucaristía; habiéndose distribuido 248 comuniones en total, incluidas las realizadas por los vecinos cristianos de los alrededores25.

Jorge María Salvaire, CM

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