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INTRODUCCIÓN

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El padre Jorge María Salvaire, el más ilustre y querido de los capellanes históricos de Luján, considerado el hijo predilecto de María de Luján1, formó parte del nutrido grupo de sacerdotes que en la segunda mitad del siglo XIX llegaron al puerto de Buenos Aires como resultado de las gestiones emprendidas por los Arzobispos Escalada y Aneiros, quienes lograron interesar a algunas congregaciones religiosas europeas en abrir un nuevo campo de acción apostólica en la Argentina (lazaristas o vicentinos, bayoneses, salesianos, pasionistas, redentoristas, palotinos, etc.). A todos los alentaba el deseo de contribuir con sus esfuerzos a sostener y ampliar el quehacer pastoral en el ámbito de la extensa Arquidiócesis de Buenos Aires que, a causa de la profunda crisis en que la sumieron por largos años el proceso de la independencia y la organización nacional (situación común a las diócesis del interior del país), carecía todavía de clero suficiente y debidamente preparado como para afrontar con éxito los nuevos desafíos que le presentaban los acontecimientos presentes (obra parroquial, misionera, hospitalaria, educativa, de promoción social y atención de los inmigrantes, etc.).

El destino de estos sacerdotes fue diverso: unos permanecieron en la gran ciudad, o se radicaron en los pueblos que con pujanza comenzaban despuntar en el interior de la provincia de Buenos Aires; otros se encaminaron a visitar periódicamente las poblaciones de la campaña y las colonias de extranjeros (irlandeses, vascos franceses, rusos-alemanes, etc.); y algunos quedaron comprometidos, como clérigos itinerantes, en la predicación de misiones en parroquias rurales y poblaciones de frontera, alcanzando con su palabra a alguna tribu de indios mansos o reducidos.

El P. Salvaire, por su parte, dejó la Francia natal a fines de septiembre de 1871, llegando al puerto de Buenos Aires el 24 de octubre del mismo año. Era un joven sacerdote, con tan solo veinticuatro años, deseoso de cumplir sus sueños de misionero. Muchos años después, el canónigo Juan A. López, director de “La Voz de la Iglesia”, recordará con estas acertadas palabras el momento de la llegada, destacando los aportes que este hijo de San Vicente de Paúl estaba dispuesto a brindarle a aquella la Iglesia diocesana que esperanzada lo recibía:

El R. P. Salvaire no había nacido en este suelo; pero en los designios del Altísimo estaba que aquí, en nuestras playas, encontrara el escenario propio de su vocación. El distinguido religioso de la Misión, muy joven aún, casi apenas sacerdote, vino a establecerse entre sus hermanos de congregación, poniendo sus aptitudes, su clara inteligencia, su seleccionada erudición, y especialmente su gran voluntad para el estudio y su carácter emprendedor, al servicio de la vasta Arquidiócesis de Buenos Aires2.

El 4 de febrero del año 1999, se cumplió el centenario de la muerte del Padre Salvaire, “flor de los Lazaristas del Río de la Plata”3, cuya figura ha quedado indisolublemente ligada a Luján en razón del ejercicio de su ministerio sacerdotal y de la construcción de la gran Basílica. En 1872 fue nombrado Teniente Cura del Santuario; y en 1889, Cura y Capellán, cargo que le permitió dedicarse plenamente a concretar su gran sueño: un nuevo templo que albergara la Sagrada Imagen de la Virgen y que pudiera acoger con facilidad a los peregrinos, cada vez más numerosos a causa de la comodidad que les ofrecía el Ferrocarril del Oeste para visitar el viejo Santuario de Lezica y Torrezuri, inaugurado el 8 de diciembre de 17634.

Su paso por Luján es, sin duda alguna, el aspecto de su vida que más se conoce y el que dejó huellas más profundas. De su incansable actividad fueron testigos los vecinos de la ciudad, las personas que lo ayudaron, los peregrinos que lo conocieron y la prensa de la época que publicó sus emprendimientos e iniciativas. Desde el Santuario se proyectó como sacerdote ejemplar, orador elocuente, abnegado catequista, infatigable difusor del culto mariano, promotor de grandes peregrinaciones, periodista, historiador, impulsor de obras sociales y benéficas; y, por fin, arquitecto que planeó e inició la construcción de la monumental Basílica.

En la presente ocasión no se pretende ofrecer al lector una biografía detallada del padre Salvaire, que abarque todos los momentos y aspectos de su extraordinaria personalidad. Nos conformamos en presentar en apretado resumen aquellos datos fundamentales que nos permitan acercarnos a su persona y conocer a grandes rasgos el desarrollo de su actividad sacerdotal en la Argentina, entre los años 1871-1899.

1. Respecto a la decisión de Salvaire de ser conocido, ante todo, como el “Capellán de la Virgen”, ANTONIO BRIGNARDELLI, comenta: “El 25 de mayo de 1889, da glorioso en que se conmemora el feliz aniversario de nuestra Independencia, recibióse oficialmente, el nuevo Cura de su feligresía, tomando á un tiempo desde entonces el simpático título de Capellán del Santuario de Ntra. Sra. de Luján” (LPP, Año 1896, 375). De esta manera, quiso retomar para sí el título empleado por los primeros sacerdotes que sirvieron a la Sagrada Imagen desde la época de Pedro de Montalbo (1685-1701), fundador y primer capellán de la Capilla de Nuestra Señora del Río Luján, luego caído en desuso, desplazado por el de cura párroco.

2. Nota necrológica: R. P. Jorge M. Salvaire (De “La Voz de la Iglesia”), en LPP, Año 1899, 107.

3. Así lo llamó Fernando Meister, su antiguo compañero en la misión indígena de Azul, al saber la noticia del fallecimiento: «¡Qué golpe fuerte, no digo para la Congregación de Lazaristas de esta Provincia, aunque él sin duda, puede llamarse “la flor de los Lazaristas del Río de La Plata”, si no para esta República entera! ¿Dios mío, qué significa esto no estando aún en la mitad de su obra gigantesca, la Basílica, teniendo sin concluir bajo sus manos, obras históricas de grande importancia, para las cuales difícilmente se podrá encontrar un hombre, que tenga la fuerza y el ánimo de terminarlas? Que Uds. y con vosotros todo Luján y Buenos Aires están sumergidos en el dolor, se comprende» (LPP, Año1899, 135). Algunos ampliaron el título y dijeron de él que era también “la flor de los lazaristas de Sud-América” (Ibíd., 342).

4. ANTONIO SCARELLA sintetiza en estas palabras la benemérita obra de Salvaire en Luján (figuran al pie del retrato que reproduce): «Apóstol del Culto de Ntra. Sra. de Luján. Su historiador. Promotor de su Coronación. Iniciador del proyecto de su Basílica. Constructor del Colegio de Luján. Fundador de la revista “La Perla del Plata”, del primer Hospital, del Círculo de Obreros Católicos y de la Conferencia de las Damas de S. Vicente. Trabajó en Luján más de 25 años» (Historia de Nuestra Señora de Luján, 346).

Jorge María Salvaire, CM

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