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Ladrón de integridad N.º 3: El miedo

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Nuestra vergüenza, nuestra creencia de que «soy eso...» da origen a nuestra sombra, nuestra creencia de que «no quiero ser eso...», que a su vez da lugar a otro ladrón de integridad: vivir en un estado constante de miedo. ¡Tememos a cada momento de nuestra vida que alguien descubra nuestras faltas y nuestra bajeza! Esto, junto con ese bucle de significado negativo que se reproduce sin parar en nuestras mentes, nos paraliza. Vemos la vida a través de las lentes del miedo. El miedo impregna cada área de nuestro ser. Abrigamos temores sobre nosotros mismos: «No soy lo suficientemente bueno, atractivo o competente», sobre la vida: «La vida es injusta. La vida es sobre la lucha» o sobre los demás: «La gente me decepcionará. No se puede confiar en nadie. Todo el mundo me deja». Nos dan miedo incluso las «cosas buenas»: «El amor duele. La felicidad no existe. Nada dura para siempre».

Este estado constante de miedo se convierte en la base de nuestro estado mental: el lugar desde el cual interpretamos la vida, generamos pensamientos y sentimientos y determinamos acciones y comportamientos. Un gran porcentaje de mis clientes vienen a verme porque están paralizados por el miedo y han permanecido así durante años y a veces incluso décadas. Han seguido casados por temor a la inseguridad económica o por miedo a estar solos o a que los juzguen. No han perseguido sus sueños ni han aprovechado oportunidades por miedo al fracaso o al cambio. Han permanecido en segundo plano por temor a ser avergonzados o a ser vistos. Otros están estancados porque giren en la dirección que giren, su miedo los golpea en la cara. Tienen tanto miedo a ser invisibles como a ser visibles. Temen parecer tontos, o excesivamente inteligentes. Tener éxito y no tenerlo. Estar enamorados y amar porque les aterra desenamorarse y sentirse indignos de ser queridos. ¡Les da miedo moverse en cualquier dirección, y se quedan quietos!

Al vivir en nuestra nube de miedo, sentimos frecuentemente la pérdida o el rechazo que más tememos, porque nuestro miedo no solo nos paraliza sino que también nos separa. Nos separamos de los demás temiendo que descubran que no somos dignos de amor o que no nos merecemos nada. Nos separamos de nuestra realidad cotidiana evadiéndonos de ella y dedicándonos a toda clase de conductas adictivas que nos impiden sentir el dolor, la vergüenza y el miedo que albergamos.

Nos separamos de nuestra integridad (de nuestras verdades más profundas) porque nos da mucho miedo que los demás las descubran y nos juzguen. Nos separamos de nuestros mayores deseos porque tememos que nunca se hagan realidad o que no seamos lo suficientemente buenos para llevarlos a cabo. Desgraciadamente, con esta estrategia de intentar separarnos de lo que tememos solo conseguimos disminuir nuestra confianza en nosotros mismos y sentir más dolor y... ¡miedo!

No podemos protegernos para siempre de la enfermedad, los accidentes, la pérdida del amor o nuestra propia muerte. Si lo piensas, algunos de nuestros peores miedos ya se hicieron realidad. ¡Y sobrevivimos! Sin embargo, el miedo es probablemente el ladrón de integridad más escurridizo porque impregna cada pensamiento y se incorpora a la narración en la que se basa el siguiente ladrón de integridad: tu historia.

El poder de la integridad

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