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Ladrón de integridad N.º 7: Gente que fomenta tu indefensión

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Aunque la integridad está en nuestro interior, y no es algo que los demás puedan darnos ni robarnos, puede llegar un momento en que deseemos que alguien se haga cargo de nosotros, que nos ayude, que nos salve o que se encargue de una parte de nuestra vida en la que no nos sentimos seguros o que no disfrutamos. De manera que este ladrón de integridad es como una señal de alarma: cuidado con quienes fomentan tu sensación de indefensión.

Quienes fomentan nuestra indefensión son aquellos que quieren que creamos que los necesitamos, que nuestra vida no será la misma si no están, o que será mejor y más abundante con ellos. Dicen cosas como estas:

 «Nadie te amará nunca como yo».

 «Nadie te hará nunca el amor como yo».

 «¿Quién sino yo iba a estar siempre ahí cuando lo necesitas?».

 «Te enseñé todo lo que sabes».

 «Déjame que te lo haga yo que soy el único que sabe hacerlo».

 «Solo yo puedo conseguir que tu libro entre en la lista de bestseller de The New York Times o ayudarte a transformar ese proyecto en un éxito extraordinario».

Su mensaje de «me necesitas para...» ser feliz, ser amado o tener éxito es lo que sacude los cimientos de nuestro ser y nos deja preguntándonos si podríamos hacerlo sin ellos. Invocan nuestra inseguridad y se aprovechan de la falta de confianza en nosotros mismos que sentimos. Agitan el señuelo de lo que más queremos delante de nosotros y hacen que nos cuestionemos si seríamos capaces de alcanzar nuestros objetivos y nuestro sueño sin ellos. ¡En resumen, se enganchan a nuestros miedos más profundos y fomentan la sensación de indefensión que sentimos en el fondo de nuestro ser! Incluso cuando suena la alarma dentro de nosotros y sentimos la necesidad imperiosa de salir corriendo, el niño asustado e inseguro que mora en nuestro interior, y que no cree que podemos hacerlo solos ni que el universo proveerá, se queda paralizado y sigue convencido de que esta gente sabe algo que nosotros no sabemos. Terminamos renunciando a nuestro poder y permitiendo que nos roben nuestra integridad.

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La integridad, como nuestro poder o incluso nuestra grandeza, puede ser un asunto espinoso. No estando muy seguros de qué hacer con ella, o pensando que la vida será mucho más dura si tenemos que aceptarla o vivirla, tratamos inconscientemente de evitarla. Procuramos desprendernos de ella, pisotearla o arrojársela a otro con la esperanza de que la recoja y complete nuestra vida. Si tenemos suerte, la persona a la que se la arrojamos la dejará caer o nos la volverá a arrojar a nosotros. Como dije antes, nunca podremos eliminar todos los ladrones de integridad, pero con suerte, al entender en qué consisten, empezaremos a verlos por lo que son: ladrones. Son la vergüenza, el miedo y las historias que nos inventamos en la infancia porque no entendíamos lo que sucedía ni sabíamos cómo interpretar las circunstancias de nuestra vida. Lo mismo que ese niño pequeño necesitaba amor, es amor lo que tienes que darles a estos ladrones de integridad. Cuando empiecen a armar ruido y a hacer que te cuestiones tu poder, tu capacidad y tu identidad, trata con compasión a tu miedo, tu vergüenza, tus sombras, tus historias, tu papel de víctima indefensa, la parte de ti que desea intensamente y que puede ser seducida por cualquiera que fomente tu sensación de indefensión. Tienes que calmarlos asegurándoles que todo lo que desean está dentro de ti.

De eso trata el siguiente capítulo.

1 Brené Brown, «Listening to Shame», charla TED, marzo de 2012.

2 George Bernard Shaw, Back to Methuselah, act I, Selected Plays with Prefaces, vol. 2, p. 7 (1949). La serpiente le dice estas palabras a Eva.

El poder de la integridad

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