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Ladrón de integridad N.º 5: El victimismo

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Como Susan, cuando estamos atrapados por nuestras historias, por lo general representamos el papel de la víctima. Pero en el momento en que nos prometemos vivir con integridad, nos comprometemos a hacernos radicalmente responsables de nuestra vida. Reconocemos que nuestra vida está en nuestras propias manos. Este es un punto de no retorno, un regalo que nos hacemos a nosotros mismos. Significa que recuperamos nuestro poder. Significa ser responsables de nuestros pensamientos, creencias, decisiones y comportamientos y de nuestros sueños más profundos y nuestros mayores deseos. Ya no podemos permitirnos el lujo de seguir diciendo: «¡Oh, pobre de mí!», «¡Qué desgraciado soy!», «¡Olvídate de mí!» o «¡Tú me hiciste esto!».

Nuestra tendencia a culpar a los demás y asumir el papel de la víctima frustra nuestros sueños, disminuye nuestra fuerza y mina nuestra integridad. Cuando permanecemos en este estado de impotencia:

 No somos enteramente quienes somos, sino que nos centramos en una pequeña parte de quienes somos o de quienes no somos.

 No reivindicamos nuestro papel como cocreadores de nuestra vida, sino que en el fondo de nuestro ser vivimos una historia de victimización.

 No vivimos desde nuestra verdad, sino que nos ahogamos en la resignación de no tener fuerzas para producir cambios.

 No nos plantamos con firmeza para luchar por nuestros deseos, sino que nos hundimos en el pozo de nuestras excusas.

 No estamos conectados con el diseño divino del universo ni confiamos en él, sino que nos sentimos divididos y a la defensiva, como si todo nos sucediera a nosotros, en lugar de para nosotros.

Para recuperar la integridad, tenemos que dejar de señalar con un dedo acusador a todo el mundo y fijarnos en los tres dedos vueltos hacia atrás que nos apuntan. Debemos dejar de culpar y mirar lo que hacen o dejan de hacer los demás y asumir la responsabilidad por lo que nosotros podemos hacer. En palabras de George Bernard Shaw: «Te oigo decir ‘‘¿Por qué?’’. Siempre ‘‘¿Por qué?’’. Miras a tu alrededor y preguntas: ‘‘¿Por qué?’’. Pero yo sueño con cosas que nunca existieron, y digo: ‘‘¿Por qué no?’’».2 Tenemos que dejar de esperar que alguien venga a sacarnos las castañas del fuego y ser sinceros sobre cómo contribuimos a crear las situaciones que estamos viviendo. Solo entonces podremos descubrir las lecciones, manifestar lo que es importante para nosotros y mirar en nuestro interior para determinar lo que viene a continuación.

Aquí tienes otro ejemplo: Eric se había convertido en la víctima de su propio éxito. Era un genio con los números y tenía una memoria fotográfica, siempre fue el número uno de su clase. A nadie le sorprendió que asistiera a una universidad de élite, trabajara en Wall Street y obtuviera un máster. Durante este periodo, se casó y tuvo una hija y un hijo.

Eric ascendió rápidamente en las filas de la empresa de corretaje en la que trabajaba. Con el tiempo, creó su propia empresa y alcanzó niveles aún más elevados de éxito. Pero como estaba decidido a seguir incrementando sus resultados, trabajaba a todas horas. Viajaba a menudo y se perdía muchos de los partidos de fútbol de su hijo y de las exhibiciones de ballet de su hija. El tiempo pasó volando, y sus hijos ya iban al instituto. Pronto se marcharían para entrar en la universidad, y Eric había estado ausente durante la mayor parte de sus vidas. Cuando una empresa de mayor envergadura se ofreció a comprar la suya, decidió que había llegado el momento. Pero una de las condiciones de la venta era que se quedara y siguiera dirigiendo su empresa hasta que encontraran un reemplazo adecuado. La empresa le prometió a Eric que cuanto más tiempo se quedara, más opciones de compra de acciones le conferirían.

Transcurrieron seis meses y luego un año. La nueva empresa estaba prosperando con la participación de Eric. Sin embargo, con cada día que pasaba, sus hijos estaban un día más cerca de marcharse a la universidad. Finalmente, su esposa le preguntó: «¿No vendiste tu empresa para poder pasar más tiempo en casa?». Eric le aseguró que la empresa lo necesitaba... y además estaban ganando mucho dinero, de manera que se quedó.

Con el tiempo, se dio cuenta de que se había convertido en alguien «tan pobre que solo tenía dinero». Estaba en su derecho de jubilarse o crear un nuevo acuerdo cuando quisiera. Había adoptado el papel de víctima cuando en todo momento tenía el poder de hacer lo que considerara mejor para su familia. Finalmente, se decidió a tomar el control de su destino y se trasladó a un puesto de asesoramiento dentro de la empresa. De esta manera podía pasar más tiempo disfrutando con su familia. Cuando llegó el día de llevar a sus hijos a la universidad, se sintió satisfecho y sin motivos para arrepentirse. Al asumir la responsabilidad de sus acciones, se convirtió en el padre que aspiraba a ser.

Adoptar el papel de víctima no fue lo único que afectó a la integridad de Eric, también la vulneró el hecho de estar en una posición en la que siempre deseaba más (prestigio, poder y ­dinero).

El poder de la integridad

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