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4. Disc. XII: Al emperador Juliano cónsul
ОглавлениеEl Disc. XII (Eis Ioulianòn autokrátora hýpaton) pertenece, como el Disc. XIII, al género del basilikòs lógos y su núcleo lo constituye una biografía encomiástica del monarca. Sin embargo, hay entre ambos discursos una diferencia sustancial, ya que, cuando escribe Libanio este discurso, tiene a su disposición toda la información oficial, en especial las propias composiciones de Juliano sobre sus campañas. Por consiguiente, nos encontramos ante un discurso oficial que debía ser pronunciado durante la ceremonia de investidura de Juliano en su cuarto consulado, el uno de enero del año 363, y que recoge escrupulosamente los hechos de acuerdo con la versión de la corte.
Libanio no fue el único que tomó la palabra en la ceremonia inaugural, ya que otros dos oradores leyeron sus composiciones, uno en latín y otro en griego, pero sí tuvo el privilegio de intervenir en último lugar25. A las sesiones oratorias asistió un amplio y selecto público, dado que el propio Juliano se había encargado de que así fuera. Además de la curia antioquena, estuvieron presentes los altos cargos de la corte y del ejército, los colaboradores directos de Juliano, así como el prefecto, el comes Orientis, el consularis Syriae, los honorati de Antioquía, intelectuales y representantes de los senados de Roma y Constantinopla.
La función propagandística del Disc. XII es evidente. Libanio se erige en portavoz de la corte y, como tal, pretende justificar algunos puntos oscuros que ponían en entredicho la legitimidad del nuevo Emperador. Pues, si bien es cierto que su pertenencia a la familia imperial lo convertían en claro heredero a ojos del ejército, estamento siempre fiel al principio dinástico, su alzamiento contra Constancio II y las represalias tomadas contra los cortesanos de éste emborronaban su ascenso a la más alta dignidad ante los ojos de los ciudadanos y funcionarios. Así pues, había que hacer frente a la acusación de usurpador que sus detractores estaban prestos a arrojar sobre Juliano, cuya insubordinación podía haber costado al Imperio una sangrienta guerra civil. El orador justifica el alzamiento ampliando con su arte retórica una idea ya expuesta por el mismo Juliano26, a saber: que el César no tuvo ninguna responsabilidad en el pronunciamiento, que fue provocado exclusivamente por la inoportuna leva que Constancio II pretendía hacer entre las tropas de las Galias. Una vez producida la rebelión de las tropas, el Augusto, en lugar de aceptar el nuevo estado de cosas, traicionó al Imperio pactando con el rey germano Vadomario para que éste atacara las Galias y mantuviese ocupado a Juliano. También se aprecia el afán propagandístico en el anuncio de una nueva era de prosperidad gracias al restablecimiento del culto a los dioses promovido desde el poder. Los dioses son ahora los consejeros directos del nuevo Monarca, quien, de este modo, logrará grandes éxitos militares, aludiendo a la inminente guerra contra Persia, y traerá de nuevo la prosperidad a sus gentes.
A diferencia del Disc. XIII, Libanio se preocupó de difundir ampliamente esta obra, que fue conocida, incluso, fuera de Siria. En la Ep. 785, dirigida en enero o febrero del 363 a su amigo Demetrio, quien le pide una copia de los discursos XII y LX, Libanio le promete enviar sólo el segundo, ya que del primero estaba preparando una edición en forma de libro, para lo cual parece que Juliano puso a su disposición algunos secretarios imperiales. Sin duda, es a esto a lo que se refiere nuestro orador cuando habla del empeño personal de Juliano por que el discurso salga a la luz: «Mi panegírico aún se queda aquí conmigo, porque desea permanecer en la sombra, pero está siendo arrastrado al público por obra del Emperador y, tal vez, acabará apareciendo, pues es natural que su voluntad se imponga.»