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9. Disc. XXIV: Sobre la venganza por la muerte de Juliano
ОглавлениеEl reinado de Valente (364-378) no fue propicio para el partido pagano. Fue éste el primer monarca cristiano que organizó una persecución abierta contra el paganismo, especialmente a partir del 371, cuando se descubre la conjura de Teodoro39, en la que estaban implicados algunos importantes paganos, entre ellos nuestro orador. En su Autobiografía (Disc. I 175), explica Libanio cómo por primera vez tuvo que tener especial cuidado con su correspondencia, hecho que explica su escasa actividad literaria durante este período.
Cuando, el 9 de agosto del 378, el emperador Valente cayó muerto ante los godos en la batalla de Adrianópolis —posiblemente el mayor desastre de las armas romanas en el s. IV—, a buen seguro, los paganos respiraron aliviados. Se había invertido la situación vivida tras la muerte de Juliano. Ahora era el emperador perseguidor de los dioses quien había muerto de mala manera a manos de unos bárbaros que se habían instalado en territorio romano, aprovechándose de unos foedera concedidos por un monarca cristiano poco enérgico con los enemigos del Imperio. ¡Cuán diferente había sido el gran Juliano, que se negó sistemáticamente a negociar con los bárbaros y a quien sólo una lanza traidora había apartado de lograr su completa sumisión! El partido pagano debía trabajar rápido para captar el favor del nuevo Augusto de Oriente, Teodosio. Había que convencerlo de que los desastres del Imperio estaban motivados por la ira de los dioses, los cuales estaban irritados por haber quedado impune el asesinato de Juliano. La petición, dirigida a un emperador cristiano, era insólita e incluso insultante, hecho del que Libanio era plenamente consciente. Posiblemente, este discurso es un intento desesperado del partido pagano por recuperar un protagonismo irremediablemente perdido, aprovechando un momento de crisis provocado por tan magno desastre.
Por consiguiente, para comprender adecuadamente el discurso, es de gran importancia datarlo correctamente. Un seguro terminus post quem es la mencionada batalla de Adrianópolis y la elección de Teodosio como Augusto, el 19 de enero del 379. En el discurso hay también oscuras alusiones a dos usurpaciones (tyrannídes) y a desórdenes que causaron inquietud a la propia Roma (§§ 13-14 y 30), pero, como por desgracia es habitual en nuestro autor, no se nos ofrecen más detalles, lo que ha motivado las inevitables controversias de los críticos modernos. La mayoría identifica la primera usurpación con la de Procopio (365-366), lo que no altera el terminus establecido. Sobre la segunda, en cambio, hay disparidad de criterios. Reiske la identifica con la revuelta de Eugenio (392-394), fecha demasiado tardía y alejada de la batalla de Adrianópolis. I. Hahn40 supone que Libanio se refiere a la revuelta de Máximo contra Graciano del 25 de agosto del 383, apoyándose en el parágrafo 13 de nuestro discurso, donde se especifica que los sublevados habían compartido mesa con el Emperador, lo cual encaja con el asesinato de Graciano, mientras comía con Máximo, a manos de Andragacio. Los disturbios de Roma serían los de la plebe del 383, que contaron con el apoyo, o al menos la simpatía, de Símaco y el sector pagano del Senado. Sin embargo, Hahn, consciente de que en el parágrafo 15 el orador se refiere a Adrianópolis como un suceso reciente (tà teleutaîa), llega a una solución de compromiso: el discurso, escrito primeramente en el 379, fue actualizado en el 383 para enviárselo a Teodosio en un momento político más favorable, propiciado por el protagonismo de Símaco en Roma. Por su parte, Norman41 opina que la segunda revuelta aludida es la citada conjura de Teodoro del año 371. Sin embargo, este asunto más que una usurpación militar (tyrannís), era una cuestión judicial contra un grupo acusado de consultar a adivinos sobre el nombre del sucesor de Valente. Por tal motivo, más fundada nos parece la opinión de Foerster42, quien defiende la idea de que Libanio se refiere a la misma usurpación de Procopio en sus diversas fases. Por tanto, al no disponer de un claro terminus ante quem, suponemos que el discurso debió de ser escrito poco después del nombramiento de Teodosio, probablemente a principios del 379, y antes de la primera victoria de este emperador sobre los godos en noviembre de ese año, ya que en el discurso no se habla de las represalias romanas sobre ese pueblo. Téngase en cuenta que, para los paganos, era de vital importancia ganarse el favor de Teodosio antes de que lo hicieran los cristianos.
No hay razones para pensar que el Disc. XXIV, pese a su tono polémico, no fuera realmente enviado a Teodosio, a quien nuestro orador dedicó varios discursos a lo largo de los años, aprovechando el clima de tolerancia propiciado por el nuevo monarca. Además, éste podía ser interpretado como una apología de la inviolabilidad del imperium y un rechazo a la figura del usurpador, sea cual fuere su credo religioso. En el parágrafo 29 advierte a Teodosio: «Posiblemente, Señor, surjan nuevos malhechores que, enemigos de quienes ostentan el mando, se vuelvan a congregar a escondidas en una misma tienda.» Por otra parte, sabemos que Libanio recibió de Teodosio siempre un excelente trato y hasta es posible que lo distinguiera con un cargo, tal vez el de cuestor honorífico43. Sin embargo, el objetivo del discurso no se logró, pues no tenemos noticia de que Teodosio abriera una investigación para esclarecer la muerte de Juliano.