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8. Disc. XVIII: Discurso fúnebre por Juliano

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De los discursos julianeos, el Disc. XVIII es el más extenso y el que tiene más valor como fuente histórica, ya que el núcleo del discurso lo constituye el elogio (enkṓmion) del Emperador fallecido y, como establecen las reglas retóricas, el orador elabora una detallada biografía desde el nacimiento y educación hasta la muerte.

Este relato biográfico coincide, en su mayor parte, con la versión oficial pagana, de ahí que difiera poco de la narración de Amiano y Zósimo, que beben de la obra perdida de Eunapio de Sardes, la cual contó, a su vez, con material de primera mano, como las notas de Oribasio, médico personal y amigo de Juliano. Por su parte, Libanio también tuvo a su disposición información privilegiada. Además de su contacto personal con el Emperador en Antioquía y de la correspondencia que mantuvo con él tras su marcha a Persia, recibió puntual información sobre la campaña persa a través de cautivos que llegaban a Antioquía o a ciudades vecinas, como es el caso de los prisioneros de la ciudad persa de Anatha (cf. Disc. XVIII 218 y Ep. 1367, 6) o a través de comerciantes (cf. Ep. 1402, 1-3). Además, el afán de Libanio por informarse se evidencia en el hecho de que, a pesar de haber transcurrido poco tiempo entre la redacción de los Disc. XVII y XVIII, ambos presenten notables diferencias en la narración de los hechos. Así, mientras que en el primero parece carecer de información sobre quién fue el autor de la muerte de Juliano, en el segundo ya tiene datos muy detallados al respecto. Es fácil imaginar a Libanio preguntando a los soldados que regresaban de la campaña y escribiendo a sus múltiples contactos en busca de más información. Por ello, aunque somos conscientes del cuidado con que se debe manejar el testimonio de un encomiasta como Libanio, a nuestro entender, los discursos julianeos deben ser considerados una fuente histórica de primer orden para conocer el reinado de Juliano.

Como en el caso de la Monodia, tampoco existe entre los críticos unanimidad sobre la fecha de composición del Disc. XVIII. Se han propuesto fundamentalmente dos fechas: el año 36537 y el 36838, es decir, antes o después de la usurpación de Procopio el 28 de septiembre del 365 en Constantinopla. Así pues, la datación del discurso tiene un valor crucial para su valoración, ya que Libanio no podía permanecer indiferente ante un hecho tan trascendental, puesto que Procopio era pariente y, según los paganos, heredero legítimo de Juliano, por lo que el orador podía ser sospechoso de complicidad con el usurpador, del que, tal vez, escribió un elogio (cf. Disc. I 163). No se olvide que dos alumnos de Libanio, Andrónico e Hiperequio, ocuparon altos cargos durante el reinado de Procopio y que, al menos, el primero fue ejecutado por orden de Valente.

Por un lado, el terminus post quem está claramente definido por la mención del proceso contra Máximo y otros colaboradores de Juliano (§ 287), que se celebró en marzoabril del 364, fecha que, probablemente, haya que extender hasta comienzos del 365 si la alusión a las derrotas romanas del parágrafo 290 se refieren a las del principio de aquel año a manos de los pueblos transrenanos. El terminus ante quem debe situarse en la fecha de comienzo de la revuelta de Procopio, ya que no hay ninguna mención de hechos históricos posteriores a esa fecha, a pesar de los esfuerzos de los defensores del 368 como fecha de composición del discurso. Además, si se hubiese producido la revuelta de Procopio cuando se escribió el discurso, Libanio le habría dado mayor relevancia a la relación de éste con Juliano. Muy al contrario, Libanio no menciona ni el parentesco de ambos, ni la pretensión al trono de Procopio. Por otro lado, cuando el orador abunda en la serie de catástrofes naturales que siguieron a la muerte de Juliano (§§ 292-293), no alude a los terribles maremotos que asolaron el Mediterráneo oriental el 21 de julio del 365. Por tanto, si consideramos esta fecha como el terminus ante quem, podemos concluir que el Disc. XVIII fue compuesto probablemente durante la primavera o el verano de ese año.

Que transcurrieran casi dos años entre la muerte de Juliano y la composición de este discurso se explica por dos hechos fundamentales. Primero, por la enorme extensión de éste y el enorme trabajo que debió de suponer su preparación, especialmente en lo que atañe a la fase de documentación. Y segundo, porque la confusión que causó la muerte de Juliano entre los paganos tuvo su contrapunto en el desbordado júbilo de la oposición cristiana, que veía cómo de nuevo un emperador cristiano regía los destinos del Imperio. El impío, el Apóstata que había alzado su mano contra Cristo, había sido aniquilado como castigo por su impiedad. Igual que cuando Dios arruinó sus planes de reconstruir el templo de Jerusalén, el detestado monarca había recibido el trato reservado a los perseguidores. El fracaso de la campaña persa demostraba a las claras que los dioses no existían y que la locura del alocado Apóstata había llevado al Imperio al borde del abismo. Sólo la oportuna negociación de Joviano impidió la aniquilación en territorio persa de todo el ejército romano.

En consecuencia, el Disc. XVIII no fue concebido sólo como un simple homenaje a la figura del Emperador muerto, sino que era, además, la respuesta que uno de los más brillantes oradores paganos daba a este estado de opinión que los cristianos estaban interesados en difundir. Por ello, era preciso no pasar en silencio, sino tratar con amplitud y detalle la conflictiva campaña persa, que ocupa casi una cuarta parte del discurso (§§ 204-275). Según Libanio, los hechos ocurrieron de manera muy diferente. Juliano había derrotado en todos los frentes a los persas, había conquistado ciudades, unas por la fuerza y otras entregándose voluntariamente, y, cuando Sapor estaba completamente desesperado y a punto de rendirse, un traidor asesta el golpe fatal a Juliano. A la muerte del héroe, el débil pero ambicioso Joviano firma un tratado vergonzoso con el rey persa que le permitiera tomar posesión rápidamente del Imperio.

Es fácil imaginar que un discurso tan polémico no tuvo una amplia difusión durante el reinado de Valente, sino que fue pensado para un público de amigos paganos. El momento no era propicio para entrar en polémicas, especialmente cuando pocos meses más tarde estalló la revuelta de Procopio y seis años después la conjura de Teodoro, por lo que es de suponer que la publicación del discurso, que era ampliamente conocido en el s. V, se llevó a cabo tras la muerte de Valente.

Discursos III. Discursos julianeos.

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