Читать книгу Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas - Lilia Ana Bertoni - Страница 13
Construir la nacionalidad
ОглавлениеEl momento era crítico. Precisamente cuando se reveló la importancia de la existencia de una “nacionalidad” argentina, que apuntalara a una nación soberana e indiscutida, se percibió la endeblez de los rasgos que la configuraban, que parecían estar diluyéndose en un torrente sin color por la afluencia demasiado caudalosa de otras aguas. “¡Es que nosotros vamos perdiendo el sentimiento de la nacionalidad con la asimilación del elemento extranjero!”, sostenía con preocupación Estanislao Zeballos en el Congreso en 1887; y agregaba: “La nacionalidad no se forma cuando la masa es extraña”. En ese momento, se reveló con claridad a los grupos dirigentes que el proceso social y cultural no podía abandonarse a su movimiento espontáneo, y que aquellos aspectos culturales que tenían que ver con la formación de una identidad nacional requerían de una decidida, intensa y constante acción del Estado nacional. “Ha llegado el momento –agregó Zeballos– de que el Congreso se preocupe, con cualquier pretexto y en cualquier circunstancia de que el extranjero que se asimile a esta tierra sea afecto a la nacionalidad argentina […]; al descuidar la formación de esos elementos descuidamos por completo garantir el porvenir de nuestra nacionalidad”.63
La solución que encontraron fue lanzar un fuerte emprendimiento de construcción de la nacionalidad, que apuntara a la vez a diversos problemas. Había que invitar a los extranjeros a naturalizarse, para que participaran formalmente en la vida política y a la vez asumieran un compromiso más firme con el país, con lo que se podría acabar con una “fuente […] perenne de cuestiones y reclamaciones embarazosas con las potencias del Continente europeo”, pues en materia de naturalización “el gran principio que hay que proclamar y sostener […] es la territorialidad de la ley”.64 Era también necesario lograr que los hijos de extranjeros nacidos aquí se hicieran argentinos plenos también por la lengua, las costumbres, la manifiesta adhesión a la patria, y a la vez, cercenar el crecimiento y desarrollo de enclaves de nacionalidades extranjeras, cuya existencia no había sido hasta entonces considerada como problemática. Tampoco se podía permitir a los cónsules extranjeros –como sugería Pedro Lamas– “tener registros e inscribir como ciudadanos italianos a los hijos nacidos bajo la bandera de nuestra república”.
Desde entonces se prestó una atención distinta a las actividades culturales de los grupos extranjeros en las asociaciones, periódicos y escuelas, pues a la luz de los nuevos problemas se habían convertido en elementos que definían la pertenencia a una nacionalidad. Se hizo evidente para muchos que aspectos, ámbitos y tradiciones hasta entonces considerados no demasiado importantes, o que habían sido vistos hasta entonces de otra manera –fiestas patrias y espacios públicos, banderas y escudos, escuelas y enseñanza del pasado– tenían en realidad gran importancia y estaban en buena parte “ocupados” por colectividades extranjeras. Como afirmó Zeballos:
El abandono con que nosotros consideramos al inmigrante como elemento político […] es un peligro, porque el hombre […] vive también de ideales; puesto que los extranjeros no tienen una patria aquí, se consagran al culto de la patria ausente. Recórrase la ciudad de Buenos Aires, y se verá en todas partes banderas extranjeras, en los edificios; las sociedades, llenas de retratos e insignias extranjeras; las escuelas subvencionadas por gobiernos europeos, enseñando idioma extranjero; en una palabra, en todas partes palpitando el sentimiento de la patria ausente, porque no encendemos en las masas el sentimiento de la patria presente.65
Si bien no varió demasiado el tono habitual del discurso oficial, siempre teñido de entusiasmo y de gran confianza en el futuro de una Argentina abierta a todos, la preocupación por la nacionalidad afloró en la acción empeñosa puesta en torno a un conjunto de medidas y disposiciones dirigidas a su construcción.
Su importancia fue creciendo en la opinión pública hasta configurar un movimiento social bastante amplio que agrupó, en un cruce transversal, a miembros de la elite social y económica, a políticos vinculados con el gobierno y a opositores, a instituciones oficiales, clubes privados, grupos de opinión, damas de beneficencia, grupos de oficiales del ejército y asociaciones de maestros. Terminó, finalmente, despertando el entusiasmo popular en las manifestaciones patrióticas que se organizaron para sustentarlo.
En los siguientes capítulos y a través de tres líneas de desarrollo se seguirá el proceso de formación de la nacionalidad en una primera etapa: el armado de la escuela pública y el conflicto con las escuelas de las colectividades extranjeras, la preocupación nacional en torno a las fiestas patrias y, finalmente, el problema de la naturalización de los extranjeros.