Читать книгу Páginas de cine - Luis Alberto Álvarez - Страница 14
ОглавлениеIsaac Ink o el ciudadano de la noche de Carlos Santa
La Compañía de Fomento Cinematográfico y el cadáver del cine colombiano
No es por añadir una más a la absurda cadena de historias que se producen en este país y que, si no fuera por sus posibilidades literarias, no quisiera uno ni mencionar. Es, más que nada, por dar a conocer lo que, hoy por hoy, no tiene la menor probabilidad de ser de otra manera, pero que, con el tiempo y cuando de verdad se tenga una voluntad de cambio, a lo mejor pueda convertirse en material de reflexión: saber cómo no deberíamos ser o seguir siendo.
Carlos Santa es un joven abogado bogotano cuyas inclinaciones artísticas se cuajaron en poco tiempo para convertirlo en un talentoso grabador y... en cineasta. A partir de uno de sus grabados Santa comenzó a soñar con darle vida a su muy particular mundo visual y, poco a poco, concluyó que las técnicas del dibujo animado se prestaban estupendamente a tomar sus imágenes y a convertirlas en verdaderas historias.
El proyecto de Santa, sobre un hombre que atraviesa una ciudad nocturna arrastrando un cadáver, realizado en las mismas líneas kafkianas de sus grabados, se convirtió en uno de esos mediometrajes televisivos que durante un tiempo patrocinó la Compañía de Fomento Cinematográfico (Focine, Colombia), con la ilusión de reactivar el trabajo de los cineastas nacionales, encallados después de la andanada clientelista y burocrática con que el representante Poncho Rentería secó de raíz el naciente organismo estatal.
En un país donde a duras penas hay cine, la animación aparece como una excentricidad sin posibilidades, a no ser el dibujo animado comercial y banal empleado para los comerciales de televisión, a cuyo aparataje técnico solo es posible tener acceso con credenciales publicitarias. En cierto modo Carlos Santa y un grupo de colaboradores tuvieron que inventar las técnicas de animación para su película, que se terminaría llamando Isaac Ink o el ciudadano de la noche. El período que llevó de balbuceos, inseguridades y decisiones hasta la culminación de la película fue de tres años. Tres años de una vida dedicados a veinte o veinticinco minutos de proyección en una pantalla de cine.
Pero lo que para Alexandre Alexeieff fue el reto de explorar e inventar nuevas posibilidades expresivas, con su técnica de la pantalla de alfileres y sus brevísimas obras que necesitaban años de trabajo, para Santa se trató solo del largo plazo exigido por el subdesarrollo técnico, por la ineptitud burocrática, por la mala leche o la indiferencia criminal de los funcionarios. La originalidad y el talento del realizador habrían podido lograr lo mismo, o mucho más, en un período mucho más breve. Durante el resto de esos años podría haber producido otras cosas semejantes o diferentes.
El hecho es que, por fin, la película logró ser terminada, para comenzar una lánguida existencia yacente en empolvados armarios, con casi ninguna posibilidad de ser conocida y difundida. Pese a todo, gente interesada por la animación en Europa tuvo la oportunidad de percibir una obra notable y original, digna de ser exhibida internacionalmente, tras las dificultades técnicas de Isaac Ink. Recientemente la gente de Annecy, la ciudad francesa donde todos los años tiene lugar el más importante festival de cine animado del mundo, solicitó una copia de la película para ser presentada en una muestra llamada Lo Mejor de la Animación y esta solicitud Focine la ignoró por un tiempo, sin que se supiera con cuáles razones.
Y cuando, por fin, se vio obligado a explicar la razón de su falta de respuesta, Focine terminó diciendo que el negativo de la película se había perdido. Al intentar entender este absurdo, resultó que muchos de los negativos de las cintas colombianas producidas por la institución no se encuentran depositadas, como es lo lógico, en un laboratorio serio, donde se acostumbra definir con precisión las condiciones de almacenamiento y aclarar con exactitud las responsabilidades. En lugar de ello, estos negativos están en poder de un ciudadano particular en Nueva York, con el cual la institución no tiene ningún tipo de contrato ni acuerdo formal.
Averiguando por qué este señor no daba razones de la película, resultó que un señor italiano tenía también unos negativos depositados con este y un día fue a reclamarlos. Como el Isaac Ink de Carlos Santa había sido procesado en Italia y las etiquetas estaban en italiano, parece que, con imperdonable ligereza, le entregaron al italiano la cinta junto con las otras.
Ahora bien, la solución, dirán ustedes, sería la de buscar a este italiano y corregir con él el error.
El problema es que el caballero itálico en cuestión es, por lo visto, un delincuente internacional a quien la Interpol anda persiguiendo intensamente. Por esta razón su localización y la de la película no es para nada probable. A no ser un día en medio de un charco de sangre o llena de perforaciones distintas a las originales de la cinta.
Pero, por más que parezca, no se trata de una comedia, ni de una serie policial de televisión. Es una tragedia artística, para su autor y para nuestro escasísimo patrimonio artístico en el campo del cine. Es un hecho intolerable del cual Focine tendría que responder ante los damnificados y del cual parece que nadie le pide cuentas. Es cierto que los contratos de producción de Focine son tan leoninos que cualquier película de un autor colombiano producida por ellos pasa a ser propiedad casi total de la institución y la persona que la ideó, creó y trabajó, queda desprovista de casi todos los derechos. Una participación como la ofrecida por Annecy hubiera implicado un reconocimiento y, posiblemente, una compensación monetaria al realizador, de los cuales se ve ahora privado por la indolencia de la que tendría que ser una entidad del cine y de los cineastas. Pero esto es lo de menos ante el hecho de la pérdida de algo tan estrechamente unido e importante para la vida de alguien.
En poder de Focine hay solo una copia de Isaac Ink (no la mejor del mundo), ya dañada por las proyecciones y el maltrato. La única manera de salvar a Isaac Ink sería sacar un internegativo de esta copia. Focine, por supuesto, no lo ha mandado a sacar, ni ha mostrado la menor preocupación en este sentido. La existencia de la obra, al menos en la forma inadecuada de este internegativo, sigue estando gravemente en entredicho. Los tres años de trabajo de Santa y su equipo, el fruto de su imaginación creativa, la calidad reconocida internacionalmente de su obra han sido víctimas de unos cuantos funcionarios ineptos, para los cuales una película es solo un rollo viejo del cual no vale la pena ocuparse. Y esto es solo un ejemplo de lo que en este país se ha perdido por este tipo de actitudes. Por las calles oscuras de Colombia, Focine arrastra el cadáver del cine colombiano.
El Colombiano, 29 de julio de 1990