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ОглавлениеLa aventura del cine en Medellín de Edda Pilar Duque
Un libro sobre nosotros mismos
Un libro sobre el cine en Medellín no es solo esto. Es también un libro sobre Medellín, sobre sus gentes, la vida pública, las costumbres, los intereses y los gustos, sobre nosotros mismos. Un libro sobre cine en Medellín puede ser, quién lo creyera, una lectura apasionante, una aventura, La aventura del cine en Medellín.
Edda Pilar Duque es una periodista, de facto más que de tarjeta profesional o licencia de locución; una periodista cultural en el verdadero sentido de la palabra (una especie preocupantemente escasa). Ello significa que los temas que elige los asume desde dentro, los explora hasta las últimas posibilidades, los convierte en pasión personal y que se niega a filtrarlos a través de dudosas exigencias de actualidad, a manipularlos para hacerlos gustosos.
Su tema más asimilado y disfrutado ha sido el del cine. Que alguien haya escrito en muy poco tiempo dos volúmenes sobre el cine hecho en Medellín y que esos dos volúmenes no estén, como es usual, repletos de retórica, elogios gratuitos y nostalgias desacertadas e incomprobables, pero sí de datos reales escarbados de los archivos y las memorias, es ya, por sí mismo, algo sorprendente.
La aventura del cine en Medellín comenzó siendo una tesis de grado en comunicación social, pero ahora, mucho más que eso, es un verdadero libro, la crónica de algo que nunca fue, la descripción de una serie de esfuerzos, anhelos y sueños que otras tantas miopías impidieron.
La artista Beatriz González decía alguna vez que la gran tragedia de Antioquia era la de engendrarlo todo, la de ser pionera en todos los campos y, después, ser incapaz de continuar, de llevar estas primicias a su madurez y a su culminación. Como muchas industrias y actividades el cine tuvo en Medellín y en Antioquia algunos de los arranques más importantes en el país, tanto en la exhibición como en la producción. Como en otros países, las barracas de exhibición les abrieron aquí el paso a los teatros multitudinarios y la pasión del cine en el público llevó a la necesidad de producir películas propias.
Pero, a diferencia de otros países, nuestro inexplicable canibalismo fue lo que llevó a la destrucción de lo incoado. La industria de la exhibición, convertida en monopolio, decidió torpemente que una producción local afectaba sus intereses en la distribución de cine extranjero y despiadadamente ahogó a nuestro cine nacional en la misma cuna, cuando este había comenzado a mostrar posibilidades de crecimiento y desarrollo.
De ese infanticidio nunca nos repusimos y todo lo que de ahí siguió no dejó nunca de ser utopía y frustración permanente. Iniciativa privada y fomento estatal nada pudieron para hacer surgir imágenes colombianas auténticas. Hoy, después de casi un siglo de las primeras proyecciones de cine, no tenemos sino fragmentos, balbuceos, islotes, con los cuales resulta imposible reconstruir una historia.
Por eso La aventura del cine en Medellín nunca pudo ser la historia del cine en Medellín. Porque esa historia se quedó en locuras, en esfuerzos, en sacrificios humanos, en quijotadas, que, en sí mismas, son mucho más apasionantes y vitales que el objeto que perseguían. Camilo Correa es un personaje más cinematográfico y su vida más interesante que cualquiera de las torpes películas que hizo y lo mismo puede decirse de Enoc Roldán y, por supuesto, de Gonzalo Mejía, los hermanos Di Domenico, Máximo Calvo, Alfredo del Diestro o el padre Posada.
El libro de Edda Pilar Duque documenta a esos personajes, los de Medellín en primer lugar, pero también a otros que en Bogotá o Cali estaban empeñados en la misma tarea. Los documenta basado en recuerdos, en una exhaustiva búsqueda en los impresos de la época, periódicos, revistas, cartas. Reconstruye el ambiente basado en los pocos documentos fotográficos a disposición. Pero lo que no puede hacer es reconstruir el cine mismo, aquello por lo que estos señores lucharon a brazo partido, no pensando que lo que estaban haciendo tenía valor permanente, pero sí con la conciencia de que era una manera revolucionaria de comunicar, de crear identidad, de producir emoción y que mucha gente agradecería su esfuerzo.
El fruto de estos esfuerzos no sobrevivió, por lo menos en su gran mayoría. Lo que subsiste son fragmentos casuales, fantasmas que se intenta recomponer, reconstruir, evocar. Por desgracia, casi todo lo que se hizo ya no será nunca recuperable, está perdido definitivamente.
Pero el libro de Edda Pilar no tiene por objeto ser un conjuro nostálgico o el empalago de los caprichos de los coleccionistas de vejestorios. La razón fundamental de este libro es ser una reflexión sobre el rol que en nuestra ciudad y nuestro ambiente tuvo un medio fundamental para la cultura del siglo xx, con sus informaciones directas e indirectas sobre el modo y ritmo de vida de la época, su registro de personajes y lugares con la sobrecogedora presencia que confiere el movimiento. Ver una foto de la avenida La Playa en los años veinte con su quebrada abierta y sus puentes es una impresión distante y lejana. Recibir esta imagen en una gran pantalla, con gente que se desplaza, automóviles que pasan y con la profundidad que da el cine, es como entrar a una máquina del tiempo e introducirse en esa realidad que se fue para siempre.
Cualquier mala película de diversión de hace medio siglo nos dice más sobre la gente, las costumbres y el modo de vivir de la época que muchos libros de antropología descriptiva. Bajo la capa de lava y ceniza del tiempo buscamos los frescos de lo que fuimos, de lo que dejó de ser y de lo que continúa siendo. La aventura del cine en Medellín es, sencillamente, un excelente aporte a nuestra identidad, al cuestionamiento sobre nosotros mismos.
El Áncora Editores hizo un hermoso trabajo editorial de esta obra: es un libro de bella carátula y limpia e inteligente diagramación e impresión. Sin embargo, para una obra que tiene por objeto un tema cien por ciento visual, hubiera sido muy deseable que las fotos hubieran sido impresas en entregas independientes del texto, con un papel mejor, para poder cuidar su resolución y su importantísima función dentro del libro, que no es solo la ilustración casual. Por esta misma razón resultan desagradables descuidos y errores importantes en los pie de foto, que no son atribuibles a la autora.
Otro error común (y grave) de muchísimas publicaciones en lengua española es la falta de un índice de personas, títulos y temas. En el caso de documentaciones como esta, ello es imperdonable y disminuye en alto grado las posibilidades de utilización del libro. Es indispensable poder consultar títulos de películas, realizadores, actores y años de producción sin tener que emprender cada vez la dura tarea de irlos rastreando página por página. De resto no hay nada que objetar. Me parece importante recomendarles este texto a los lectores comunes y decirles que no se trata de una disertación académica para curiosos especializados sino un libro entretenido, documentado, lleno de datos desconocidos. Estoy seguro de que lo disfrutarán mucho, máxime que su precio es relativamente accesible y no produce remordimientos de conciencia.
El Colombiano, 27 de julio de 1992