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III. PRIMERA ETAPA: LA ELECCIÓN DEL SECRETARIO DEL CONSEJO DE BME

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En el proceso de designación o elección de Luis Cazorla como secretario del Consejo de Bolsas y Mercados Españoles, influyó mucho su perfil y características propias.

Los grandes Bancos e intermediarios financieros del país habían coinci-dido en que Antonio Zoido era la persona adecuada para poner de acuerdo a más de 130 intermediarios financieros sobre la forma en que habría que procederse a aportar todas sus participaciones en los diferentes mercados y sistemas financieros a un holding único. Este proceso implicó dos largos años de negociación, discusión con los reguladores y supervisores, informes de valoración, discusiones sobre el futuro gobierno corporativo de la entidad y otras cuestiones similares, todas ellas, por cierto, complejísimas.

Aun cuando no mucha gente es consciente, la realidad es que las decisiones que puedan tomarse en el seno de las infraestructuras de los mercados y sistemas financieros pueden tener una relevancia extraordinaria en el desarrollo ordinario y el funcionamiento de tales instituciones. Por ejemplo, una decisión tan aparentemente banal como permitir que se lleve a cabo la liquidación y el traspaso simultáneo de valores de un banco a otro, y no que tal liquidación tenga que realizarse de manera posterior a su traspaso, provocó en su momento un cambio transcendental en la industria de la post-contratación y favoreció a la banca extrajera sobre la banca local y nacional. Se trataba de un estándar financiero internacional cuya inaplicación en España provocaba una ventaja competitiva para intermediarios locales. Tal medida fue larguísimamente discutida en el seno de todos los mercados y sistemas de liquidación bursátiles, hasta que finalmente fue aprobada, con el consiguiente efecto en la industria financiera.

Adicionalmente las reglas de funcionamiento y las relaciones entre los sistemas de contratación y las cámaras de liquidación pueden favorecer la actividad de aquellos intermediarios financieros que se dedican estrictamente a la inter-mediación y ejecución en Bolsa, frente a los que se dedican a la post-contratación. La obligatoriedad de ser miembro de una cámara de contrapartida central, con la necesidad de aportar enormes garantías con carácter permanente, ha expulsado de ese sector del mercado a pequeños jugadores. Han sido las reglas de funcionamiento las que en muchas ocasiones han provocado cambios en la industria. En ese momento el SCLV tenía incluso un observador de la CNMV que asistía a las reuniones del Consejo de Administración, como ocurre ahora con el Banco Central Europeo y algunos bancos sistémicamente relevantes, que presenció airadas discusiones sobre los temas más complejos, todos aparentemente técnicos, pero con una trascendencia económica extraordinaria. Por eso en los consejos de estas sociedades gestoras de las infraestructuras de mercados y sistemas se han sentado siempre primeros espadas de los principales actores del mercado. Y por esa razón, es natural que los miembros de sus órganos rectores, y muy particularmente los encargados de redactar las reglas, sufran en ocasiones una “suave” presión por parte de los protagonistas de esos mercados y sistemas.

Tratándose además de una entidad como la futura BME, la situación se hacía exponencialmente más compleja: iba a tener la última palabra sobre todas las infraestructuras de mercados y sistemas españoles, incluyendo los de Barcelona, Bilbao y Valencia; al mismo tiempo iba a cotizar en Bolsa, teniendo por tanto entre sus dueños a pequeños inversores; en su consejo se habrían de mezclarse consejeros de muy distinta naturaleza, representado a los propietarios, clientes, miembros de mercado, proveedores, ejecutivos del grupo, y por supuesto consejeros independientes. Todo ello bajo la ferrea y cercana supervisión de la CNMV.

La necesidad de garantizar un absoluto fair play entre los muchos intereses e instituciones afectadas otorgaba al gobierno corporativo de BME, y en consecuencia a su Secretaría General y del Consejo de Administración, una relevancia muy superior a la de otras sociedades. Por eso el proceso de designación del Secretario del Consejo de BME no fue sencillo. Era una función extraordinariamente interesante, que tuvo muchos novios, algunos de ellos con una cualificación técnica y una experiencia en el sector extraordinaria.

No estuve presente en las muchas idas y venidas que esa decisión motivó. Pero sí me consta que Luis Cazorla fue designado porque, como es propio de él, supo jugar la carta ganadora, que fue la del sentido de lo institucional. Luis ha defendido siempre que el Secretario General y del Consejo de una institución relevante debe ser, muy por encima de todo, una persona radicalmente independiente del equipo directivo y de los accionistas. La Secretaría General tiene que ser una institución propia, y su misión trabajar por el buen funcionamiento del gobierno de la casa, y no por el bien de sus miembros. Luis Cazorla siempre ha rechazado la figura del Secretario servil, del jurista convertido en “cancerbero del presidente”, encargado de mantener la paz en un consejo para que el equipo directivo pueda seguir gestionando la empresa a su antojo, y por tanto sin verdadero gobierno corporativo. En este contexto, me consta que Luis expuso ante todas las personas que tenían algo que decir la extremada relevancia de tener una Secretaría General fuerte, que sirviese de garante de la neutralidad de BME como institución con vida y misiones propias frente a todos los intereses en juego.

En esa tesitura, y tras haberse ya decidido que BME estaría gobernada por un Presidente Ejecutivo que tendría todas las facultades delegadas, y sin que se nombrase un consejero delegado, los principales accionistas y consejeros vieron conveniente que existiese una figura fuerte al mando de los procesos de gobierno corporativo; y entre los posible candidatos, se estimó que el que mejor podía jugar esa función de contrapeso y equilibrio en el seno del gobierno de los mercados y sistemas financieros era Luis Cazorla.

En sus primeros años de andanza la labor del nuevo Secretario fue un constante quebradero de cabeza. Cada uno de los mercados sectoriales o locales afirmaba que si bien la propiedad estaba en manos de una sociedad única, debía mantenerse la gestión y funcionamiento autónomo y la independencia de cada uno de aquéllos. Esto era así, y con más vigor aun, en el caso de mercados que tenían un organismo regulador autonómico a los que el Estatuto de Autonomía les atribuía potestades de supervisión de aquellos mercados locales. El carácter poco conocido y visible de los organismos rectores, y el perfil marcadamente técnico de la función, los había dejado relativamente dispensados de injerencias políticas en el pasado. Pero también hubo quien supo excitar el celo autonómico en este cruce de caminos, para defender el redil propio, cosa que hizo la labor de Luis Cazorla mucho más complicada.

En esas circunstancias, Luis Cazorla tuvo que llevar a cabo una ingente labor de, como él suele denominar “sociología jurídica”, es decir, llevar a cabo una función que va más allá de lo estrictamente jurídico en pos del avance en el gobierno de BME; y para ello tuvo que coordinar, promocionar, influir y mover voluntades con la finalidad de que BME fuera cogiendo la presencia y la fuerza institucional propia que necesitaba para convertir seis mercados regulados y otras 22 sociedades operativas en una única empresa que funcionara de manera ordenada y coordinada.

El hecho de que otra finalidad principal de aquella integración fuera que, a través de la salida a Bolsa, se hiciese evidente el gran valor económico que como empresa tenía esas estructuras, hacia aún más dificultoso el proceso de integración. Si no se conseguía una integración real de empresas que en el pasado se habían visto como competidoras, y que habían tenido muy poca relación entre sí, la salida a Bolsa nunca sería posible.

Fueron años complejos, de ambiente corporativo propio de una fusión, lo que en sentido humano suele querer decir de grandes recelos, desconfianzas, dificultades y muchas veces, de una visión egoísta de las funciones frente a las necesidades de la organización en su conjunto. En este contexto a Luis Cazorla le tocó llevar a cabo una labor muy intensa para conseguir engrasar el complejo mecanismo de la maquinaria de la nueva empresa.

Una constante en sus largos años como Secretario de BME ha sido la beligerancia para defender la necesidad de unificar y fortalecer la función de la Secretaría General de la sociedad holding como Secretaria General de todo el grupo. Con los años esta visión institucional tuvo una importancia determinante en la medida en que la capacidad para generar confianza en la autoridad supervisora –en particular en Tesoro y CNMV–, y en mercados y sistemas de las Comunidades Autónomas competentes, fue clave para conseguir la integración real buscada.

Al nuevo Secretario le tocó desarrollar en todas las instancias y foros relevantes una labor lenta, pausada, constante y perseverante para convencerles de que, tras la integración en sentido jurídico, no cabía otra cosa que una lenta pero decidida integración también en sentido funcional y orgánico. Supo mantener siempre el dialogo abierto con todos, por encima de los diferentes intereses de las personas afectadas. A pesar de que algunos vieron en el interés de Luis por proteger la “institucionalidad” de BME un interés por velar por su propia función e intereses, todos los actores eran conscientes de que Luis sabía mantener un equilibrio, siempre complejo, entre las funciones e intereses de cada uno de los afectados y la necesidad de avanzar en el camino común. Recuerdo que siempre decía que “hay que saber compartir para convivir”. Fue capaz de orillar los problemas y dificultades propios de estos procesos e ir poco a poco convenciendo a todos de la necesidad de renunciar a los intereses propios para permitir un mayor bien común de la organización. Todo ello sin engañarse acerca de las asperezas y limitaciones humanas de los diferentes sujetos que entonces tenían algo que decir, y al mismo tiempo sin faltar a la lealtad institucional hacia quien tenía atribuido el mando último de la organización, es decir, el Presidente de BME.

La relación entre Luis Cazorla y Antonio Zoido merece una mención. No sería fácil encontrar personas de un carácter más diverso, e incluso con formas tan distintas de pensar en una misma organización, y que sin embargo hayan sabido relacionarse de manera eficaz para los intereses de aquella. Creo que en un momento inicial Antonio Zoido vio a Luis como una figura que había que sobrellevar por el bien del proyecto común. Y Luis supo comprender la singularidad propia de la persona unánimemente elegida por todos los bancos e intermediarios para tan gigantesca tarea como fue crear BME. Luis acabó “doctorándose en zoidología” como le gustaba decir, y Antonio acabó apreciando lo mucho que Luis podía aportar a tan singular proceso. Para mí ha sido un ejemplo de saber estar de ambos, como por otro lado es muy propio de personas de tan alto perfil profesional.

También merece mencionarse la relación de Luis Cazorla con otra persona clave en la historia de BME. En esos años de intenso y escondido trabajo para avanzar en la integración, un paso crucial fue la designación de Javier Hernani como Director Financiero del grupo BME. A mi juicio, Javier Hernani fue la mente financiera y operativa que hizo posible una integración real de 22 empresas y siete mercados y su conversión en una sola organización. Recuerdo que la resistencia a avanzar en ese proceso llevó a que tuviera que trabajar en condiciones precarias. Tenía que ser capaz de reportar al Consejo de BME resultados financieros consolidados de 22 sociedades sin una contabilidad integrada, a base de cortar y pegar tablas de excel, lo cual era una tarea casi inhumana. Su primer despacho estaba en una zona en obras del Palacio de la Bolsa porque no se quería que tuviera una mayor relevancia, para no enfadar a los enemigos de la integración. Javier supo estar por encima de todos los palos en sus ruedas y “con un escudo de BME y otro del Athletic en la camiseta”, como él decía, supo empujar ese proceso hasta conseguir el objetivo impuesto por los accionistas: la salida a Bolsa.

Tratándose de dos personas de caracteres y perfiles muy distintos, Javier Hernani y Luis Cazorla supieron colaborar de una manera extraordinariamente eficaz, tragándose más de un “sapo” cada uno por el bien común, y sabiendo jugar el papel que a cada uno le correspondía.

Luis tuvo también la inteligencia de saber comprender y relacionarse con otro peso pesado de la vida jurídica de la Bolsa, es decir, Jaime Aguilar Fernández-Hontoria. Jaime Aguilar era desde muchos años atrás el Secretario del Consejo de la Bolsa de Madrid. Se le reconocía como la mente jurídica que, entre otras cosas, había dado forma al Sistema de Interconexión Bursátil, sistema que permitió operar a cuatro Bolsas distintas como una sola, a pesar de pertenecer a propietarios distintos y a supervisores autonómicos, en algunos casos. Luis supo reconocer la extraordinaria inteligencia jurídica de Jaime y respetar su espacio de creatividad más orientado a lo puramente normativo y funcional y no tanto a lo institucional o de gobierno corporativo.

Entre tanto peso pesado, tratar de forjarse una carrera era una difícil tarea. Como muestra de lo difícil de esos momentos, recuerdo que Luis me había anunciado la posibilidad de que en el contexto de la creación de BME, yo pudiera llegar algún día a ser el Vicesecretario General de esa casa. En un momento, cansado de esperar, y con la impaciencia e inconsciencia propia de esa edad, le llamé y le dije que no podía esperar más y que si no tenía carrera en la casa, era mejor que buscara otros pastos. Luis se molestó y me contestó de forma airada, diciéndome que tenía que tener más paciencia y que resultaba incómoda tanta urgencia. En ese momento le dije que no me gustaba tener conversaciones de esa naturaleza y que preferiría no seguir hablando y en un acto claramente impulsivo colgué el teléfono. Recuerdo que a continuación llamé a mi mujer y le dije “Inma, este capítulo tan bonito de la Bolsa se ha terminado, esta tarde me van a despedir”. A las cuatro horas recibí una llamada de Luis Cazorla en la que me dijo que sentía mucho el tono en que había transcurrido nuestra conversación; que confiara en él y que si tenía un poco de paciencia las cosas acabarían terminando bien –como así fue–. Aquello fue una lección de humildad y de buen saber hacer que me ha servido de guía toda la vida.

No todo eran virtudes en el Secretario de BME. El que le conoce sabe que tiene sus áreas de mejora, como nos pasa a todos. Pero hay que reconocerle que sabe torear bien sus propios defectos. Así ocurría en las situaciones creadas a consecuencia del exceso de encargos que llevaba simultáneamente. Sus múltiples ocupaciones le llevaban en ocasiones a llegar a las reuniones, diríamos, derrapando, lo cual provocó en algún momento situaciones tirantes, que siempre supo lidiar con un toque de humor y mucho apoyo en sus ayudantes. También recuerdo cómo algún consejero, que era un conocido y respetado Abogado del Estado del sector, solía preguntarle cuestiones muy técnicas que Luis no manejaba con soltura porque no eran de su especialidad. No tenía ningún reparo en contestar “querido compañero, ya sabes que yo de eso no tengo ni idea, así que aquí está nuestros queridos Letrado Asesor y Vicesecretario para contestarte”. Jamás pretendió ser lo que no era, y aquello, de nuevo, fue una gran lección.

Estudios en homenaje al profesor Luis María Cazorla Prieto

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