Читать книгу Réplicas - Luz Larenn - Страница 14
ОглавлениеLA CHICA DAY
Lunes 13 de mayo, 19 h
(Réplica #1)
Deseaba creer que su ruptura no había sido por esa otra. Que lo que habían tenido había sido real y no una simple revancha o, peor aún, las sobras del banquete de sus mejores años.
Lo persiguió hasta allí y a pesar de lo que profesaba en sus libros, entrevistas en programas de televisión y hasta en algunos artículos del Times, comenzó a seguirle los pasos. Prefería saber la verdad de una buena vez y no quedarse con el entripado de un quizás, de esos que solo apretaban mas nunca ahorcaban. Para el caso, lo mejor sería saberlo todo y dejar ir aquella historia a fin de regresar a California en un pedazo. Rota, pero pegada y de pie.
Si había algo que jamás dejaría que se viera al echarle una rápida ojeada, eso sería a una Lesley hecha añicos. La coraza era tan gruesa que se había convertido en una a prueba de balas, cosa que definitivamente había sido aquello, todo un tiroteo, y ella inflando su pecho en el frente de batalla sin chaleco.
Debió saberlo, si ellos siempre habían sido el uno para el otro.
Bastaba con mencionarla al pasar, aunque de manera intencional, para que el semblante de su hombre se encendiera casi instantáneamente. La hacía perder los estribos, sobre todo el hecho de que ni siquiera intentara disimularlo. Repetía sus días inmersa en la firma de un acuerdo implícito en el que estarían juntos, sí, aunque no completos. Al menos no él, que en cuerpo aparentaba sólido mas su alma parecía evaporarse en el éter. Conformismo. Y para el caso, por momentos habría preferido que no la quisiera, que un buen día soltara que se iría de allí en busca de su verdadero amor.
Hoy comprobaba que efectivamente todo ese tiempo la pieza que le había faltado a su hombre radicaba en el maldito Gibraltar Lake.
La noche en que lo encontró no sucedió demasiado. Mientras que por la ventana se lo observaba leyendo un manual del máster, ahora a distancia, ese que había comenzado presencial en California, la jovencita Darcy Andrews pasaba por la cuadra y al verla escondida entre los arbustos agitó su mano burlona.
Pequeña idiota, pensó. Solo se la conocía en el pueblo por ser la hija mayor del alguacil y la primera familia inclusiva en toda el área.
Luego se encargaría de ella y así se ahorraría formar parte de habladurías innecesarias. Aunque, pensándolo mejor, no creía que una joven como ella fuera de las que salían corriendo a tuitear algo así. Más bien todo lo contrario. Se la veía oscura y retraída. Probablemente no tendría demasiados amigos y los que sí le dirigían la palabra ni siquiera sabrían lo que significaba Lesley Day.
Finalmente, pasada la medianoche, Liam apagó la luz, se fue a acostar y eventualmente ella, luego de luchar cuerpo a cuerpo con su ego destruido, arrastró sus pies hasta la habitación del Pine Lake.
Al mediodía siguiente supo que se encontraría en Maverick’s, el bar & grill que solían frecuentar todos cuando estudiaban, época en la que ellos dos todavía se encontraban a años luz de tener algo, aunque su esperanza brillara reluciente, tal como los ojos de una niña.
Un alerta en su teléfono activó el nuevo recorrido que haría ese día. Tenía el entripado de que su ex no solo había vuelto al lago por trabajo. Y muy a su pesar, esa misma tarde terminó por confirmarlo.
El ocre de un firmamento que solía disfrutar en la costa oeste de vez en cuando, al mirar por la ventana, ahora se convertía en el ominoso mural de fondo contra el que chocaría. La verdad como un fogonazo encandilador. Esa que siempre había sabido esconder, pero que al mismo tiempo nunca se había atrevido a destapar, como si se tratara del cajón del desorden: todos tenemos uno, pero no por ello es grato abrirlo para contemplar el desastre.
Liam se encontró con Leanne en algún punto perdido del bosque que unía el pueblo con el lago. Ambos apagaron las luces de sus respectivos coches y luego ella bajó para caminar sigilosa hasta la camioneta de su hombre, porque así todavía lo sentía, suyo. Le hirvió la sangre y acto seguido, caliente y oxidada, chorreó desde una herida que jamás había terminado de cicatrizar.
Respiró, contó hasta diez, luego hasta veinte. Irrumpir en aquella escena solo la habría hecho quedar como una lunática buscando venganza. Y si había algo en lo que ella jamás caería, y mucho menos por un hombre, era en la locura. Lo de la venganza estaba por verse. Nadie rompía a Lesley Day más de lo que ella misma había hecho todos estos años.