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II. Los semilleros de investigación: una aproximación

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Por una serie de motivos sociopolíticos que no vienen al caso, en las instituciones de educación superior colombianas la creación de semilleros de investigación se ha consagrado como una práctica habitual3. Para hacernos una idea de la implantación de esta figura en Colombia, en la Universidad Católica de Oriente –una universidad con 5.200 estudiantes− cuentan actualmente con 81 semilleros activos, en los que participan 1.024 estudiantes y 92 profesores4.

Estos semilleros, constituidos por un profesor o grupo de profesores y dirigido a alumnos –normalmente de primer grado−, tienen diversas finalidades, siendo la principal la de iniciar a los estudiantes en las tareas de investigación. Normalmente, estos semilleros giran en torno a una temática concreta (ej. Derechos Humanos) con la idea de que los estudiantes no solo adquieran las habilidades necesarias para desarrollar una investigación sino también conocimientos relacionados con la titulación que están cursando.

Es difícil definir qué es un semillero de investigación. Al tratarse de una actividad extracurricular, no es una cuestión que esté regulada y, por lo tanto, su composición y funcionamiento puede variar de acuerdo con la idiosincrasia de cada centro. No obstante, los autores que se han encargado de analizar este fenómeno han propuesto algunas definiciones que nos pueden ser de utilidad para comprender mejor el objeto de este trabajo.

Sin ánimo de exhaustividad, los semilleros de investigación se han definido de varias formas. A continuación, enunciamos alguna de ellas:

– Una “comunidad de aprendizaje donde confluyen los estudiantes de las diferentes profesiones y disciplinas con el propósito de buscar una formación integral”.

– “Un grupo de estudiantes dirigidos por uno o varios docentes para comprender una temática y sus aplicaciones a partir de realizar discusiones y críticas, apoyados en metodologías hacia la consolidación de procesos investigativos”.

– “Un espacio de discusión y formación integral de carácter interdisciplinario, multidisciplinario y transdisciplinario, que amplía la interacción entre profesores y estudiantes con miras a fortalecer el progreso científico”5.

De este modo, con independencia de la definición por la que se opte, podemos afirmar que se trata de un modelo de enseñanza informal, en el que los alumnos dejan de ser meros espectadores y pasan a ser protagonistas.

Al tratarse de una actividad voluntaria –o, al menos, así debe serlo− se presupone que el estudiante que acude al semillero lo hace porque tiene un interés especial en la temática elegida o porque tiene interés en la investigación. Esto hace que, en términos generales, el estudiante del semillero esté comprometido con el proyecto y muestre una actitud participativa.

De acuerdo con lo que venimos señalando, el principal objetivo del semillero es la investigación formativa, esto es, que el estudiante adquiera las habilidades necesarias para que sea capaz de llevar a cabo una investigación de forma autónoma. Esto no quiere decir que los semilleros solo estén dirigidos a la formación de futuros investigadores –al menos, no investigadores profesionales−. Prácticamente todos los operadores jurídicos en el desempeño de su trabajo precisan de este tipo de habilidades. Por ello, es interesante que el egresado en Derecho cuente con ellas, sea cual sea el destino profesional que se proponga. Asimismo, la iniciación a la investigación durante el grado permite al estudiante del semillero afrontar en mejores condiciones la elaboración del Trabajo Final de Grado.

Sin perjuicio de lo anterior, los semilleros pueden reportar beneficios más allá de la iniciación a la investigación. Entre otras cosas, porque el semillero se convierte en un punto de encuentro en el que los estudiantes tienen la oportunidad de salir de su zona de confort y aumentar su círculo de amistades. En él, tienen ocasión de conocer a los profesores de la universidad de una forma más cercana y, sobre todo, pueden conocer a compañeros que comparten las mismas inquietudes. Algo que, sin duda, puede enriquecer su experiencia universitaria.

Por todo lo expuesto, creemos que la creación de semilleros de investigadores puede ser una iniciativa muy positiva en las Universidades españolas y, en particular, en sus Facultades de Derecho. Este tipo de iniciativas podrían sumarse a otras que sí gozan de una mayor implantación –ej. Clínicas jurídicas, Club de Debate, Moot− y que apuntan en la misma dirección: un nuevo modelo de enseñanza del Derecho, centrado en la adquisición de habilidades y competencias, y en el que el alumno tiene un papel protagonista.

Como es lógico, para que esto sea factible, la creación y la supervisión de estos semilleros deberían ser reconocidos en los Planes de Dedicación Académica de las Universidades. De lo contrario, teniendo en cuenta la carga de trabajo de los profesores universitarios, difícilmente se podrá implantar y consolidar este tipo de iniciativas.

Reflexiones sobre la innovación docente en la enseñanza universitaria

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