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3.1 El servicio cablegráfico

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La instalación del telégrafo en el Perú pasó por varias etapas antes de consolidarse plenamente. En 1867 fue declarado de propiedad nacional. La línea Lima-Callao, la única que existía, estaba en manos de un concesionario. Ese año el Gobierno entregó la construcción y explotación del telégrafo eléctrico de Lima a Lambayeque a Carlos Paz Soldán, considerado su introductor en el Perú (Basadre VIII, 2005: 46).

La Compañía Nacional Telegráfica, fundada por Paz Soldán, suscribió compromisos con el Estado en 1865 y 1869 para establecer nuevas líneas que unieran Lima con el país. Otras empresas lograron concesiones similares, como la de Adrián S. Morse, que explotó la línea Lima-Ica. Sin embargo, en 1875 las líneas telegráficas retornaron a la administración estatal:

La Compañía Nacional Telegráfica, que había asumido sus compromisos con el Estado y con el público en virtud de los decretos del 27 de junio de 1865 y 25 de agosto de 1869, se vio imposibilitada de cumplir dichas tareas. El Gobierno, que le había hecho un fuerte préstamo, se encontró en la necesidad de asumir, como mayor acreedor, la propiedad de la empresa y llegó a un acuerdo con la compañía citada por decreto de 27 de abril de 1875. Las líneas telegráficas terrestres pasaron a ser así propiedad de la nación (Basadre VIII, 2005: 66).

A fines de junio de 1875 se daban los últimos toques para tender una línea cablegráfica submarina, entre Chorrillos (Perú) y Caldera (Chile), gracias al contrato que suscribió la empresa India Rubber Gutta Percha and Telegraph Works Company con el Gobierno del Perú dos años antes.

En octubre de 1874 sus directores se dirigieron al Congreso Nacional solicitando una garantía equivalente al cinco por ciento del valor del cable. La crisis fiscal, ya en álgido momento, impidió que se atendiera tal demanda. No obstante, los trabajos continuaron en el entendido de que el gobierno del Perú otorgaría a los inversionistas ingleses “la protección que todos los países civilizados han otorgado a las empresas que invierten sus capitales en la colocación de cables submarinos”. También en 1873 la compañía Maintenace suscribió otros contratos con la administración de Manuel Pardo para tender un cable submarino entre Panamá y Paita. Dificultades diversas, motivo de encendidas polémicas periodísticas, tuvieron como colofón la suspensión de los trabajos. Mas la Maintenace organizó en Londres la que podríamos llamar “empresa madre”, indispensable para que la India Rubber pudiera asociarse a ella y proyectar los trabajos del cable del sur (López Martínez 2009: 218).

Los cables submarinos constituyeron una gran proeza. Son considerados la primera tecnología de las comunicaciones transoceánicas, revalorada luego, tras el invento de la fibra óptica. A partir de 1850, cuando se tendió el primer cable, se pudo llevar la comunicación más allá de los hilos del telégrafo que, si bien se extendieron en el siglo XIX por Estados Unidos, Inglaterra y el continente europeo, se detenían frente a los mares, según explica Horacio C. Reggini en Los caminos de la palabra:

Los cables deben ser desenrollados de forma tal que se adecúen al relieve submarino y sin sufrir una tensión excesiva por la velocidad de los buques que los tienden; de otra manera, se cortan. En las cercanías de las costas se los entierra, para que no puedan ser dañados por las anclas de los barcos o las redes de los pescadores (Reggini 1996: 21).

La comunicación cablegráfica comenzó en nuestro país recién el 2 de septiembre de 1875. Los primeros despachos internacionales fueron los saludos que intercambiaron el presidente Manuel Pardo y sus homólogos de Chile y Argentina. Tres años después el Perú pudo comunicarse de manera directa con Londres (Basadre VIII, 2005: 67).

El servicio cablegráfico agregó un nuevo interés a la información de los diarios de la época (Porras 1970: 36). El primer telegrama que publicó El Comercio salió el sábado 6 de mayo de 1876, en la página 2 de la edición de la tarde, y provenía de Caldera (Chile). A la letra dice:

Importantes noticias de Europa

Guerra probable entre Rusia y Austria

Telegrama (por el cable submarino)

Han llegado noticias importantes de Europa. Se teme una guerra. El ministro de Rusia en Austria, se ha retirado a Viena. Poco antes de este suceso, el Zar de Rusia estuvo en Berlín a conferenciar con el Emperador de Alemania. Nada se sospechó entonces, pero es probable que Alejandro fuera a buscar la alianza con Guillermo. La Reina Victoria hizo últimamente un viaje precipitado a Alemania y aunque el pretexto fue celebrar un tratado relativo a la herencia de Sajonia-Coburgo-Gota, su visita puede tener relación con los sucesos posteriores. Otro antecedente […].

La interconexión internacional que generó el cable alcanzó directamente al Perú. El estadounidense James Scrymser obtuvo en 1878 la concesión para construir líneas telegráficas entre Estados Unidos y México, países que unió dos años más tarde mediante un cable entre Galveston y Veracruz.

Su compañía, la Central & South American Telegraph Company, fundada en 1882 con el apoyo de un grupo de banqueros de New York dirigidos por J. Pierpont Morgan, tendió cables hacia el sur hasta la costa de Perú. En 1891, esta compañía construyó un cable hasta Chile y compró la línea terrestre a Buenos Aires de la Transandine Telegraph Company, compitiendo con la compañía inglesa Eastern Telegraph Co. y sus subsidiarias, por el tráfico entre Sur y Norte América, y también por el tráfico entre Sur América y Europa, vía Norte América (Reggini 1996: 37).

Para 1878, si bien el despacho de telegramas había aumentado, las líneas telegráficas cubrían apenas 2554 kilómetros del territorio nacional. Al año siguiente se habilitó un servicio telegráfico trasandino que permitió al Gobierno —y a la prensa— comunicarse con el resto del país. Un aviso de El Comercio, publicado el 10 de agosto de 1879, dice:

Desde el 1 del presente quedó establecida la comunicación entre Valparaíso, Europa y Estados Unidos […], y a principios de agosto se inaugurará […] entre Chile, Brasil, Estados Unidos, Europa, Asia y África. Avisamos al comercio de Bolivia, Perú y toda la costa del Pacífico, que se puede transmitir despachos a cualquier punto del mundo en menos tiempo que cualquier otra vía, dirijiéndolos [sic] a sus agentes a Valparaíso o Santiago para ser entregados a las oficinas del Telégrafo Transandino.

En enero de 1884, cuando los diarios reabrieron sus puertas después de la Guerra del Pacífico, El Comercio contrató de manera exclusiva y por primera vez un servicio de comunicación por telégrafo (López Martínez 2009: 280), pero había deficiencias que el Estado debía resolver en su tarea de administrador de las comunicaciones.

Se necesitaba ampliar los servicios telegráficos, buscar concesionarios o contratistas que asumieran su explotación, reparación y administración, lo cual se hizo entre 1887 y 1890.

Según Basadre, como resultado de los contratos efectuados entonces, se renovaron las líneas telegráficas y se implantaron nuevas con material encargado al extranjero. Las oficinas tuvieron tres centros: uno cubría el norte chico y el sur hasta Pisco e Ica; otro, en el norte, cubría Trujillo y Paita; y el tercero, en el sur, desde Arequipa hasta Ilo y Sama. Los medios de prensa fueron los primeros beneficiados con este servicio, porque publicaron más noticias internacionales (recuadro 9).

El uso del teléfono se generalizó en las redacciones de los medios de prensa. Inventado en 1876, recién se encomendó a Bacigalupi y Cía. su instalación en Lima y alrededores el 13 de agosto de 1888. Ese año hubo 228 abonados, entre los que se contaban instituciones como el Congreso y autoridades como Andrés A. Cáceres, presidente de la República. Al parecer, la población miraba con recelo el aparato —los de magneto tenían una manizuela— pues el servicio nocturno fue suprimido durante un tiempo porque nadie lo usaba. Además, cada minuto de servicio costaba veinte centavos. El interés creció en poco tiempo: para 1895 la prensa reveló que en Lima había ya “900 abonados en Lima, Callao, Chorrillos, Barranco y La Punta” (Basadre X, 2005: 139).

Recuadro 9

Los diarios de provincias en el siglo XIX

Los primeros diarios de provincia circularon con notable éxito desde la segunda década del siglo XIX. Instaurada la república, había que comunicar las incidencias de ese proceso, más aun cuando “sobre los periódicos, bandos, libelos y carteles se edificaban un sentir y una manera de expresión que daban signos de la construcción de la nación” (Glave 2004: 23).

Durante el siglo XIX, Ayacucho y el Cusco albergaron la mayor cantidad de títulos. Salomón Carrasco Apaico recopila dos siglos de periodismo ayacuchano y concluye que desde 1823 hasta 1982 aparecieron medio millar de diarios, empezando por La Aurora de Huamanga (1823) y La Oliva de Ayacucho (1833).

Luis Miguel Glave ofrece una lista de medio centenar de periódicos republicanos que circularon en el Cusco, Arequipa, Puno y otras ciudades entre 1825 y 1839, que aún se conservan en la hemeroteca de la Universidad San Antonio Abad del Cusco y el Archivo Departamental de esa ciudad. Entre ellos, El Sol del Cuzco (1825-1829), auspiciado por Simón Bolívar, El Republicano de Arequipa (1825-1855) y Arequipa Libre (1827).

Más al sur, El Mensajero de Tacna (1840) fue el primer diario de la ciudad heroica y al parecer era escrito en su totalidad por el general Manuel de Mendiburu. Mientras que en el norte, inauguran el periodismo en sus provincias El Lince del Perú (1823) de La Libertad, y los piuranos El Botafuego (1828) y El Despertador Republicano (1828) (López Martínez 2004: 86-94).

Muchas de estas publicaciones, como sucedió con las de Lima, se vendían por suscripción. Algunas circularon por breve tiempo, como La Primavera de Arequipa (1825) que solo publicó cinco números, o La Estrella de Ayacucho que editó 37, pero hubo otras de larga trayectoria, como El Republicano, vigente por 30 años. Los primeros diarios de provincias fueron hojas oficialescas, pero pronto abundaron las independientes, como Arequipa Libre (Cayetano 1995: 180).

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