Читать книгу Mal de muchas - Marcela Alluz - Страница 10

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Al principio ocupé mi cuarto de soltera, como lo llama ella, aunque nunca me casé. Es como decir mi cuarto de virgen. Aunque ya no lo era y seguía durmiendo allí. Ella le dice así y yo siempre le hallo una intención oculta debajo. Estuve ahí unos meses hasta que mamá se quebró la cadera, entonces me tuve que trasladar al suyo. Sigo ahí. Lo hago porque de noche me llama y es más fácil tenerla al lado que atravesar el pasillo que separa nuestras habitaciones. Igual, al mío lo uso de estudio y me escondo para poder escribir sin que me hable. A veces sirve, pero no todas las veces. Tiene esa manera de entrar de pronto, abriendo la puerta como loca y diciendo, Oh, estás aquí, no te encontraba por ningún lado.

Sabe que siempre estoy ahí.

Cuando nota mi furia muda, agrega, No, te buscaba para preguntarte qué querés almorzar mañana. Y ya no puedo mandarla a la mierda. Sin contar que ya sabemos lo que vamos a comer mañana, porque lo hablamos hace un rato. Otras veces entra y se sienta a mirarme, Qué tanto escribís, me dice, no estarás escribiendo de mí, no. Ya no tengo con quién conversar, sigue. Todas mis amigas se han muerto. Además soy viuda, dice, vos nunca vas a saber lo que es eso. No se lo deseo a nadie. Pero seguí, seguí con lo tuyo, no te quiero interrumpir. Suspira profundamente, se levanta con un quejido y se va. Pasan dos minutos y con la culpa macerándome las entrañas voy a la cocina a sentarme con ella, pero ya se enganchó con un programa de preguntas y respuestas y me hace callar apenas entro. Shhhhhhhhhhh, me dice, de manera irritante y sube el volumen. Me vuelvo ofuscada a seguir con lo mío y lanza el interrogante a los gritos, Quién escribió El tambor de hojalata.

Entonces vuelvo a pensar en el té de belladona y una muerte rápida, porque no soy capaz de pegarle un tiro, y mancharme las manos con la sangre de mi madre.


Mal de muchas

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