Читать книгу Mal de muchas - Marcela Alluz - Страница 11

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Amanece y no he cerrado los ojos. Tengo la ingrata tarea de la docencia y me queda una hora para poder levantarme y salir. Una hora más en colectivo, dos cuadras y el colegio. Saludos, formación y adolescentes a los que les importa un cuerno quién era Borges y qué decía. Me tapo hasta la cabeza y cierro los ojos aun sabiendo que lo peor que podría pasarme sería dormirme porque me levantaría de peor humor. Los lunes tienen esa manía de hacernos creer que el fin de semana es el Paraíso pero, al menos para mí, llegar al viernes es un purgatorio del infierno que será el fin de semana.

Sos depresiva, Margarita, me dice mi madre cuando me encuentra por el pasillo con cara de muerta. Ella está levantada desde hace rato y toma mate mientras lee un diario. Me recuerda que no limpié la casa como le había prometido el fin de semana. No pude, le digo. Y claro, m’hija, si se pasa paveando en la compu. Tiene razón, además usa ese trato de usted para tomar la distancia justa que la acredita como madre. Yo pensaba que, llegada cierta altura de la vida, las madres y las hijas, adultas ya, podían ser compañeras. No, no es así. Al menos entre nosotras. Ella siempre encuentra la manera de hacerme sentir una adolescente. Tiene un repertorio de monosílabos, mohínes, suspiros, chasquidos de lengua y toses que me posicionan en un lugar culpable. Siempre.

Margarita, me alcanzás las pastillas de la cómoda. Suspiro.

Nena, podrías secar mejor el baño cuando te duchás. Chasquido de lengua.

Es demasiado escotada esa remera. Mohín.

Yo dije que te ibas a resfriar. Ja.

Andate a fumar lejos que desde la ventana me llega el humo. Tos.

Oh, pobre mi madre, también debe ser bravo que te caiga una hija en la mitad de la vida a modificarte la existencia. Eso por no prever, asegura, moviendo la cabeza de lado a lado. Sigue, Yo me sacrifiqué toda la vida para tener esta casa, una a tu edad debería tener un lugar propio, qué hubieses hecho si no me tuvieras a mí. Una vida de trabajo al lado de tu padre para criarlas y dejarles algo. Bueno, no es que les dejamos mucho, pero siquiera un título con el que pensamos que les harían frente a las necesidades. Tu hermana al menos se casó bien. Vos ni eso. No te estoy retando, no, solo digo. Barre mis pies y chas chas con las pantuflas. Trago el café y mastico mi fracaso a modo de tostadas.


Mal de muchas

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