Читать книгу Mal de muchas - Marcela Alluz - Страница 16

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Hace dos horas que se está arreglando. Se puso los ruleros, la faja, un trajecito, los zapatos de taco ancho y medio bajo. Son zapatos de vieja, me dice. Pero son cómodos, me salieron carísimos así que deben ser buenos. Te gustan. Asiento. Hermosos, vieja.

Se pinta las uñas. Color magenta, me informa. Se usa mucho. Cómo sabés, mamá. Porque veo la televisión, vos deberías ver más tele así aprendés a vestirte y no salís hecha un mamarracho. Ya no está de moda ser hippie, me dice. Qué vieja hija de puta, pienso riéndome y acordándome de mis jeans y mis camisolas. Sí, tenés razón. Lo digo en serio. Sigue pintándose con un imperceptible temblor que me conmueve. Termina y mueve las manos delante de su rostro mientras se sopla las uñas. Se coloca los lentes, sacude su cartera y se la cuelga. Cómo estoy. Hermosa, le digo. Nadie me da la edad que tengo, me explica, yo igual me saco tres años, así que ni se te ocurra decir cuántos cumplo. Jamás, mamá. Bueno, me voy, ahí llegó el taxi, lavá lo que uses y estate atenta cuando toque el timbre, lo único que falta es que me asalten. Andá tranquila. Se da vuelta y le veo la coronilla medio pelada. Dejame que te arregle el pelo. Me acerco, le entrecruzo un poco los cabellos. Listo, perfecta estás. Gracias, hija. Y se va, taconeando por la vereda hasta el auto. Se sube con una agilidad envidiable. Me saluda con la mano.

Y yo me quedo extrañándola, a esa mujercita retorcida y tierna que a veces suele ser mi madre.


Mal de muchas

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