Читать книгу Mal de muchas - Marcela Alluz - Страница 7

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Después, me puse los zapatos y me fui, sabiendo que no pondría más los pies en esa casa.

Claro que me dio pena. Siempre me duelen las despedidas. No tanto de las personas como de los lugares.

Me acuerdo con una nitidez insoslayable de las manchas de humedad de la habitación en la que dormí los primeros años de mi niñez. A veces las he añorado con toda la nostalgia hecha un nudo en un lugar del cuerpo.

Me subí al colectivo sabiendo que si no lo hacía así, si no me iba la mañana de un lunes con todo ese sol y con la promesa de una cita esa misma tarde, no me iría nunca.

Atrás quedaba el único hombre por el que hubiese atravesado el abismo. Por eso me fui. Porque el instinto de supervivencia me atraviesa y no soy dada a andar dejando el alma en otros cuerpos.

En ese momento no quise volver a verlo nunca. Ni a llamarlo. Ni a saber de él.

Pero hay un lugar de la piel donde se ha quedado marcado, imprescriptible. Como aquellas manchas de humedad, doliéndome como solo me duelen las paredes.


Mal de muchas

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