Читать книгу Mal de muchas - Marcela Alluz - Страница 22

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Los sábados cada dos semanas se tiñe sola. Dejó de ir a la peluquería desde marzo, pero jamás va a reconocer que lo hace porque se está dando cuenta de que todos los precios están inflados por culpa del ingeniero que gobierna. Ella escucha los canales oficialistas y dice que resigna sus lujos para enmendar todo lo que se robó el gobierno. Tu gobierno, me dice, temible, acusadora, enfundada en sus guantes de plástico, taza y pincel en mano y un espejo pequeño enfrentado al otro más grande.

Sos muy ignorante, mamá, le digo mientras le saco el pincel de la mano y empiezo a separarle sus tres pelos con el peine fino. Así no, replica dando por hecho que yo la voy a teñir. Con la cola del peine. Le hago una raya al medio y le rozo la bolsa de nylon abierta que se puso de capa. Ella me mira en el espejo. Te doy los guantes, me dice. No, mamá, no hace falta. Teñime bien las patillas y atrás en la nuca que no me puedo ver. Qué desgracia, sigue, ni una vieja como yo puede darse un pequeño lujo por culpa de esa banda de ladrones. Cómo me voy a regocijar cuando los metan presos. Y yo por pura maldad, porque sé que ningún argumento le va a sacar el latiguillo de los medios, le digo una frase que le duele más que cualquiera, Nuestra presidenta sí que era hermosa, me encantaría tocarle esa melena de leona. Dejame, Margarita, dejame, yo me tiño bien sola, salí de acá. Qué bronca me hacés dar cuando te veo tan imbécil, y se viene con la lengua afilada, Mejor andá vos a hacer algo con tu pelo a ver si enganchás a algún infeliz que te mantenga y me dejás vivir en paz.

Touchée, digna madre.


Mal de muchas

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