Читать книгу Mal de muchas - Marcela Alluz - Страница 30

Оглавление

Me demoro entre la puerta cerrada y el pequeño jardín antes de la reja. Ella apagó la luz para mirar por entre las cortinas, me la imagino persignándose. Me paso la mano por el ceño fruncido, me late el corazón en la boca. Andrés se baja del auto. Está igual. Al menos yo lo veo igual. Nos abrazamos como si ayer hubiese sido el último encuentro. Vamos de aquí, le digo. Pienso que mi madre está memorizando su rostro para describirlo a la policía si me demoro. Subimos al auto. Bajamos en un lugar que él eligió y nos sentamos en una mesa al fondo. Hay mucha gente, pero todos hablan bajo y un blues suena despacio. Yo me deslizo en el aire. Tendrá idea él de cuánto he soñado este encuentro, cuánto he fantaseado con él, primero con la fiebre de la adolescencia y luego cuando me envió el mensaje y me preguntó si quería verlo.

Sirve vino. No puedo dejar de mirarlo. Tanto tiempo. No dejamos de sonreír. Qué cosa esto del Facebook. Sí, le digo. Contame de vos, me pide. Uy, qué le digo. Que soy una solterona que vive con la madre, que soy profesora de Literatura y que escribo, pero justamente por ser docente me da pánico que otros me lean y por eso no publico nada, que engordo y adelgazo según mi humor, que los sábados a la noche soy feliz con una botella de vino, que no tengo hijos porque me horrorizan los niños, pero más que nada porque nunca encontré con quién criarlos, y que más de una vez soñé uno de él.

Nada, le digo. Y de esa nada seguimos a un café en otro lado, de ahí a dormirme en sus brazos y de ahí a bajar con el vestido a lunares arrugado, aterrada, de catorce años, a tocarle el timbre a mi madre para que me abra la puerta.


Mal de muchas

Подняться наверх