Читать книгу Mal de muchas - Marcela Alluz - Страница 37

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De noche la angustia era una boca que me iba tragando. Me iba tragando y yo me iba desesperando, se me trepaba a los hombros, yo me escapaba y le daba pelea.

Me pasaba un camisón pequeño, de color verde por la cabeza. Me desordenaba un poco estos cabellos que en ese tiempo eran más rubios. Nacho estaba en la cama mirando tele. Pasaba a propósito frente a él. Él movía la cabeza esquivándome, para no perder un minuto de su programa. Ay, la bronca ardiéndome en las manos. Contaba hasta cien. Despacio. Me metía en la cama. Esperaba. Esperaba el momento justo para rozarlo. Esperaba. Él apagaba la tele. Acomodaba las almohadas. Se acostaba dándome la espalda y yo me pegaba a él. Se sorprendía, pero se dejaba. Mis rodillas detrás de sus rodillas, mis pechos en su espalda. Bajaba las manos. Abajo de su piyama las metía. A mis manos ardidas, tajeadas, dolidas. Lo tocaba y lo iba sintiendo cómo se iba dejando. Giraba y quedábamos enfrentados. Son mis dos manos las que lo sostenían. Me bajaba la ropa apurado. Y apurado se subía a mi cuerpo. Yo no era más yo y subía las piernas hasta sus hombros y lo miraba, y no me importaba que la luz del velador estuviese prendida y le tomaba la cara con las manos y él cerraba los ojos. Cómo hubiese querido quererlo. Subirme a ese deseo como me encaramaba sobre su cuerpo y tensar la cuerda de mi alma para que vibrara en su tono. Pero luego del amor me desplomaba, el vacío aún más grande dentro de mí y una sed inabarcable que no se saciaba con el cuerpo de Nacho ni con sus ojos, ni con nada.


Mal de muchas

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