Читать книгу Mal de muchas - Marcela Alluz - Страница 21

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La tarde de aquellos inviernos me había prometido sobrevivir. Ni ser feliz, ni tener el pelo más largo, ni acomodar la hilera de ropa que iba desde el pasillo hasta el cuarto. Sobrevivir. Encontrar ese acento que solían tener las palabras y que un día se les fue. Encontrarme con esa que yo fui, cuando al menos había tres o cuatro sogas por donde me colgaba y me esfumaba de la vida híbrida que se me cruzaba en las tardes. Yo me encaramaba sobre alguna de ellas, y el vértigo me sostenía. Después, el vértigo también se me fue y empecé a caminar como autómata, sin necesidad de hacer equilibrio. No me caía. No tenía miedo de caerme. Podía haber un abismo abajo, me daba lo mismo. Me empezaron a dar lo mismo todos los asuntos. El cuerpo se me había vaciado de sensaciones y creí que me las había gastado todas de tanto andar como supe hacerlo, oteando en las cornisas.

Alguna de esas tardes lo decidí, iba a sobrevivir en esa tragedia de algodón de azúcar que me pegoteaba la boca y me dejaba granos blancos en la lengua, como si masticara vidrios, pero que ni siquiera me dolían.


Mal de muchas

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