Читать книгу Escritos sobre la mesa - Mariano García - Страница 17
ОглавлениеJean de La Fontaine
La lengua
Cierto día de mercado, Janto, que tenía ganas de convidar a algunos de sus amigos, le ordenó comprar lo mejor que hubiera allí y ninguna otra cosa. Yo te enseñaré, se dijo para sí el frigio, a especificar lo que deseas sin someterte a la discreción de un esclavo. No compró más que lenguas, las cuales hizo preparar con todas las salsas. La entrada, el plato principal, los entremeses, todos consistieron en lengua. Al principio los convidados alabaron la elección de este plato; al final, estaban disgustados. “¿No te encargué comprar lo mejor que hubiera?”, dijo Janto. “¿Y qué hay mejor que la Lengua?”, respondió Esopo. “Es el vínculo de la vida civil, la Llave de las Ciencias, el Órgano de la Verdad y de la Razón. Por ella se construyen las Ciudades y se las vigila; se instruye, se persuade, se presiden las Asambleas, se cumple con el primero de los deberes, que es alabar a los Dioses.” “Y bien”, dijo Janto, que pretendía atraparlo, “mañana cómprame lo peor que haya: vendrán a cenar las mismas personas a casa, y quiero diversificar.” Al día siguiente Esopo no hizo otra cosa que servir el mismo plato, diciendo que la Lengua era lo peor que había en el mundo. Es la Madre de todos los debates, la Nodriza de los procesos, la Fuente de las divisiones y de las guerras. Si se dice que ella es el Órgano de la Verdad, también lo es del Error, y peor aún, de la Calumnia. Por ella se destruyen las Ciudades, se persuade a hacer cosas malvadas. Si por un lado alaba a los Dioses, por otro profiere blasfemias contra el poder de aquellos. Uno de los invitados dijo a Janto que ese sirviente le era verdaderamente necesario, pues sabía más que nada en el mundo ejercitar la paciencia de un Filósofo.
“Vida de Esopo el frigio”, en Fábulas (1668)
Jean de La Fontaine (1621-1695). Escritor del clasicismo francés, frecuentó los salones de Madame de La Fayette y de Madame de Sévigné. En sus célebres Fábulas reivindicó el principio de imitación de los clásicos, siguiendo especialmente al griego Esopo y las fábulas en versos latinos de Fedro. De su arte decía: “mi imitación no es una esclavitud”.