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El aula-taller como espacio para el desarrollo de capacidades

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Las escenas descriptas son solo un recorte de una experiencia más extensa y, como toda experiencia situada, se constituye en función del contexto y las características particulares de la institución en la cual se desarrolla. De todos modos, muchos de los aspectos relatados representan a las diferentes experiencias de robótica educativa presentes en las escuelas en esos tiempos.

Por otro lado, las dinámicas de enseñanza y de aprendizaje relatadas, las cuales posicionan al alumno como constructor activo de sus aprendizajes y, al docente, como orientador de ese proceso, no eran propias ni exclusivas de la robótica. El aula-taller en la escuela, que, en un principio, se relacionaba con las actividades prácticas manuales, literarias, artísticas y, en general, expresivas, poco a poco fue extendiéndose hacia el aprendizaje de otras áreas de conocimiento, tales como las Matemáticas, la Lectoescritura, las Ciencias Sociales o las Ciencias Naturales (los recordados “talleres de ciencias”…).

María Teresa Cuberes, en su ya clásico libro El taller de los talleres (González Cuberes, 1987) sostiene: “(…) me refiero al taller como tiempo-espacio para la vivencia, la reflexión y la conceptualización; como síntesis del pensar, el sentir y el hacer. Como el lugar para la participación y el aprendizaje (…)”; “(…) el taller como lugar de manufactura y mentefactura (…)”; “(…) en el taller, a través del interjuego de los participantes con la tarea, confluyen pensamiento, sentimiento y acción. El taller, en síntesis, puede convertirse en el lugar del vínculo, la participación, la comunicación y, por ende, lugar de producción social de objetos, hechos y conocimientos (…)”.

Estas dinámicas, gradualmente, fueron incorporándose, desde los espacios no formales o extracurriculares, hacia las aulas y los espacios disciplinares formales. Y esto sucedía en un contexto educativo donde las prácticas constructivistas lograban cada vez un mayor arraigo en las escuelas; tiempos en los que, a la luz de la reforma educativa española, la currícula escolar incorporaba explícitamente a los procedimientos y las actitudes como contenidos de enseñanza (Coll et al., 1992).

En este contexto, la robótica encontraba un terreno fértil para crecer y desarrollarse; para explorar, para innovar, para construir su propia didáctica, bajo el paraguas de la teorías emergentes, propias de las didácticas generales. Así, por ejemplo, tomando como referencia las teorías de Piaget y de Vygotsky, Seymour Papert define el construccionismo2 basándose en las “actividades cibernéticas” (tal como él las denomina) en las que (…)

los sensores, las computadoras que pueden ejecutar programas Logo y los controladores motorizados, permiten a un niño construir una casa Lego con un sistema programable de control de la temperatura y modelos móviles capaces de buscar condiciones del ambiente tales como luz o calor, o de seguirse o evitarse mutuamente. (Papert y Harel, 1991)


Imagen 5. Mediante un kit didáctico de construcciones,los alumnos diseñan y construyen un vehículo.

Robótica y automatización: de los conceptos a la didáctica

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