Читать книгу La estabilidad económica en la Constitución Española - Mauricio José Reyes Opazo - Страница 14
b. Crecimiento económico y pleno uso de los recursos económicos
ОглавлениеUn segundo presupuesto de la economía clásica fue la búsqueda del crecimiento económico y el uso pleno –a largo plazo– de todos los factores de producción.
El modelo económico clásico, consideraban los economistas clásicos, tuvo como uno de sus objetivos centrales el «crecimiento [económico] y las conclusiones distributivas macroeconómicas que emanaban de su visión del crecimiento»47. Sin embargo, la consecución de este objetivo no entrañaba exclusivamente medidas y/o acciones tendentes a generar riqueza económica –que, en el caso de Smith, Ricardo, Say y otros, consistía en acumular capital– sino que exigía reconocer y aceptar, como soporte de esas decisiones, una presunción de funcionamiento del mercado, a saber, la idea de que «[a] largo plazo, la economía tiende automáticamente a utilizar a pleno rendimiento sus recursos»48.
Aunque Adam Smith, según señalan Landreth y Colander49, utilizó en su obra la premisa sobre el funcionamiento del mercado antes citada, su reconocimiento y desarrollo no se produjo hasta la aparición de las explicaciones que Jean-Baptiste Say, James Mill y David Ricardo formularon acerca de la imposibilidad de sobreproducción o subconsumo en la economía.
Como indicamos previamente, el crecimiento económico, entendido como riqueza de la nación, constituyó el objetivo central del análisis de los autores y de los pensadores durante el siglo XVIII y XIX. Ahora bien, esta coincidencia en cuanto al fin último de la economía no se manifestó respecto del valor que se asignaba al ahorro y al consumo en la consecución del desarrollo económico. De hecho, durante el siglo XVIII y XIX, Mandelville, Lauerdale, Malthus y Marx50 sostuvieron con diversa intensidad, en palabras de Hutchison, que «la actividad económica en una economía de cambio constituye una respuesta a una demanda efectiva y que una deficiencia de aquella puede reducir el nivel de actividad económica y de riqueza nacional a menores valores de los que podrían lograrse»51 o, siguiendo a Taylor, que el ahorro (la acumulación de capital) no producía mayor riqueza. Todo lo contrario, «la propensión [de los capitalistas] a limitar sus gastos en bienes de consumo y hacer todo el ahorro e inversión posibles, aumentando así continuamente la oferta de capital (…) no sólo ocasionaría (…) con el tiempo la baja de las utilidades (…), sino que también engendraría (…) crisis periódicas de un exceso general de producción y de falta de consumo o saturación de los mercados»52.
Aunque Smith, ya en el siglo XVIII, había estimado que el ahorro no es atesoramiento, sino inversión y, en consecuencia, «no reduce [el consumo] sino que reorienta simplemente la demanda de los bienes de consumo hacia los bienes de inversión»53, fueron los autores clásicos de la corriente principal, esto es, Say, Ricardo y Mill, los que manifestaron objeciones a los planteamientos de Mandelville, Lauerdale, Malthus y Marx. En primer lugar, porque como herederos intelectuales de Smith, consideraron que el ahorro no era acumulación, sino inversión. Y, en segundo lugar, porque advirtieron, al analizar el funcionamiento y las consecuencias que tiene el ahorro entendido como inversión en el crecimiento económico que, si bien «podía [existir] superproducción o lo que llamaban superabundancia en algunos mercados, (…) era imposible que hubiera superproducción general en toda la economía»54. En otros términos, para los economistas clásicos de la corriente principal, en una economía competitiva, con precios y salarios flexibles, los factores de producción, esto es, el capital, el trabajo y la tierra, no solo cambian de un mercado a otro en función del exceso de oferta o demanda, sino que, con el transcurso del tiempo, se equilibran –automáticamente– tendiendo, por ende, al pleno empleo de estos.
En resumen, «el modelo [económico] clásico supone que (…) la economía se mueve de un equilibrio a otro»55, de modo que los desajustes que en el corto plazo se generen entre los factores de producción en un mercado determinado o, en términos más amplios, las crisis económicas que tienen lugar en una economía no solo constituyen una expresión de una «producción o inversión desproporcionada [, o bien de una] insuficiencia [en el] ahorro»56, sino que reflejan el funcionamiento –siempre en búsqueda del equilibrio– de una economía que crece.