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1. Primeras dudas sobre el ajuste automático

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Precisamente, una de las nociones de funcionamiento del mercado que no permaneció indemne durante el siglo XIX y XX fue aquella que reconocía al mercado la capacidad de ajustarse automáticamente. Los economistas de la corriente principal, así como los disidentes de este criterio, manifestaron su preocupación –los primeros– y, su más absoluto rechazo –los segundos–, al presupuesto de la armonía del mercado. Entre los primeros, se incluyen autores como Adam Smith73 o J. S. Mill74, quienes catalogaron en capítulos o secciones de sus obras defectos del orden económico que demuestran, no solo «los serios conflictos entre intereses privados y los intereses del público en general»75, sino la total falta de proporción y correspondencia en la solución que el mercado da a dichos conflictos. De ahí que estos autores respaldarán la intervención gubernamental, entendida como un medio idóneo para resolver los desequilibrios y las injusticias que ocasiona el mercado.

Más radical, en cambio, fue la posición de los autores contrarios a la ortodoxia. En particular Karl Marx, quien descubrió que «el sistema económico está lleno de conflictos que las fuerzas del mercado no pueden resolver (…) [y, en consecuencia,] su resolución exigiría la introducción de grandes cambios en la estructura institucional»76. De ahí que, desde mediados del siglo XIX, cobró impulso la búsqueda de soluciones políticas a los conflictos sociales que generaba el sistema económico, pero sin que ello implicase la adopción por parte del Estado de mayores funciones.

La estabilidad económica en la Constitución Española

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