Читать книгу La estabilidad económica en la Constitución Española - Mauricio José Reyes Opazo - Страница 15

c. Laissez faire y el rol del Estado en la economía

Оглавление

La economía clásica, como aludimos al inicio, promovió y justificó un papel –limitado– del Estado en la economía. Si bien, la primera exposición de esta visión fue formulada por los fisiócratas, específicamente por Vincent de Gournay, quien acuño la frase laissez-faire57, lo cierto es que su exposición más acabada –para su tiempo– la enunció Adam Smith. De hecho, para el autor escocés, el papel del Estado en la economía requería de parte del propio Estado «paz, (…) impuestos fáciles y una tolerable administración de la justicia»58 y, en particular, respecto del gobernante, el cumplimiento de tres deberes, a saber: «[p]rimero, el deber de proteger a la sociedad de la violencia e invasión de otras sociedades independientes. Segundo, el deber de proteger, en cuanto sea posible, a cada miembro de la sociedad frente a la injusticia y opresión de cualquier otro miembro de la misma, o el deber de establecer una exacta administración de la justicia. Y tercero, el deber de edificar y mantener ciertas obras públicas y ciertas instituciones públicas que jamás será del interés de ningún individuo o pequeño número de individuos el edificar y mantener, puesto que el beneficio nunca podría reponer el coste que representarían para una persona o un reducido número de personas, aunque frecuentemente lo reponen con creces para una gran sociedad»59.

En el mismo sentido se pronunciaron, durante el siglo XIX y principios del XX, John Stuart Mill, Carl Menger y Alfred Marshall. Así, el primero, luego de mencionar argumentos que justifican restringir la intervención del Estado, concluye que «la práctica general debe ser laissez-faire [puesto que] toda desviación de este principio, a menos que se precise por algún gran bien, es un mal seguro»60. En el caso de Menger, su renuencia a que el Estado intervenga en la economía se fundamenta en el temor de que «el apoyo [del Estado] puede convertirse en paternalismo y, por lo tanto, restringir la libertad personal»61. Por último, Alfred Marshall, en un texto al final de su vida académica62, no solo actualizó el catálogo de deberes del soberano ideado por Smith, sino que reafirmó el papel del Estado en la economía, al afirmar que «toda nueva extensión de la labor gubernamental en las ramas de producción que necesitan una creación incesante y la iniciativa, debe ser considerada prima facie antisocial, porque retarda el crecimiento de ese conocimiento63…. reduci[endo] (…) el campo de la libre empresa [. En definitiva, afirmó Marshall], la presión de los métodos burocráticos perjudicaría no sólo los resortes de la riqueza material, sino también muchas de esas cualidades superiores de la naturaleza humana»64.

Esta concomitancia de los autores de la corriente principal en relación con el papel del Estado en la economía, sin embargo, no persistió al momento de explicar las razones por las cuales el Estado debía desempeñar ese rol. Así, para Smith, Ricardo y Malthus esta concepción del Estado se justificó, principalmente, como una «censura (…) al mercantilismo… [por el] uso [que hacía] del poder estatal para favorecer los intereses de una pequeña minoría que aspiraba a rodearse de privilegios»65. Distinto era el caso, en cambio, de Stuart Mill, Menger y Marshall para quienes la defensa de esta visión se encontraba en aspectos diversos.

En el caso Stuart Mill, la negativa a que el Estado intervenga en la economía se encontraba en la idea de que esta injerencia, a fin de cuentas, «puede extenderse hasta el control de la libertad de acción de los individuos»66, entorpeciendo, en consecuencia, «el desarrollo (…) de las facultades físicas o mentales, ya sean sensitivas, ya activas (…) del individuo»67.

Para Menger, como indicamos previamente, la interferencia gubernamental puede dar lugar a un paternalismo y, en definitiva, a una restricción en los derechos y libertades de los ciudadanos. Sin embargo, esta regla, afirma el citado autor, presenta una importante excepción. Esto es, que se manifiesten circunstancias anormales «que requieran leyes especiales, que (…) solo el Estado pueda aprobar, o [bien que] involucre costos altos [, en cuyo caso] el apoyo del gobierno se vuelve indispensable»68.

Finalmente, Marshall, en una argumentación bastante confusa defendió, por un lado, el sistema del laissez faire y, por otro, apoyó que el Estado interviniera en la economía69. En lo que respecta al laissez faire, el profesor de Cambridge afirmó, en una exposición al final de su vida académica que «nuestra edad, entonces, no es tan derrochadora y dura como a veces se representa [, ya que] más de la mitad, (…) incluso (…) tres cuartas partes, de los ingresos totales de la nación se dedican a usos que contribuyen a la felicidad y a la elevación de la vida, casi tan eficientemente cómo es posible con nuestra limitada comprensión actual de las artes de la vida»70. En otras palabras, que «el sistema capitalista había conseguido elevar los niveles de vida durante varias generaciones incluso para los campesinos»71.

En definitiva, el modelo teórico de Estado que surgió de los autores clásicos no contempló la intervención gubernamental en la economía, ya que dicha actuación se consideraba –a priori– innecesaria y dañina72.

La estabilidad económica en la Constitución Española

Подняться наверх