Читать книгу Duerme en un dos por tres - Michael Mosley - Страница 3
ОглавлениеIntroducción
Todos dormimos, de hecho, pasamos cerca de un tercio de nuestras vidas en este peculiar estado de inconsciencia. Sin embargo, hasta hace no mucho se sabía muy poco sobre el sueño, para qué es, cuánto necesitamos y cómo actúan los sueños en beneficio de nuestra salud mental.
La buena noticia es que en el transcurso de los últimos veinte años se ha suscitado una revolución en el estudio del sueño y su importancia. No hace mucho estaba de moda presumir lo poco que uno había dormido, y la muestra del éxito de un empresario o político era su capacidad para rendir con pocas horas de sueño. Se decía que la antigua primera ministra del Reino Unido, Margaret Thatcher, era el ejemplo perfecto de alguien que se desempeñaba durmiendo poco (lo cual resultó ser un mito que se cultivó cuidadosamente). Recuerdo que cuando me quejé con un asesor médico (mayor) de que mi incapacidad para dormir estaba alterando mi juicio y empatía, me respondió que dormir era “para débiles”. O en otras palabras: “Tendrás mucho tiempo para dormir cuando estés muerto”.
Hoy nuestras posturas al respecto son muy distintas. Gracias a investigaciones recientes, sabemos que la falta de sueño es devastadora para el organismo, el cerebro y el microbioma (las bacterias del intestino), además aumenta drásticamente el riesgo de desarrollar una serie de padecimientos crónicos, como obesidad, diabetes tipo 2 y demencia.
Y cuando se trata de dormir, no sólo importa la cantidad sino la calidad. Gracias a extensos estudios, ahora sabemos que, si el sueño no es adecuado y suficiente, aumenta el riesgo de padecer depresión y problemas cognitivos. Lo cual es muy preocupante, sobre todo si, como una tercera parte de la población adulta, sufres insomnio.
Por suerte hay estrategias sorprendentes y muy efectivas para mejorar la calidad del sueño que garantizan que te quedes dormido rápido, duermas profundo y despiertes renovado. Como consecuencia, promueven tu felicidad, creatividad e incluso esperanza de vida.
Quise escribir este libro porque desde hace mucho tiempo estoy obsesionado con el sueño, no sólo desde una perspectiva científica, también por motivos muy personales. He padecido insomnio intermitente durante los últimos veinte años, al punto de la desesperación. Quería descubrir qué estaba haciendo mal y, desde luego, enmendarlo.
No siempre tuve problemas para dormir. De adolescente podía hacerlo cuando fuera y en donde fuera. Una vez me quedé dormido en una cabina fotográfica (no alcancé el último tren para regresar a mi casa). En otra ocasión me dormí en una cabina telefónica. Nunca me preocupó irme a dormir o quedarme dormido porque era algo natural.
No siempre dormía bien, pero era por elección. Como a la mayoría de los adolescentes me gustaba dormir tarde y despertar temprano. Como estudiante de medicina, me desvelaba mucho por ir de fiesta y después, hasta el último momento, me ponía a estudiar. Ahora sé que eso es absolutamente contraproducente. El sueño es necesario para consolidar los recuerdos, como explicaré en este libro.
A medida que mi entrenamiento médico avanzaba el sueño se volvía más valioso. Descubrí que ya no rendía si dormía un par de horas por noche. Me ponía muy irritable y estoy seguro de que perjudicaba mi juicio y empatía. Aun así, cuando tenía la oportunidad, podía quedarme profundamente dormido durante horas. Pese a que mis turnos laborales irregulares interrumpían mis patrones de sueño, nunca tuve dificultad para quedarme dormido.
Todo cambió hacia finales de mis veintes. Para entonces estaba casado y había empezado a trabajar en la televisión. Mis horarios eran impredecibles y extensos, aunque nada comparado con mis años como estudiante de medicina. En esta época, mi esposa, Clare, era residente y a menudo trabajaba 120 horas a la semana. Era habitual que tuviera guardias de tres o cuatro días y que en las noches durmiera un par de horas con interrupciones, lo que afectaba su juicio. Me contó que, tras una semana particularmente intensa, dormitó de pie durante una cirugía. Por suerte despertó antes de que se dieran cuenta.
El trabajo ya absorbía casi todas nuestras horas y comenzó a importunar nuestro sueño. En las contadas ocasiones que Clare dormía en casa, me despertaba en la madrugada para que le ayudara a buscar a sus pacientes, pues en su estado de vigilia, estaba convencida de que estaban perdidos en la alacena o que la esperaban en la planta baja. Clare tiene parasomnia, una serie de conductas nocturnas, a veces peculiares, que incluyen caminar o hablar dormido.
A principios de la década de 1990 empezamos a tener hijos y, por supuesto, resultó en muchas noches de sueño interrumpido. Tuvimos cuatro hijos, es decir, los bebés dominaron toda una década de nuestra vida.
Cuando cumplimos cuarenta, Clare era médica general, por lo que sus horarios de trabajo se habían regularizado. Nuestros niños ya dormían toda la noche. Pero entonces ya había empezado a manifestar las señales clásicas del insomnio. Se me dificultaba quedarme dormido y me despertaba a las tres de la mañana con la mente muy activa. Me quedaba acostado durante horas y me iba a la cama intranquilo, al contrario de lo que alguna vez había hecho con placer absoluto. ¿Tendría una buena o mala noche?, ¿me despertaría destrozado o sería una de esas raras ocasiones en las que dormiría hasta el otro día?
Naturalmente quería entender qué sucedía y qué hacer para recuperar los días de sueño placentero y sin dificultades. Concebí el primero de muchos programas de televisión populares que examinaban sus misterios. Gracias a ello conocí a muchos científicos del sueño y un mundo fascinante de investigación en torno al tema.
Para entender los efectos de la falta severa de sueño, decidí comprobar cuánto tiempo podía permanecer despierto en compañía de un hombre que tiene el récord mundial (no oficial). Puede mantenerse despierto durante días y no parece padecerlo. ¿Cuál es el secreto de su éxito?, ¿por qué él podía hacerlo y yo no?
Desde entonces he pasado muchas noches en laboratorios de sueño con electrodos adheridos a la cabeza y al cuerpo. He tomado medicamentos para dormir y para despertar. He entrevistado a cientos de personas, bomberos, doctores, astronautas y policías, para averiguar cómo duermen. También comencé a investigar el efecto de la comida en el sueño y a probar distintas estrategias para mejorar la calidad de sueño.
La estructura de este libro
Tal vez estás desesperado por dormir bien, o simplemente te interesa saber qué sucede cuando cierras los ojos y caes en brazos de Morfeo.
La primera parte de esta obra aborda la ciencia del sueño: las investigaciones sobre lo que hoy se conoce sobre el tema y los asombrosos descubrimientos sobre algunos aspectos antes desconocidos: ¿cuáles son los trastornos comunes del sueño y cómo surgen?, ¿qué le pasa al cerebro y al organismo cuando padecemos vigilia crónica?, ¿por qué los sueños son tan importantes y cómo les podemos sacar provecho?
Me apoyaré en mis aventuras con el sueño para guiar esta travesía y, desde luego, justificaré mis afirmaciones más polémicas con una serie de estudios científicos.
Todo esto abre paso a la segunda parte del libro, cuyo objetivo es ayudarte a dormir mejor. A fin de cuentas, sospecho que la mayoría está leyendo este libro porque padece insomnio ocasional o conoce a alguien que lo padece.
Te mostraré lo mejor de la ciencia moderna con un programa de sueño que debería encaminarte en el curso de unas semanas.
Uno de mis objetivos primordiales es ayudarte a mejorar la “eficiencia del sueño”, una medida que evalúa cómo dormimos, la cual representa la cantidad de tiempo que pasas en la cama profundamente dormido y se diferencia del tiempo que pasas despierto, intentando dormirte o inquieto. La eficiencia del sueño ideal es de 85%; más adelante ahondaremos en esto.
En lo que se refiere al programa Duerme en un dos por tres, consiste en dos elementos novedosos y sorprendentes, ambos basados en investigaciones científicas recientes.
Lo primero que te sorprenderá es que la manera más efectiva de curar el insomnio es reiniciar el cerebro con un breve curso de Terapia de Restricción del Sueño. Se llama así porque paradójicamente exige que duermas menos. Sí, para dormir mejor te pediré que disminuyas el tiempo que pasas en la cama.
Uno de los errores comunes que cometen los insomnes es pasar más tiempo en la cama, porque para la mayoría de la gente acostarse sin dormir no implica descansar y es muy estresante. También establece un patrón conductual negativo en el que el cerebro asocia acostarse con estar despierto, inquieto.
Estudios demuestran que la restricción del sueño es más efectiva que los medicamentos y los resultados son perdurables.
El segundo elemento novedoso en mi programa es el énfasis en los alimentos, sobre todo aquellos que se ha demostrado mejoran la calidad del sueño. Olvida los cuentos sobre el pavo o el queso. Resulta que comer más legumbres y alimentos con abundante fibra, y menos refrigerios con azucares por la noche, es una de las formas más efectivas de estimular los niveles de sueño profundo y mejorar el estado de ánimo. Esto se debe a que los alimentos con abundante fibra alimentan a las miles de millones de bacterias “buenas” que viven en el intestino, y éstas producen químicos que, se ha demostrado, reducen el estrés y la ansiedad. Repasaremos esta fascinante bibliografía científica.
Por el lado más práctico, mi esposa Clare y la escritora gastronómica Justine Pattison han creado sabrosas recetas repletas de ingredientes que estas bacterias adoran, y que tú terminarás amando también.
De verdad espero que disfrutes este libro y, sobre todo, que te quedes dormido. Rápido.