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El sueño ideal

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En 1924 Berger demostró que su máquina de EEG podía estudiar las ondas cerebrales humanas, pero transcurrieron 27 años para que investigadores del sueño la emplearan de manera significativa.

En diciembre de 1951, Eugene Aserinsky, un alumno de pocos recursos de la Universidad de Chicago, decidió llevar a su hijo de ocho años, Armond, a su laboratorio para realizar un experimento novedoso en torno al sueño. Le limpió el cuero cabelludo, le pegó los electrodos del EEG y lo dejó dormido. Aserinsky procedió a registrar lo que ocurría desde la habitación contigua.

Para Aserinsky, era cuestión de vida o muerte. Tenía treinta años, su esposa estaba embarazada y vivían en un cuartel militar acondicionado. Eran tan pobres que apenas podía cubrir los pagos de su máquina de escribir, poner calefacción a su casa era impensable. Necesitaba un adelanto en su investigación pronto.

Como nadie más se había molestado en usar el EEG para estudiar el sueño de un individuo durante toda la noche, Aserinsky decidió hacerlo con su hijo pequeño.

Durante la primera hora no sucedió nada irregular, pero después se percató de que la máquina registró un cambio repentino en la actividad cerebral. En la máquina parecía que su hijo se había despertado, pero cuando revisó, su hijo estaba profundamente dormido. No se movía, salvo los ojos, que se movían de prisa debajo de los párpados.

Aserinsky despertó al niño, quien reportó que había tenido un sueño muy vívido. Se trataba de un descubrimiento asombroso, histórico. Al día siguiente Eugene repitió el experimento y obtuvo los mismos resultados. Un par de horas después de que Armond se quedara dormido, el EEG registró un cambio repentino en la actividad cerebral que coincidió con los movimientos oculares rápidos. Más adelante, se realizaron estudios a voluntarios adultos que mostraron lo mismo.

Eugene Aserinsky transformó lo que se sabía del sueño hasta entonces. Sin saberlo, envió a los primeros exploradores al Planeta de los Sueños y descubrió que no se trataba de un mundo árido y aburrido en donde no ocurría nada, sino un lugar en donde el cerebro experimentaba cambios extraordinarios. La investigación en torno al sueño estaba a punto de explotar.

Sin embargo, pese a este asombroso descubrimiento Aserinsky perdió el interés en el sueño. Luego de publicar sus descubrimientos en 1954, se dedicó a estudiar la actividad cerebral eléctrica de los salmones y posteriormente murió en un accidente automovilístico, muy probablemente porque se quedó dormido manejando.

¿Entonces qué ocurre cuando dormimos?

He pasado muchas noches en observación en laboratorios del sueño y, lo más interesante, observando a otros mientras duermen. Si nunca has visto a nadie quedarse dormido o te has grabado mientras lo haces, te lo recomiendo. Es muy entretenido.

Como ya mencioné, se creía que dormir era como apagar un foco. Se estaba despierto o dormido. Y ahora sabemos que es mucho más complejo.

El sueño consiste en tres estados diferentes: sueño ligero, sueño profundo y mor (movimientos oculares rápidos). En la noche dormimos en ciclos de más o menos 90 minutos, pasamos de un estado al otro.

Como muestra el siguiente diagrama, durante la primera parte de la noche experimentamos buena parte del sueño profundo y la segunda mitad es la fase mor. La mayoría se despierta entre dos y tres veces por noche. Si eres afortunado (como mi esposa Clare), no te darás cuenta. De lo contrario, despertarás y te quedarás despierto.

Cuando te vas a dormir y cierras los ojos, deberías entrar en el sueño ligero (fase 1). En este punto estás adormilado, pero te despiertas con facilidad. Si el perro de tu vecino empieza a ladrar o tu pareja a roncar, te pueden despertar.

Después de la fase 1 (que suele durar 10 minutos), empiezas a entrar en el sueño profundo.


Cuando se trata de dormir, me gusta pensar que soy una foca que se clava alegre en la profundidad de la noche. Hace algunos años filmé una película sobre buceo libre, individuos que bucean en grandes profundidades sin tanques de oxígeno, y verlos alejarse de la luz radiante de la superficie e internarse a la oscuridad del océano es un espectáculo hermoso. Dicho esto, para algunos, quedarse dormido es frustrante y no agradable.

La siguiente etapa, la fase 2, también cuenta como “sueño ligero”. Al entrar a ella, la temperatura corporal (que se mide con termómetro rectal) que comenzó a disminuir, incluso antes de que te metieras a la cama, disminuye todavía más. Disminuye la frecuencia cardiaca (he registrado la mía y baja de sus 60 latidos por minuto a unos 55) y la respiración se estabiliza.


Al entrar a la fase 2, puedes tener espasmos mioclónicos o “sacudidas del sueño”. Es un movimiento involuntario de los músculos que se registra al entrar al sueño profundo. Aunque no es más que un sobresalto algunos se sacuden con fuerza, y no es divertido si compartes la cama. Suele ser una señal de estrés, y si sigues el régimen que propongo en este libro, no sino que dormirás mejor, sino que será menos probable que hagas este movimiento nocturno tan incómodo.

Si todo va bien, al cabo de una hora de quedarte dormido, entrarás a la fase 3: el sueño profundo. También se le conoce como sueño de ondas lentas porque en este punto el EEG registra ondas profundas y lentas. Millones de neuronas en el cerebro disparan a la vez, hacen una pausa y vuelven a disparar. Esta actividad crea enormes y estrepitosas olas que viajan por el cerebro, una actividad hipnótica cuando se ve en una pantalla.

En el sueño profundo entras a una fase de relajación total de la que es muy difícil despertar. Pero mientras el cerebro descansa, el cuerpo trabaja, ya que durante éste se realizan reparaciones vitales. Por ejemplo, la glándula pituitaria secretará más hormonas de crecimiento, fundamentales para el crecimiento y restauración celular. Durante este tiempo también se estimula el sistema inmune.

Sin suficiente sueño profundo el organismo fabrica menos citoquinas, una proteína que regula el sistema inmune. Éstas son imprescindibles para combatir infecciones, por eso la falta de sueño te hace más vulnerable a resfriarte y reduce la eficiencia de las vacunas contra enfermedades como la influenza.

Pese a que el sueño profundo es una etapa de relajación profunda, también es cuando algunos individuos hacen cosas extrañas, como caminar o hablar dormidos e incluso comer. Hablaré con más detalle sobre estos fenómenos en el capítulo 2.

Duerme en un dos por tres

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