Читать книгу Éramos iglesia… en medio del pueblo. El legado de los Cristianos por el Socialismo en Chile 1971-1973 - Michael Ramminger - Страница 16
«La lucha de clases existe. Es una realidad presente»
ОглавлениеOtro tema del que trata la carta de apoyo es el de la lucha de clases, un tema que deberá jugar siempre un papel importante, al menos subterráneamente. En este punto se inicia un conflicto que va a atravesar más tarde toda la discusión en torno a la teología de la liberación. Mientras una parte de la Iglesia oficial, sus instituciones y los enemigos de la teología de la liberación van a decir que los cristianos de izquierda «propagan» la lucha de clases, el grupo que apoya a los CPS sostiene y con razón que la lucha de clases es una realidad empírica y trasversal, incluso dentro de la Iglesia:
La lucha de clases no es un concepto, es la más cruda realidad. Prescindir de ella sería justificar la situación actual de miseria e injusticia. Nosotros aceptamos la realidad para superarla con un amor que, transformado en fuerza política, libere a pobres y ricos y acelere el día cuando ya no se escuchará el grito angustiado de los que sufren (…) También consideramos positiva la declaración, porque ella abre un diálogo de gran importancia al interior de la iglesia. La Iglesia no es ajena al fenómeno de las clases. Ello significa que en su interior existe un lugar para los que hemos tomado este tipo de compromiso…35
Con este tema recogido ahora por los profesores, el Grupo de los 80 había tocado un punto por cierto altamente sensible. El reproche de propagar la lucha de clases vuelve a expresarse en una carta del teólogo y sacerdote Beltrán Villegas publicada en El Mercurio del 20 de abril:
5. Si hay algo claro para cualquier estudioso del Evangelio, es que el pensamiento de Jesús no opera con los conceptos de ‘clases sociales’ y que sus pronunciamientos recaen sobre una zona de la existencia humana infinitamente más honda, compleja y universal que la que es determinada por los roles antagónicos que se engendran en el proceso de la producción económica. Jesús viene a salvar a todos los hombres, y él ciertamente no concibe la salvación como un proceso histórico inmanente, protagonizado por una clase social36.
Esta carta tuvo dos respuestas de los del Grupo de los 80, una de Esteban Gumucio, otra de Gonzalo Arroyo. El primero escribe:
Eso supuesto, creo que los marxistas nos han ayudado a ver con agudeza que existe una lucha de clases. Es un hecho que está ahí presente. Como cristianos nos preocupa e interesa. En definitiva, queremos que el amor triunfe y para ello es importante que los oprimidos, dondequiera estén ideológica o económicamente dominados, abran los ojos y tomen conciencia de su situación. Nos parece importante a nosotros, que vivimos en contacto habitual con los pobres; nos parece importante que no confundan la absoluta gratuidad de la salvación de Jesús, con una resignada pasividad37.
A pesar del tono conciliador de esta respuesta, la dureza de la discusión se vuelve clara al final de la carta, donde Gumucio –con una cierta suficiencia– deja en libertad a Beltrán Villegas para que este le dé a conocer esta respuesta suya al director de El Mercurio, diario hostil al gobierno popular, para ser publicada donde mismo lo había sido la de Villegas38. El jesuita Gonzalo Arroyo se expresa de manera semejante al escribir que todos los cristianos deben tomar un compromiso histórico concreto si quieren ser consecuentes con su fe en Jesucristo liberador. Agrega que este compromiso no puede derivarse directamente del evangelio, sino necesita una mediación socio-analítica y que es evidente que Jesús no utilizó ese medio, es decir, el concepto de lucha de clases, pues este fue desarrollado recién en el siglo XIX. Y que se adopta este concepto para describir socio-analíticamente desde su núcleo más íntimo las realidades del hambre, la cesantía, la represión, etc., y para rechazar la ideología burguesa que identifica el concepto de lucha de clases con odio, violencia y traición con el fin de ocultar la realidad y mantener estables en provecho propio las relaciones sociales existentes39.